Egresó en la Universidad del Comahue y a los 12 días estaba volando a la Antártida a hacer patria

Con 27 años, Luss pisó la base científica argentina y se aún se aclimata a los 20 grados bajo cero, recién recibida de bióloga marina en Río Negro. Todo empezó en su provincia natal, Santiago del Estero; desde donde recorrió miles de kilómetros persiguiendo un sueño.

Hace 190 días que vive sobre la mayor reserva de agua dulce de la Tierra y no hay momento en el que Luss Salatino deje de repetir lo fascinante que es habitar ese suelo. Frío, inhóspito, a veces inhumano, pero increíblemente maravilloso: un continente aislado, rodeado de tanta agua y tanta vida, con paisajes majestuosos y de inframundo.

Como bióloga marina, le queda un largo tramo en la Antártida, como habitante de la base científica nacional Carlini. Llegó el 28 de diciembre y estará hasta febrero de 2025. En esos trece meses, su misión como invernante científica técnica -junto a una colega bióloga de Neuquén- es realizar trabajo de campo y tareas para contribuir a diferentes investigaciones que permiten el avance científico.

Como egresada de la Escuela Superior de Ciencias Marinas (Escimar) de la Universidad Nacional del Comahue (UNCo) en San Antonio Oeste, es la primera en vivir una experiencia profesional en el frío continente. Hace pocos días, Luss brindó una charla virtual por el Día de los Océanos, en remoto desde la base, dirigida a los estudiantes de la universidad.  

Colonia de pingüinos en la Antártida.

«Actualmente estamos a cargo de unos once proyectos, algunos de ellos ya tienen más de 30 años, por lo que la toma de datos depende puramente de las personas que venimos a pasar el año en la Antártida”. 

María Luss Salatino, bióloga marina egresada de la UNCo en la Antártida.

Ella nació en Santiago de Estero, donde vivió hasta terminar el secundario. “Siempre me gustó la naturaleza, los animales, estar con animales”, contó y así inició su proceso para decidir qué quería para su futuro. Llegó a la biología marina sin conocer el mar, pero sentía que la atrapaba. La carrera de Licenciatura en Biología Marina estaba en Río Negro, muy lejos de su casa y a pesar del enorme sacrificio, decidió embarcarse en la aventura sureña a los 17 años.  

“Por suerte siempre tuve el apoyo de mi familia, que sin ellos nada hubiera sido posible, desde el día uno, me bancaron en todo y me apoyaron todos los años universitarios”, contó. Con el sostén fundamental de su abuela, logró vencer las distancias hasta que llegó a la recta final, con la tesis y así logró recibirse.  

“Mientras estaba con mi tesis de grado y proyectando más o menos en qué fecha recibirme, me postulé por segunda vez para venir a la Antártida”, contó. Llegó seleccionada por el Instituto Antártico Argentino (IAA) que anualmente busca biólogos, estudiantes avanzados o licenciados. La primera vez que se inscribió no le había ido tan bien, pero en 2023 quedó preseleccionada y pasó a una instancia formal.  

“Tenía mi cabeza dividida en terminar la tesis y defenderla; y a la vez hacerme los estudios y la preparación que implica venir a Antártida”, recordó sobre el final del año pasado. Así fue como Luss, en un abrir y cerrar de ojos logró todo lo que había soñado en cuestión de días: defender su tesis un 14 de diciembre y el 27 de diciembre estar abordando el avión para llegar a la Antártida.  

Luss en pleno trabajo de laboratorio en la base.

El viaje por tierra, aire y mar hacia su sueño


La travesía empezó en la Brigada Aérea «El Palomar», provincia de Buenos Aires el 27 de diciembre. Partió en el avión militar “Hércules” hacia Río Gallegos, Santa Cruz, donde hizo noche. En el mismo aeroplano cruzó a la Antártida y aterrizó en la base Aérea Antártica de Chile Eduardo Frei. El último trayecto, a la base Carlini fue en barco y botes.

“Para mí, estar viviendo en la Antártida es cumplir el sueño. La vida acá es muy diferente a la del continente, pero tratamos que no sea así, de tener días normales, ya sea desde festejos de cumpleaños, la convivencia o a la vida normal como en el continente”.  

María Luss Salatino, bióloga marina egresada de la UNCo en la Antártida.

Están a 3.100 kilómetros de Buenos Aires, pero expuestas a temperaturas extremas de hasta -18 grados centígrados. La sensación térmica es de 30 bajo cero. Tienen pocas horas de luz y el viento es un factor determinante. Cambian radicalmente las dietas ya que no hay frutas ni verduras frescas: consumen enlatados, conservas o carnes congeladas. Todos sus movimientos están monitoreados las 24 horas.

Las tareas cotidianas para contribuir a la ciencia


“Lo que hacemos acá en la base es realizar toma de muestras y su procesamiento, luego tenemos una etapa de laboratorio. Recolectamos todos esos datos y los enviamos a los responsables de cada proyecto”, resumió Luss. Toman muestras para analizar diferentes componentes, variables físico-químicas, fitoplancton, zooplancton, ascensos costeros de mamíferos marinos como focas, lobos y elefantes.

La base argentina Carlini, en la Antártida.

En laboratorio, procesan muestras recolectadas y las almacenan para luego ser enviadas al continente en el verano, donde recién pueden ser sometidas a una evaluación completa. Mes a mes envían datos. Las tareas de campo incluyen navegaciones y caminatas de varios kilómetros para hacer censos de aves y mamíferos marinos.  

La base Carlini es la principal base nacional y se la considera un “laboratorio natural”. Está localizada en la isla 25 de Mayo, en el archipiélago de las Islas Shetland del Sur. Ahí hay investigación científica permanente. Argentina tiene una larga historia de presencia en la Antártida, con 13 bases permanentes y temporales, lo que solo es posible si hay presencia humana de investigadores y científicos dispuestos a enfrentar las difíciles condiciones de vida. «Estar acá es afirmar nuestra soberanía en este territorio. La ciencia es soberanía y sin ella no hay futuro”, cerró.  

Por qué es tan importante investigar en la Antártida


Las extensas áreas de hielo blanco de la Antártida actúan como un importante regulador climático, reflejando los rayos solares de vuelta al espacio y evitando así el sobrecalentamiento global: por eso es crucial para el equilibrio del planeta.  

Sus mares desempeñan un papel fundamental en la absorción de carbono de la atmósfera, contribuyendo a mitigar los efectos del cambio climático, aunque esto ocurre mientras los humanos y sus actividades a nivel global aceleran estos procesos generando impacto negativo.  

Los impactos del cambio climático global se manifiestan en la Antártida con el derretimiento acelerado de los glaciares y la pérdida de capas de hielo, lo que contribuye al aumento del nivel del mar a nivel mundial.  


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