El amante de la música que creó un club de vinilos en Roca

Oscar Rodríguez es carpintero y todos los días, luego de trabajar la madera, se deleita escuchando los discos junto a su hijo Levi. Desde hace años organizan ferias en la ciudad con otros 150 amigos que comparten esta pasión.

Después de estar cortando madera y lijando un mueble en el patio de su casa, Oscar Rodríguez busca uno de sus discos de vinilo y lo pone en su bandeja Pioneer. El sonido le fascina, es una experiencia mágica y con su hijo Levi comparten esta pasión.
Juntos formaron en 2015 el Club del Vinilo en Roca y desde entonces organizan ferias a las que asisten cientos de personas.

Oscar tiene 55 años y nació en Balcarce, provincia de Buenos Aires. De adolescente ya miraba con cariño los tocadiscos.
“En casa no teníamos. En un momento llegó una amiga de mi mamá y se quedó en una de las habitaciones. Ella tenía tocadiscos. Cuando no estaban, a escondidas ponía algún disco y jugaba con la velocidad, sonaba como una ardilla, me llamaba la atención”, recordó.

Tiempo más tarde se coló a un cumple de 15 y vio la presentación de un disc-jockey cuando pasó varios temas entre ellos uno de Roque Narvaja.
“Fue algo mágico pero después vinieron los problemas porque mi papá no podía comprar los equipos, eran caros”, contó.

Oscar no se dio por vencido porque “él que insiste llega y llegué”, dijo orgulloso.
En su casa cuando tenía 14 años, su familia compró un combinado, ahí descubrió el sonido estéreo. “Ese tocadiscos era un Valvular, si bien la púa no era muy buena, tenía su calidad”, describió.

De adolescente solía llevar la música a los campos.

Después junto a un amigo su padre comenzaron a musicalizar los primeros eventos. “Íbamos a los campos, a las fiestas patronales o los cuadrangulares que terminaban con baile. A la mañana se jugaba al fútbol, al mediodía se almorzaba y seguía la fiesta”, relató.
Oscar ponía la música junto a su primer maestro Hugo de la Torre.

“Vi la simpleza de trabajar con las dos bandejas. Íbamos de campo en campo y los hacíamos bailar, con Palito Ortega y Juan Ramón”, contó.
El bonaerense además aprendió el oficio de la carpintería durante siete años. Tras pasar horas trabajando solía esperar los nuevos discos muchas veces cubierto de aserrín y viruta.

Desde los 12 años Levi Rodríguez es un apasionado por los vinilos.

Los años pasaron y Oscar hizo el viaje a la Patagonia. Su intención era vivir en la zona cordillerana para trabajar la madera pero no lo logró porque le resultaba costoso. Un amigo de Roca lo invitó al Valle y se quedó a vivir en la ciudad.

Sus cajas de vinilos y bandejas quedaron guardadas. Hasta que su hijo de 12 años Levi encontró uno de los discos y le pidió escucharlo.
“No tengo la púa de la bandeja vamos a ver si conseguimos una”, le contestó.
Justo en una de las cajas había una púa, y escucharon el disco con el amplificador Pioneer. “Armé la bandeja y redescubrí el sonido del vinilo, esto fue hace 10 años”, contó emocionado.

Junto a su hijo Levi musicalizan eventos.

Más tarde con su hijo escucharon que había una feria del vinilo en Neuquén. “Fuimos a la segunda feria, nos volvimos locos porque había discos por todos lados y casi no nos quedaba dinero para volver en colectivo”, recordó.
Esto los motivó y crearon El Club de Vinilo en Roca en 2015. “Éramos un grupito de siete personas pero teníamos el potencial de un dólar bajo. Además en la feria juntamos hasta 8 feriantes”, detalló.
Actualmente integran el club 150 miembros.

“Antes de que las ferias abrieran, cuando todavía estaban acomodando todo, llegaban los fanáticos, aprovechaban porque el primero podía llegar a encontrar alguna perlita”, señaló.
“Somos todos coleccionistas, soy comprador compulsivo”, reconoció.

Con su hijo musicalizan eventos como cumpleaños y casamientos. “Nos llaman personas de 40 a 50 años que pueden entender un tema de las décadas de los 80 o 70”, contó.
A fin de año quieren hacer la feria N° 16 de vinilos

Oscar describe orgulloso sus bandejas.

Un presupuesto

Muchos discos son importados y otros se produjeron en el país. “Un disco importado ronda de los 20 a 50 dólares”, contó.
Hay algunos que van desde los $4.000 a los $10.000.
“Hay ediciones nacionales que son más baratas pero siempre el importado sonó mejor”, admitió.
Oscar señaló que el furor del regreso de los vinilos comenzó hace 15 años en el mundo y hace 10 en Argentina.

Para poder disfrutar de esta experiencia se necesita una bandeja que se vende a partir de los $20.000 y una púa de $5.000, además de los discos.
“Sino se puede ir armando la cadena de audio con equipos de más de 40 años. Estos equipos que tengo son 1979”, contó.
La velocidad de reproducción puede ser de 33 o 45 revoluciones por minuto.
“Lamentablemente no te podés llevar nada de esto a la otra vida”, expresó fascinado.


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