El día que se fisuró Piedra del Águila

Durante el llenado de su embalse, se produjeron aperturas en el hormigón que, ahora se sabe, eran esperables. Hubo que esperar dos décadas a que el cemento fraguara.

Hace poco más de 30 años la construcción de la más grande de las presas diseñadas sobre los ríos del norte de la Patagonia llegaba a su fin y había que someter esa mole de hormigón a una prueba clave: el llenado de su embalse. El contexto (información controlada, sin celulares ni redes sociales) no podía ser mejor para la poca transparencia con la que se manejaba Hidronor, la empresa del Estado nacional que hizo todas las hidroeléctricas del Limay y el Neuquén.


Por eso la noticia fue tan dramática: la presa de Piedra del Águila se había fisurado durante el llenado y por sus galerías internas corrían ríos de agua.


No la dio nadie de manera oficial porque Hidronor tenía una política muy restrictiva al respecto.
Tampoco el gobierno de la provincia tenía los datos necesarios para tranquilizar a las poblaciones ubicadas aguas abajo de la presa
. Un colapso de Piedra del Águila empujaría, como un dominó, a El Chocón y Arroyito, y taparía de agua buena parte de ciudades como Plottier, Neuquén, Cipolletti y Roca.
Pero eso no pasó. Sí hubo fisuras en el llenado, pero se trata de reacciones esperables en el hormigón en contacto con el aire y la fría agua del Limay.


Tal vez una explicación así, a tiempo, habría ahorrado tanta desinformación.


Y eso que unos años antes había pasado algo parecido con la “fisura de El Chocón”, que no fue fisura en la presa, sino filtraciones en su fundación sobre la roca. En este caso, el daño puso en alerta a los especialistas porque la integridad de la obra podría haberse amenazado. Una inversión multimillonaria permitió sellar la falla y dotar a la presa de elementos que la transformaron en una de las más seguras del mundo.


Pero volvamos a Piedra del Águila y a su, esta vez sí, fisura. Hubo que esperar décadas para comenzar a actuar porque el cemento debía fraguar. Es tanto el hormigón que siguió liberando energía durante 20 años.


Dos litros de agua por segundo (unos 170.000 por día) se drenaron desde el interior de la presa durante décadas hasta que comenzaron a inyectarse preparados de resinas epoxi para que la filtración cesara.
Con 170 metros de alto (un edificio de más de 50 pisos) y 840 de largo, esta presa cuenta con la mayor potencia instalada en la región (1.400 MW).


Fue privatizada a finales de 1993 y ahora tiene la concesión prorrogada, que está en manos de un grupo empresario argentino, Sadesa.


En los últimos años la participación comunitaria de los especialistas del Organismo Regulador de Seguridad de Presas (Orsep) fue menguando y no hay certezas sobre el control técnico de las presas.
Sería triste que volviéramos a los tiempos de retaceos en la información.


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