El libro tradicional resiste en las bibliotecas barriales de Bariloche
Hay 14 instituciones que ofrecen una alternativa nutrida de lecturas en los barrios, con un promedio de 10.000 ejemplares. Qué buscan los jóvenes y adultos que siguen apostando al libro.
Los tiempos cambian y las tecnologías evolucionan a paso veloz, pero las bibliotecas populares no dejan de convocar a diario lectores de toda edad que encuentran refugio, placer y conocimiento en los libros de papel, cuyo destino parece inmune a los nuevos vientos.
En esa influencia mucho tiene que ver el esfuerzo y dedicación de los bibliotecarios -que aportan el saber técnico- y también de los encargados del quehacer administrativo que hay detrás de cada biblioteca y que resulta indispensable, por ejemplo, para acceder a los aportes económicos y libros con descuento que les garantiza la Conabip.
En Bariloche existen no menos de 14 bibliotecas barriales y comunitarias en plena actividad, con un promedio de 10 mil libros a disposición y con una dinámica en la que se cruzan el gusto por la literatura con el trabajo social, la oferta de talleres, actividades culturales y el acceso libre a internet, que muchos chicos y jóvenes aprovechan, porque no tienen acceso en sus casas.
Nancy Choriman trabaja en la biblioteca Aimé Painé del barrio Virgen Misionera, que tiene una historia de más de 30 años y un área de influencia mucho mayor, con socios que llegan desde casi todos los barrios del oeste. “Hasta hace un tiempo venían muchos chicos para consultar libros de texto, pero eso ya pasó, se desactualizan rápido. El libro para estudiar no va más, todo está en internet. Ahora la mayor demanda es de novelas, cuentos, literatura”, explicó la bibliotecaria.
Lectores entusiastas la visitan a diario, leen en la sala o retiran libros con la mecánica clásica: préstamo por 15 días, renovables si no hay pedidos pendientes por la misma obra.
Otra biblioteca muy identificada con su barrio es la Néstor Kirchner, nacida hace diez años, en el corazón del barrio Nahuel Hue. Su principal impulsor es José Arpires, quien ofreció en un inicio un galpón de su propiedad para generar el pequeño centro cultural, nacido a partir de una primera donación de 500 libros de autores argentinos.
Arpires dijo que hoy cuentan con 12.000 libros y ya lograron conformar la asociación civil, en búsqueda del reconocimiento de la Conabip. En la Néstor Kirchner no solo se ocupan de la promoción de la lectura, también hay talleres abiertos de tejido, peluquería, vitraux y secretariado administrativo.
“Muchos chicos vienen a usar la compu, y la gente grande se acerca en busca de libros, novelas en general -sostuvo el responsable de la biblioteca-. Tenemos unos cuantos socios pero sin cuota fija. Cada uno colabora con lo que puede, algunos traen artículos de limpieza, o ayudas de ese tipo”. La atención está a cargo de dos trabajadoras que paga la provincia, con recursos de un programa de sostenimiento de bibliotecas.
También el hospital zonal cuenta con su biblioteca, que se originó como un dispositivo del servicio de Salud Mental. Está abierta todos los días de 9 a 16, no solo para los usuarios de ese servicio sino para la gente que acude a pedir turnos o a acompañar a personas internadas. El encargado es Atilio Bascuñán, quien consideró que a pesar de los cambios y la digitalización “hay lugar todavía para el libro”.
Los libros preferidos
Señaló que “en especial los chicos” se sienten atraídos por el material impreso, alternativo a la omnipresencia de las pantallas, y suelen demandar novelas cortas, cuentos de dinosaurios y otros materiales de su gusto. Con los adultos “se mueven mucho los libros de autoayuda”, dijo Bascuñán.
También en la biblioteca del hospital se dictan talleres regulares de canto, de tejido y de escritura creativa.
Otra biblioteca de larga trayectoria y reconocida función social es la Ruca Quimn, del barrio Ada María Elflein. La principal impulsora es Victoria Baldinelli, quien contó que la “biblio” nació hace 24 años “a partir de una necesidad del barrio, donde no había espacios de encuentro. La idea principal era sacar a los pibes de la calle”. Por eso cuenta con computadoras para navegar “y para jugar”. Además brindan un “refrigerio reforzado”.
Dijo que entre los libros más requeridos están “las novelas históricas, la ciencia ficción” y best sellers inoxidables como los de Stephen King y Wilbur Smith. También los adolescentes piden “sagas” de literatura pensada especialmente para ellos y por eso las bibliotecas están atentas a incorporar ese material.
Entre las obras en castellano hay en el último tiempo hay mucho interés por autores como Felipe Pigna, Juan Solá, Mariana Enríquez, la española Rosa Montero y siempre atraen los clásicos como Julio Cortázar y Gabriel García Márquez.
Baldinelli dijo que también tienen muchos libros de historietas y sumaron “manga” japonés. “Los chicos lo reclaman siempre y por eso lo traemos”, aseguró.
Otros rubros con alta rotación son la psicología, las biografías, los libros de cocina vegana, tejido, manualidades y oficios.
El proceso de reconversión de las bibliotecas es innegable, y lejos están de convertirse en un fenómeno en extinción. “Esto no es un videoclub”, advirtió uno de los trabajadores.
Según Bascuñán, “tener un libro en la mano es algo que conserva su magia, es algo especial” y la biblioteca aporta su parte para que “los chicos no queden atrapados en lo digital”. Varios de los bibliotecarios consultados aseguraron que en el gusto por la lectura “la tradición familiar también tiene mucho que ver”.
Continuidad asegurada
Silvia Pérez Sisay es la presidente de la asociación civil que sostiene la biblioteca Aimé Painé, y también una amplia conocedora de ese universo. “Yo amo abrir un libro, como le pasa a mucha gente, porque tiene una cosa única de encuentro, de intimidad -explicó-. El que es lector valora mucho esta experiencia y la agradece. Por eso la biblioteca sigue viva”.
Dijo que el momento que atraviesan no es de supervivencia, sino de adaptación. Sostuvo que es, en todo caso, “una transformación del perfil”, porque todas a su modo incorporaron propuestas de talleres, encuentros culturales, recitales, áreas de servicio con acceso a internet, y conservan por supuesto sus salas de lectura. Pero según Pérez Sisayu esos recintos ya no son espacios de abstracción y lectura silenciosa, sino más bien de intercambio.
El costo de los libros también es un factor que les genera público a las biblioteca porque a diario reciben gente en busca alguna novedad, algún título que le recomendaron, y que no puede comprar. Por eso las bibliotecas se preocupan por manenterse actualizadas. Sus referentes realizan visitas anuales a la Feria del Libro de Buenos Aires para realizar compras bonificadas al 50%, que les facilita la Conabip.
También reciben donaciones, aunque no todas. En la Aimé Painé ya prefieren desalentarlas, porque muchas veces les dejan libros en mal estado. Pero por ejemplo en la Ruca Quimn piensan lo contrario. “Las donaciones dan trabajo, pero siempre son bienvenidas, a veces hemos recibido pequeños tesoros: libros que están agotados y no se consiguen en ningún lado”, aseguró Victoria Baldinelli.
La biblioteca siempre va a tener clientela, conjeturó, porque “hay pocos libros en las casas circulan menos, se perdió la costumbre de regalarlos, tal vez por el costo” y además “la sensación única de abrirlos y hojearlos no se compara con nada, lo mismo que el olor particular del papel nuevo”.
Aclaró no obstante que no le dan la espalda al avance del mundo digital. “Si te peleás con la tecnología vas muerto, así que las computadoras siempre están disponibles y estamos averiguando para incorporar e-books”, afirmó la responsable de la biblioteca del bario Elflein.
Una experiencia singular, la “biblioteca al paso”
Entre otras muchas iniciativas para difundir el placer de la lectura, José Arpires ideó la “biblioteca al paso”, que consiste en una antigua cabina telefónica montada en una esquina de la avenida Herman, sobre el ingreso al barrio Cooperativa 258, equipada con decenas de libros, que los transeúntes pueden tomar en la modalidad “autoservicio”.
El impulsor de la biblioteca Kirchner montó la pequeña casilla por primera vez hace dos años, se sobrepuso a varios ataques vandálicos y la reinauguró hace dos meses. “Otra vez me avisaron que le rompieron los vidrios, pero la vamos a rearmar, hasta que la gente se habitúe.”, dijo ayer Arpires.
Señaló que la suele equipar con libros breves, “muchas novelas, material para chicos y adolescentes. Está abierta las 24 horas y “la idea es que la gente devuelva los libros, pero no es obligación. Algunos se llevan los que están y dejan otros -aseguró-. También ahora que hay bancos en el paseo del Sur, usan mucho la biblioteca al paso, sacan algo para sentarse a leer por ahí, con un mate. Está muy bueno”.
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