El fuego la marcó y creó una línea de cosmética emocional en Bariloche

Fabrina D’Benedetto tuvo un accidente en 2015 cuando desarrollaba sus productos en Bariloche. Sufrió quemaduras en el 30% del cuerpo y regresó con más fuerza. Así nació una nueva idea para sus productos naturales.

Cuando la cosmética natural incursionó con fuerza en Europa años atrás, la barilochense Fabrina D’Benedetto empezó a buscar información. En un viaje sabático por Latinoamérica en 2013, esta licenciada en Química se vio seducida aun más por este tipo de productos que aún no habían desembarcado en la Argentina.

“Poco a poco nació la idea de una cosmética gourmet. Me fue picando el bichito. Nunca me gustó ponerme cremas ni nada, pero me atraía esa cocina de la producción”, admitió D’Benedetto.

En 2014, con 27 años, regresó a Bariloche en busca de trabajo en alguna empresa de cosmética de la región, pero no tuvo suerte. El impulso de su padre fue determinante para que Fabrina decidiera abrir su propia fábrica de producción cosmética natural, con ingredientes típicos de la zona. “Me mandé de cero porque no tenía un peso. No tenía nada para invertir porque nos habíamos quemado todos los ahorros con mi marido ese año sabático”, reconoció.

Comenzó, de a poco, vendiendo jarabe de sauco y con ese dinero, pagaba las muestras de posibles productos. Su padre colaboraba con la compra de maquinaria e insumos. Fabrina invertía todo su tiempo en desarrollar fórmulas. No hacía otra cosa.

“Me despertaba y quería hacer una próxima muestra; antes de acostarme, limpiaba la cocina y me ponía de vuelta con eso. Mi línea apuntaba a ser más terapéutica -pese a que la cosmética no permite lo terapéutico-. Sabía que requería habilitación nacional, pero iba vendiendo de todas formas. A medida que juntaba plata, invertía. Hoy día, dar de alta un producto, puede llegar a salir 200 mil pesos”, contó.

Si miro para atrás logré una calidad de vida absolutamente equilibrada y emocionalmente correcta para lo que esperaba de mi vida».

Un cambio


El 2015 marcó un antes y un después para Fabrina. Consumía su día por completo en probar nuevas fórmulas, desarrollar muestras y en leer. Y pasó lo que, según esta mujer, era inevitable. Un 26 de febrero, cuando tenía 28 años, sufrió un accidente mientras hacía una muestra de jabón y terminó con el 30% de su cuerpo quemado.

“Aceite, agua y sustancias químicas calientes cayeron sobre mí. Los vapores de esas reacciones generaron una explosión y ahí estaba yo, de pie, mirando cómo el fuego empezaba a subir por la mano, quemaba el guante de látex y arrasaba con todo a su paso. Fue un segundo en el que mi mente tuvo que decidir si sobrevivir o entregarme”, recordó.

Atinó a ponerse un buzo para intentar apagar el fuego al eliminar el oxígeno, pero no funcionó. Corrió hasta el estacionamiento donde le pidió a un vecino que la tapara con tierra. “Finalmente, eufóricos apagamos el fuego. Pero había mucha lesión y los químicos seguían quemando. Decidí enjuagarme con agua fría para bajar la temperatura. Cuando llegué a la guardia, seguía consciente. Vino el médico y le dije casi sin voz y por desmayarme: ‘Ayudame’ y me desvanecí”.

Cuando despertó, estaba en terapia intensiva. Días después, decidieron trasladarla en un avión sanitario rumbo a Buenos Aires. Su estado era crítico, estaba infectada, con las heridas abiertas y un dolor insoportable.

“Tratamos de contar historias y generar emociones positivas”, dice la creadora de Savia Tierra. Foto: Chino Leiva

Pasaron los meses. Las heridas no cerraban y se abrían cada día más. Durante todo un año, que se volvió interminable, se sucedieron internaciones, operaciones, injertos y constantes curaciones hasta que finalmente el incidente quedó atrás.

“Un día volví a trabajar. Era hora de activar. Con las heridas sanando y haciendo la rehabilitación necesaria, di un paso al frente y me puse a pensar. Quería seguir adelante con la fábrica de producción cosmética, pero necesitaba darle una vuelta de rosca”, recordó.

Hasta ese momento, la marca que se llamaba “Productos de la Patagonia” empezó a forjar un cambio y se gestó “Savia Tierra Patagonia” con la mirada no solo en el producto sino “en la esencia”.


Un producto natural, con concepto "saludable"


A través de consultas por las redes sociales, Fabrina fue escuchando deseos de consumidores y cosmiatras. “Estoy siempre atenta a lo que quieren y necesitan. Consulto qué sienten, al cambiar una fragancia”, contó Fabrina.

Consideró que la marca “adquirió una mirada filosófica más saludable. Logré un equilibrio entre lo natural y lo industrializado para generar fórmulas que le gusten a todo el mundo. No porque sea natural debe prescindir de texturas y aromas” y aclaró que “no son productos 100% naturales ya que cuentan con mejoradores básicos que son derivados”.

Fabrina lo define como “cosmética emocionalmente saludable” porque pone el foco en las emociones. “Cuando consumís una crema, primero lees la historia, te sentís identificada con algo mío o de la marca y el producto llega distinto. Te atraviesa el aroma, lo textual o el packaging”.

Los productos de Savia Tierra Patagonia vieron la luz después de un trágico accidente. Foto: Chino Leiva

Hoy, Savia Tierra Patagonia tiene puntos de venta en todo el país. Ofrece una línea corporal, facial, capilar y protectores solares, a base de argan, rosa mosqueta, lavanda, jojoba, lino, aloe vera, jazmín, palta, naranja, manzanilla, malva, caléndula, bergamota y cacao, entre otros. Si bien compite con otras marcas de cosmética natural en la región, solo esta firma cuenta con una fábrica de producción habilitada por la Anmat.

“La marca invita a que no me importe lo que el otro diga de mi. Que uno sea libre como quiera. Todo eso me lo dio el haberme prendido fuego. Tengo muchas cicatrices en cuerpo. La gente mira lo que se nota a simple vista y me esquiva la mirada. Logré confrontar esto. Por eso, los miro y les digo: ‘¿Querés saber que me pasó?’. Lo mismo pasa con muchas otras cosas: nos miramos juzgando, sin conocer todo lo que atraviesa a la persona”, aseguró.

A sus 36 años, Fabrina considera que logró un “equilibrio perfecto” entre su vida, sus pasiones, su trabajo, sus hijos, la familia y los amigos. “Tener una marca exitosa, entre comillas, no pasa por el dinero sino por la calidad del trabajo y cómo la gente percibe esa línea”.


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