El “Autógrafo” de Don Jaime de Nevares al llegar a Neuquén
El día que asumió como Obispo de Neuquén se repartieron esas estampitas, dedicadas y firmadas de puño y letra. Toda una vida al servicio de las causas de los más desprotegidos.
De vez en cuando la caja de zapatos que resguarda “tesoros” se destapa y aparecen aquellas cosas que en algún tiempo guardamos y que hoy quizás, ya ni recordamos el motivo de por qué están allí. O tal vez sí, porque precisamente ese papel, esa cinta, esa foto tiene el poder de llevarnos a determinado momento de nuestra historia.
Eso fue precisamente lo que sucedió con una imagen del Obispo emérito de Neuquén, Jaime De Nevares. Su rostro fue retratado en infinidad de oportunidades, con miles y miles de expresiones y emociones.
Una de ellas cayó aquí desde la caja de zapatos que perdió su tapa. Se trata de una estampita que dio a conocer una familia neuquina y que se encargó de difundir Gabriel Dipp, que integra un grupo de Facebook encargado de recopilar la historia de Neuquén y de su gente.
“El día de la asunción como el primer Obispo de la Diócesis de Neuquén, entregaban dedicados y firmados de puño y letra estos souvenirs. 20 de agosto de 1961”, escribió Gabriel que integra la comunidad “Neuquén del Ayer”.
Del otro lado de la foto, está tal vez lo más valioso que viene a dar vida a este relato. “Agradezco de todo corazón las atenciones que los buenos Neuquinos tienen para su nuevo Obispo”.
A lo largo de su vida, Don Jaime habrá escrito miles y millones de textos, acompañados de su firma. Pero sin duda, ese fue el primer “autógrafo” que repartió el Obispo de Neuquén. De Nevares supo capturar el amor de los neuquinos desde el minuto cero y desde ese instante se lo demostraron.
Luego de ser nombrado por el Papa Juan XXIII, Obispo de la nueva diócesis de Neuquén (12 de junio de 1961), Don Jaime emprendió su viaje desde Buenos a General Roca en tren. Desde allí el 30 de septiembre, salió en caravana de autos hacia la capital neuquina.
Sobre la ruta que lo conduciría a su nuevo destino, a pocos metros de cruzar el río Neuquén, por el puente carretero, ya se avizoraba en el horizonte una multitud apostada sobre el camino.
Las crónicas de la época recuerdan que el Obispo cruzó el puente en un auto abierto y de pie. Ante el pueblo entusiasta que le daba su calidad bienvenida, se bajó del vehículo y besó la tierra.
Ese gesto tan simple de agradeciendo, que en él no era un ritual a repetir, iba a demostrar durante toda su vida, una entrega total.
Siempre estuvo involucrado con las causas de los más desprotegidos; los pueblos originarios, la situación de las personas encarceladas, la realidad migratoria que afectada a los trabajadores que llegaban desde otros lugares a la región. Impulsó la creación de la Pastoral Social, la Pastoral Mapuche y la Pastoral Carcelaria.
Le puso el pecho y el cuerpo a la gran huelga de los obreros de El Chocón en 1969. Frente al inminente golpe de Estado de 1976, abrió las puertas de la Catedral porque “alguien podría necesitar refugiarse”. Algunas de las obras que dejó Don Jaime y que no es necesario detallar porque son conocidas por todos.
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