El debate por los “niños iPad”: ¿herramienta educativa o problemas disfrazados de entretenimiento?

En el instante en que se aburren, miran hacia arriba y, con tono dulce, preguntan “¿tenés jueguitos?”. Aunque puede que las tecnologías digitales hayan hecho mucho para salvarlos del aburrimiento y alivianan un poco el cansancio de los adultos, la psicología y las neurociencias emiten sus advertencias sobre el fenómeno de exceso de pantallas en los más chicos. 

Si bien a nivel social hay cada vez más conciencia sobre no juzgar los estilos y las formas de paternar de las personas, se difundió cierta alarma cuando las tablets pasaron a ser un elemento fundamental en la crianza de bebés e infancias. ¿Cuántos de nosotros no hemos visto en algún restaurante el iPad salvador que permite entretener a los más chicos y que la gente grande se pueda tomar un cafecito después de la cena? 

Aunque es posible que, como muchas cosas en la vida, usado con moderación no tenga muy graves consecuencias, hay algunos puntos para prestarle atención al fenómeno de los “niños iPad”, según algunos psicólogos, neurocientíficos y expertos en educación.


¿Qué se sabe desde la pediatría? 


De acuerdo con la Academia Americana de Pediatría (AACAP), los niños menores de dos años no deberían pasar tiempo frente a una pantalla en absoluto y los mayores no deberían superar las dos horas diarias. Al menos en el caso de los estadounidenses, la realidad está muy lejos de los números idílicos. Tal como vemos en este cuadro elaborado por Statista, los niños de dos a 10 años  pasan en promedio 18 horas a la semana jugando juegos que involucran pantallas (de acuerdo con sus padres).

Un nuevo estudio publicado en The Journal of the American Medical Association of Pediatrics (JAMA) sobre 7.097 parejas madre-hijo analizó la cantidad de tiempo que los niños pasaban en iPads o tablets, teléfonos, viendo la televisión o utilizando otro tipo de tecnologías y cómo se relacionaba con sus capacidades mentales y físicas a medida que se desarrollaban.

Respecto de los bebés de dos años o menos que pasaban hasta cuatro horas al día delante de una pantalla tenían tres veces más probabilidades de sufrir retrasos en la comunicación y la resolución de problemas. También eran 1,74 veces más propensos a tener una motricidad fina subdesarrollada y dos veces más propensos a no haber desarrollado adecuadamente sus habilidades personales y sociales.

En los niños de cuatro años que habían pasado más tiempo frente a una pantalla cuando eran bebés presentaban retrasos en el desarrollo de la comunicación, la motricidad gruesa y fina, la capacidad para resolver problemas y las habilidades personales y sociales.

Lo más interesante de este estudio es que halló que las dificultades no se debían a las pantallas en sí mismas, sino a una menor cantidad de interacciones cara a cara de los bebés con sus padres y otros seres humanos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda limitar a una hora diaria el tiempo que los niños de 2 a 5 años pasan frente a una pantalla,  garantizar que realicen actividades físicas y descansen adecuadamente.


¿Qué dicen las y los educadores?


Joanne Orlando, educadora infantil y doctora en filosofía, comenta en esta nota con ABC News que no sabemos tanto como se cree sobre el tema. «Sabemos cuáles son los riesgos, pero no los conocemos todos. Sabemos cuáles son los beneficios, pero no los conocemos todos», expresó.

Orlando afirma que sus investigaciones en hogares familiares han revelado que la mayoría de los niños reciben las pantallas como una herramienta de apaciguamiento sin supervisión, más que como una herramienta de educación consciente. «Los padres utilizan la tecnología para que los niños estén tranquilos o calmados. Según los estudios, esto ocurre en entre el 70 % y el 85 % de los hogares», explicó.

Esto responde en gran medida a una perspectiva antagonista a los estudios que recorrimos hasta ahora. Tal como vemos en esta nota de la revista Forbes, hay muchos casos de niños que crecieron utilizando las pantallas como fuente de información y como una herramienta que combinaba educación con entretenimiento, de modo que abrazaron el aprendizaje con entusiasmo. Según este punto de vista, los beneficios de las pantallas deberían tomarse en cuenta en el debate que, hasta ahora, fue totalmente acaparado por las preocupaciones. 

Susan Edwards, doctora en filosofía y directora del programa de investigación Futuros de la Primera Infancia de la Universidad Católica Australiana, no impone minutos u horas de pantalla, sino que recomienda encontrar un enfoque equilibrado.

«Incluso en situaciones en las que la recomendación se basa en el tiempo, el consejo sigue siendo asegurarse de que se preste atención a la calidad del contenido con el que se relacionan los niños, o lo que se denomina ‘co-visión’:sentarse e interactuar con los niños y, cuando ellos hayan terminado, que se hable y se revise el tipo de cosas que han hecho», propuso Edwards.


¿Y desde la psicología?


Sue Palmer, psicóloga y autora de Los chicos del siglo XXI: cómo la vida moderna los descarrila y cómo podemos devolverlos al buen camino, comentó que: “Si las vías neuronales que controlan las respuestas sociales e imaginativas no se desarrollan en la primera infancia, es difícil reactivarlas más adelante». 

Para pensar un poco más sobre la relación entre los responsables de la crianza y los hijos en torno a este eje, tenemos que tener en cuenta que la generación Z fue una especie de conejillo de indias. Quienes los criaron no sabían cómo combinar la infancia y tecnología, y no tenían por qué: no saben cómo es criarse en un mundo repleto de pantallas. De esta forma, quienes nacieron entre el final de la década del ‘90 y el principio de los 2000 se vieron inmersos de lleno en el mundo de la tecnología sin ser consciente de sus consecuencias (no sólo en cuanto a tiempo en pantallas, sino también respecto a la restricción de contenido).

Ahora, muchos lidian con comportamientos adictivos hacia sus teléfonos smartphone y eso afecta sus relaciones interpersonales, tal como se indaga en este estudio. La lección a aprender es la moderación y regulación de las opciones que ofrece internet. 

En un primer momento, pueden servir las restricciones en el teléfono de un niño a través de diferentes aplicaciones de control parental (que prohíben su capacidad de toparse con contenidos explícitos, por ejemplo). Pero a la larga, lo más probable es que estos chicos tengan la capacidad para sortear estas restricciones. El diario de la Universidad de Fordham (Nueva York) advierte que ahí es donde entran en juego la empatía y el vínculo entre los responsables de la crianza y los hijos. Una vez que los niños llegan a una edad en la que son más independientes, hay que mantener conversaciones sinceras y reales sobre los efectos de la adicción a la tecnología.


Este artículo fue publicado originalmente en RED/ACCIÓN y se republica como parte del programa «Periodismo Humano», una alianza por el periodismo de calidad entre RÍO NEGRO y RED/ACCIÓN.



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