El Brote, el teatro de la inclusión que cumple 25 años en Bariloche
El grupo, que tiene su sala social en Bariloche, es referente por su fusión entre el arte y la promoción de derechos de los pacientes de Salud Mental.
A fines de los ‘90, la actriz, docente y directora teatral, Gabriela Otero, se propuso crear un grupo de teatro en Bariloche con una particularidad. Apuntó al arte como construcción de la diversidad y de empoderamiento y no solo como artículo de consumo.
De esta forma, 25 años atrás, nacía el grupo El Brote. “En general, los grupos de teatro están integrados por actores y actrices de clase media, como yo que he tenido acceso a instancias de capacitación y de disfrute del arte que me permitieron sentirlo como necesario para mi vida. Pero no todo el mundo tiene esa posibilidad”, expresó.
La idea tomó forma cuando una médica psiquiatra del área de Salud Mental del hospital Ramón Carrillo convocó a Otero para brindar un taller. “Ahí entendí que, con esto que se llama delirio, se podía construir arte. Me cautivó. El Brote se fue volviendo un lugar importante para la vida de estas personas porque era la posibilidad de tener otro rol social, además del de pacientes”, detalló.
¿Y por qué El Brote? Como metáfora. Más allá del momento de crisis que representa, se lo asume como oportunidad y surgimiento de algo nuevo. Otero explicó que quienes integran El Brote “venían de la exclusión por ser pobres y por locos. La locura está condenada socialmente y las personas son reducidas como pacientes de salud mental, como si fuera el único rol que pueden desempeñar en su vida. Son pacientes en sus casas, en la calle, en el barrio”.
El deseo de esta gestora cultural fue no solo conformar el grupo sino darle continuidad en el tiempo. Desde entonces, se fueron formando actrices, actores y animadores culturales de nivel. “Más allá del padecimiento psíquico, estas personas han logrado un trabajo que conmueve. Es un ejemplo vivo de que transformamos desde el arte”, agregó.
Durante estos 25 años, el camino nunca se perdió de vista. Más allá de los percances vinculados a la salud mental que una persona puede atravesar a lo largo de su vida, el foco siempre estuvo puesto en la construcción de un discurso teatral con una estética propia. En generar un espacio artístico y no terapéutico.
“No es arte terapia aunque siempre decimos que el arte tiene efectos de recuperación y de transformación”, resumió la directora y fundadora del grupo.
Códigos de convivencia
Con el tiempo, se superó la instancia del taller y se conformó un grupo abocado a la producción artística de calidad.
En 2011 se inauguró la sala de teatro social El Brote, construida con un aporte del Instituto Nacional del Teatro en un predio cedido en comodato por Parques Nacionales en la calle Beschtedt y Tiscornia. “Es la primera sala social del país por las características del grupo que la gestiona. Hacemos hincapié en una concepción de cultura que no es del espectáculo y del marketing sino una cultura de derecho, inclusiva y de la diversidad”, detalló Otero.
Lo difícil es sostener la tarea, muchas veces con poco apoyo o recursos. Y seguir haciéndola crecer. El Brote, a esta altura, ya es un árbol que dio frutos y otras semillas han quedado sembradas”.
Gabriela Otero
Añadió que hoy la responsabilidad sigue siendo doble ya que no solo importa que el quehacer sea comunitario y alcance a diversos sectores fuera y dentro de Bariloche sino la calidad artística de las producciones. Los aplausos emocionados al término de una obra y la invitación constante a participar en festivales de diversos rincones del país o de Chile y Uruguay confirman que se tomó el camino correcto.
«No hablamos de un reconocimiento social basado en el ‘Pobre gente, hace lo que puede’. Hablamos de un discurso artístico de calidad. La idea es que la gente que viene a ver una obra de El Brote con ciertos prejuicios pueda salir tocada en el corazón y el pensamiento y se cuestione esos prejuicios”.
Pero no todos son festejos en las “bodas de plata” de El Brote ya que su directora denunció el “desarme de la articulación histórica con la Secretaría de Cultura de Río Negro”. De los 5 docentes que sostenían, hoy se logran mantener apenas dos. “Hablamos de talleres abiertos a la comunidad, gratuitos. Una formación artística inclusiva y múltiples articulaciones con educación”, indicó.
“¿Cómo se sostiene una labor compleja comunitaria, artística, social que llega a tantas personas si los recursos se van agotando sin explicación? -planteó-. Hay una falta de comprensión de la cultura como cultura de derecho, inclusiva, como diversidad. Al mismo tiempo, destacó el apoyo de la Subsecretaría de Política Públicas para Personas con Discapacidad.
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