El médico que derribó los muros hospitalarios en Bariloche: «Las enfermedades se generan dónde vive, trabaja y come la gente»
Después de 40 años de servicio en el ámbito público, Felipe De Rosas se jubila. Fue director del hospital público de Bariloche y trabajó 22 años en el centro de salud del barrio El Frutillar.
En su paso como médico de la sala de salud del barrio Virgen Misionera, al oeste de Bariloche, Felipe de Rosas atendía a dos hermanos que constantemente recaían con enfermedades respiratorias. Las consultas eran continuas, al igual que las internaciones. En una reunión, el presidente de la junta vecinal sugirió: «¿Y si hacemos los pluviales en esa zona?». La obra se hizo y los chicos no volvieron a enfermarse.
«En el cerro Otto cuando la lluvia baja, se humedecen las casas. Cuando estuvieron los pluviales, no se enfermaron más. No lo saqué de un libro sino de una reunión con la gente. Esos aprendizajes son sustanciales para hacer medicina más acorde y no creerte que sos la frutilla de la torta», resumió De Rosas, un médico «de territorio». Entiende que la gente llega al consultorio con enfermedades, pero para conocer cómo y dónde se contraen, hay que conocer dónde vive, qué come, dónde duerme y cómo transita la vida.
«Los muros hospitalarios son muy gruesos. Hay que achicarlos: salir, abrir puertas«, subrayó este médico mendocino que, con 40 años de servicio y siempre abocado al ámbito público, alcanzó la jubilación.
La huella que deja se refleja en la reacción de cada paciente al conocer la noticia. «Hubo pacientes que se pusieron a llorar. Por eso, decidí venir unas semanas más, a demanda, para quienes se quieran despedir, charlar, saber con qué médico van a seguir. Tampoco es que uno va a desaparecer», comentó De Rosas.
Este hombre oriundo de Las Heras desembarcó en Bariloche 37 años atrás, con la idea de hacer la residencia en Medicina General con orientación rural. Fue coordinador de la residencia, durante 10 años se desempeñó como jefe del centro de salud en Virgen Misionera, coordinó el Dapa (Departamento de Actividades Programadas para el Área), dirigió el hospital Ramón Carrillo durante tres años y medio y por 22 años, fue el director del centro de salud en el barrio Frutillar, al sur de Bariloche, de donde hoy se despide.
«Como jefe del DAPA, e incluso como director, si faltaba algún médico en algún centro de salud o alguna salida, iba yo. Si faltaba alguien en la guardia, me sumaba. Mi mejor experiencia fue conocer a los equipos trabajando. Recorrí puerta por puerta. Mucha gente me decía que era la primera vez que un director entraba a esta oficina. Pero solo así uno puede ver las cosas de otra manera», confió.
No son pocos los que hoy le reconocen a De Rosas haber marcado un rumbo en Salud Pública en un momento en que la ciudad no paraba de crecer. «El proyecto era que Salud Pública tuviera ese lugar de prioridad. No solo que recibiera al que no podía ir al privado u ofrecer vacunas. Una dirección de puertas abiertas, salir del escritorio a recorrer. Todo eso nos permitió conocer y hacer cosas», indicó.
Nunca se alejó de la Salud Pública como médico «full time». Esto significó que no podía trabajar como médico en el ámbito privado. Solo podía hacer docencia. «Mucha gente cree que nos vamos a los consultorios privados por las dificultades salariales. Para tener un hospital fuerte, hay que tener la camiseta. Sentirte representado», agregó.
Familia de médicos
De Rosas proviene de una familia vinculada a la salud. Su bisabuelo, su abuelo y su padre -que murió cuando tenía apenas 5 años- fueron médicos. Todavía recuerda asomarse por la ventana de su casa, siendo muy chico, para mirar el consultorio donde atendía su papá a unos pocos metros. «Veía mamás con nenes, una viejita, una señora. Cuando empecé a estudiar, pensé que quería ser un médico que atendiera todo. Solo había tres residencias de medicina familiar en el país: en Neuquén, Salta y Río Negro. Me vine a Río Negro y nunca me arrepentí», reconoció.
Poco a poco, empezó a entender el «lado social» de la medicina general. «Uno empieza a bajarse del caballo y ve las realidades como son. Somos una pequeña parte de la solución y hay que trabajar en comunidad. Cuando vas al territorio, entendés que hay que buscar otras herramientas», subrayó y puso como ejemplo una cirugía: «Uno no conoce la casa de la gente o cómo hace una persona con discapacidad, con piso irregular, para solucionar sus problemas. Eso no lo estudié, lo aprendés en la práctica«.
Nunca vemos a la gente en el lugar donde se generan las enfermedades. Se generan dónde viven, trabajan, comen y aspiran. Se necesita una medicina más consustanciada con la sociedad. Hay que bajarse del caballo»,
Felipe De Rosas, médico de Bariloche.
Trasladar la experiencia a las aulas
Después de 2000, De Rosas advirtió la presencia de madres jóvenes que se habían criado en comedores, sin haber aprendido a cocinar. En ese momento, Salud Pública no definía la designación de una cocinera para dictar talleres de cocina saludable. Fue entonces que este médico creó la Fundación Nutrir Patagonia, junto a otro grupo de profesionales.
«Necesitábamos otras cosas de las que nos podía dar Salud. Ofrecer un oficio para que les pudieran dar de comer a los pibes, enseñar algo más, proponer algo artístico para levantar el espíritu. Se aportan herramientas, se buscan soluciones que no corresponden ni a la maestra ni al médico. Y llevamos 12 años con el espacio, tenemos hasta una banda de instrumentos de viento», expresó.
Cuando abrió la carrera de Medicina de la Universidad Nacional de Río Negro, De Rosas se sumó al plantel docente. Se sentía atraído por una modalidad diferente de enseñanza, muy alejada de la tradicional, la posibilidad de enseñar a estudiantes de la región y darle la posibilidad a otras familias de que «sus hijos sean profesionales».
«Hoy tenemos médicos que creen que las 144 Viviendas es lo mismo que el 29 de Septiembre. En esta estructura de universidad, los chicos salen al territorio para ver los mismos problemas del libro. Ven la realidad, qué posibilidades tiene la gente. Esa realidad que, a mi recién me tocó ver en la residencia, hoy los chicos lo pueden ver en su pregrado«, describió.
Admitió que la modalidad de enseñanza, tan alejada del esquema tradicional, lleva a la necesidad de «convencer a colegas» (médicos) de que «puede ser un modo nuevo de aprender medicina, no tan clásica como cuando estudié: no vi pacientes hasta cuarto año internados en una cama de hospital» .
Mientras hacía la residencia, De Rosas conoció y se enamoró de Sara Laspina. Llevan juntos 30 años compartiendo la medicina y la vida. Tuvieron tres hijos. Eso sí, ninguno continuó la tradición familiar y es médico.
Hoy, con su jubilación en puerta, De Rosas se insiste a sí mismo en que descansará apenas un par de días, pero sabe que el trabajo va a continuar desde otros espacios. «No me voy a quedar en mi casa haciendo manualidades porque no sé ninguna. Intentaré seguir aportando desde mi experiencia», concluyó.
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