El Cóndor y el recuerdo de esas primeras casas que devoró el mar 

El pueblo en torno al faro tuvo un pasado donde la naturaleza se resistió a dejar que los nuevos vecinos se instalen. Anécdotas y versos para saber qué pasó.

“Hubo otro hotel anterior/ también hecho de madera,/ sólo recuerdo de sus bases/aflorando en la arena./ Como tantas otras casas/ una creciente muy grande/ en un santiamén destruyó/ la ilusión de mucha gente/ que, ladrillo tras ladrillo,/ en la playa concretó/ ¿Por qué destino geográfico/ el mar tanto avanzó/ que las casas y los médanos/ en poco tiempo comió?/ Nadie lo supo explicar/ como tampoco nadie supo/ por qué aquel mismísimo mar,/ algunos años después/ se comenzó a retirar…/ ¿Será que estaba indicando?/ ¡Hasta aquí señores míos?/¡Soy dueño y mando yo!”, relató con simpática unión de versos Alberto López Kruuse en su escrito “Vivencias”, publicados por la Revista La Galera y cedidos para esta nota por el Museo “Emma Nozzi”. Habla de lo ocurrido mucho tiempo atrás en el balneario el Cóndor, cuando la fuerza del agua salada arremetió contra las primeras viviendas, a pesar de los intentos de sus dueños por resguardarlas.

Una foto rescatada en el Suplemento Fotográfico diseñado por el 99° Aniversario de RÍO NEGRO, destaca un recuerdo de estos acontecimientos, grabados a fuego en la memoria de los locales entrados en años. “De paseo, primero se llegaba a caballo o en carro. Hacia 1930, viedmenses construyeron las primeras casas, hoy devoradas por el mar. Así nació el balneario”, dice el epígrafe de la foto en la que se ve al poblador Luis Lehner, con una sombrilla en la mano, junto a otros amigos.

La historia de este sitio, hoy con delegación municipal dependiente de Viedma, se hizo también entre esas frustraciones, al ver cómo casi cíclicamente, la naturaleza se encargaba de imponer su autoridad sobre los intentos de urbanización. El relato lo repiten los seguidores del grupo de Facebook “Comarca Patagones – Viedma: un viaje al pasado”, donde por ejemplo, Susana Aguirre, compartió foto de la casa de los Bergandi, allá por 1930, “más o menos”, según estima. “¡Se la llevó el mar pese al esfuerzo del nono Bergandi para salvarla! Ahí está la nona y sus hijos, qué terrible debe haber sido ese momento, quedaba frente a la rotonda que dice «El Cóndor”, sostuvo.

Foto: Revista La Galera – Museo Emma Nozzi.

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Foto: Revista La Galera – Museo Emma Nozzi.

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Foto: Revista La Galera – Museo Emma Nozzi.

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Hubo otros que se sumaron a la temática y cargaron la responsabilidad de estos desastres a “los maremotos”, “la sudestada”, “la pleamar”. A su vez, hubo quienes buscaron ubicar dónde quedaron los restos de escombros cubiertos por la arena, tomando como referencia puntos más modernos, como el mástil de los Guardavidas en la década del ‘70 y la actual Calle 69 (en una villa donde casi todas las arterias están bautizadas con números y no con nombres).

Entre esas viviendas que se perdieron en la lucha con el agua, señalaron a las de Malaspina y De Rege. López Kruuse sumó entre esos primeros vecinos a Soler, los Guidi, los Inda, el doctor Hildemann, a Otto Lehner, a Baldizzone, los Malpeli, Doddi, la familia Lavalle, los Gallucci, “Campano en el borde, casi llegando a la playa y en lo alto de los médanos Don Pancho Illescas”. Sobre la casa de De Rege, ubicada al final del balneario, afirmó que era “señorial”, y la de Soler, “la más pituca de todas”, pero el primero de todos en asentarse dijo, fue el farmacéutico Jacinto Massini.

Sobre él escribió también la periodista especializada en gastronomía y turismo Silvina Beccar Varela, para “La Nación”. Contó que “llegó a Viedma como laico para contribuir en la obra de Don Bosco” y que “trabajó en el hospital San José junto al sacerdote «doctor» Evasio Garrone y Artémides Zatti” hoy convertido en santo. Citando a Pedro Pesatti en Histarmar, el portal de historia de arqueología marina, explicó que este poblador empezó en 1913 “a bregar para habilitar el libre acceso a las playas”, a pesar del rechazo que ejerció el dueño de las tierras costeras. “El 22 de junio de 1920 la gobernación de Río Negro le otorgó el primer permiso de construcción en uno de los lotes de la naciente villa veraniega y hasta la mitad del siglo XX el balneario llevó su nombre”, explicó la profesional. Finalmente, el 29 de diciembre de 1948 el gobernador Montenegro cambió por la designación actual.

Foto: Casa de los Bergandi – Grupo de Facebook «Comarca Patagones – Viedma…»

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Algunas con revoque trabajado, pisos y techos de pinotea, se alumbraban con las lámparas Petromax, a kerosene, cuando no había energía. En varios casos no estaban cerca del agua, sino que ésta era la que avanzaba de forma sorprendente. “A la casa de mis nonos se la llevó el mar en julio de 1951. No estaba sobre la playa, ocurre que el mar fue avanzando hasta ellos y después se retiró”, contó María Cristina Casadei, sobre la familia Bergandi, en el grupo de Facebook dedicado a la Comarca.

Cuando era niña”, siguió, “la marea crecida llegaba diariamente hasta el paredón que mi nono había hecho construir como protección. Si había Sudestada, el mar rodeaba el hotel Achavil y llegaba hasta la calle 4. Nadie me lo contó, estuve allí. Durante muchos años los restos de paredón permanecieron en la orilla hasta que la arena los fue tapando”. El recuerdo de esos escombros quedó en las fotos de tantos veraneantes que se sentaron sobre ellos para posar, un día cualquiera disfrutando desde la costa, cerca de la Ruta 1.

Foto: Paseo en la década del ’60 sobre los restos de las viviendas – Patricia Briones en el Grupo de Facebook «Comarca Patagones – Viedma…»

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