Dos arquitectas de Neuquén se recibieron en Córdoba con una tesis sobre el daño a los humedales
Abordaron el tratamiento urbanístico del arroyo Todero. El trabajo advirtió el avance sobre el río desde el 2006, la pérdida de biodiversidad y degradación del suelo.
Neuquén tiene dos arquitectas, recién recibidas, que son del interior y que eligieron un brazo del río Limay en la ciudad capital para trabajar el último tema teórico que le pidieron en la facultad y con el que lograron la puntuación máxima antes de recibir su título.
El humedal del brazo Todero, en Valentina Sur rural, fue el escenario del trabajo a lo largo de casi un año, para el final de la tesis.
Lo que más les gustó como desafío fue que en el lugar convergían varias de las problemáticas para analizar, desentrañar, y ofrecer planteos teóricos y estrategias de acción para demostrar lo aprendido.
Malen Ércole es de Junín de los Andes y Micaela Cofré de Chos Malal.
Hasta el año pasado estudiaban en la Universidad Nacional de Córdoba la carrera de arquitectura. Este año regresaron a la región, cada una a su localidad, con el título bajo el brazo y un final logrado con un 10.
Explicaron que eligieron la ciudad más grande de la provincia por la escala que tiene el río Limay dentro de la capital, el crecimiento que tiene la metrópoli y que es un lugar replicado en otras ciudades, como un ejemplo.
“Aquí muchas problemáticas están sucediendo y confluyen, en otros lugares, nos quedábamos con algunas dudas”, explicaron.
Ampliaron que a pesar de contar con lugares naturales de impresionante belleza, la ciudad se la muestra turística por la variedad y explosión de comercios y por ser un lugar de gestión como capital provincial.
“Es como que dejaron un poco de lado estos lugares naturales que le dan tanta belleza”, analizaron. Y reforzaron que “siendo la puerta de la Patagonia, muchas veces los visitantes no se enteran que hay un río”.
Y un aspecto fundamental que decidió la elección del lugar de estudio fue que “varias de las problemáticas, tienen una posible solución todavía. No está perdido el lugar”, señalaron
El brazo Todero es un antiguo desvío del cauce madre del río Limay que se metía en el territorio y volvía a salir en las inmediaciones del Sandra Canale (en el área de parrillas) pero que actualmente tiene formación de “lagunas detenidas y contaminadas”, según describieron las jóvenes.
Marcaron que a lo largo del trazado vieron tala de flora, mucha basura, rellenos, pérdida de la biodiversidad y construcciones que hacen que esos rellenos sean un impedimento de acceso al río.
Tras una breve historia del inicio de los “taponamientos” en el curso a partir de 1968 y una intensa descripción de flora, fauna y el contexto de la desaparición de los humedales como un problema global, abordaron la necesidad de delimitar el lugar y hacer que “la delimitación de lo natural, funcione. Con estrategias arquitectónicas tanto del paisaje como a partir de la naturaleza existente, buscar el modo de frenar el desarrollo urbano”, plantearon.
Detallaron el avance de lo urbano en el río Limay entre 2006 y 2024 y la transformación del paisaje en ese periodo, entre otros ejemplos, con la introducción de especies exóticas que fueron desplazando a las nativas.
El trabajo abordó la topografía del Valle, las bardas, los cañadones y hábitat del Limay, con los constantes vertidos y amenazas a la biodiversidad y ecosistemas.
Hubo un sondeo de las privatizaciones y construcciones en el río, el incremento de las actividades urbanas y de los vertidos cloacales, la proliferación de basurales a cielo abierto, con amenaza a la biodiversidad en toda la extensión.
“La acción antrópica del hombre arrasó con las zonas naturales: los acceso vehiculares que no están planificados, sumaron dispersión. Es destacable la recuperación del espacio peatonal por todo el río”, manifestaron.
La enumeración de problemas de acciones humanas continuas como taponamientos del curso de agua, el vertido de escombros y cómo proliferaron puentes que en realidad son rellenos que fueron ocupando la zona inundable.
“Hubo corte del flujo de agua y pérdida de biodiversidad, a la vez que degradación del suelo”, puntualizaron.
Insistieron con que, a pesar de que el Todero es un ejemplo del avance urbano constante y una amenaza a los valles de inundación, el lugar continúa con una riqueza de flora, fauna y diversidad biológica.
“Cómo renaturalizar, conectar los medios naturales con los urbanos” fue el desafío para la continuidad del trabajo de grado. Hicieron entonces un planteo de espacios diferentes con áreas intermedias de transición donde pudieran convivir ciudad con naturaleza, sin que impacte el uno sobre lo otro.
Se preguntaron por qué lo humano debe ocupar todos los espacios y por qué no enfocar la vista en las necesidades de la naturaleza.
El desafío será, indicaron, generar una simbiosis de paisajes y especies. Generar un lugar ecológico urbano. La propuesta fue dejar de tapar los humedales.
“Con el agua como eje estructurante del proyecto, no controlarla, sino adaptarnos a su condición; buscar una transición hacia lo natural y sus entornos, consolidar el humedal como un brazo del río, remediar, poner en marcha la infraestructura como soporte de espacio público e integrar al habitante en diferentes áreas de uso, ver programas educativos recreativos que van desde zonas linderas y pegadas a lo urbano, a zonas donde no se podrá llegar: considerar que hay lugares que se pueden ver pero no acceder, para permitir la reproducción y continuidad de la vida silvestre”, insistieron.
Señalaron en un mapeo los sectores intermedios, las conexiones comunes, las de coexistencia (lo más cercano a los barrios urbanos) y áreas de investigación, educación y recreación sostenible.
“Que una construcción no atraiga más construcción, establecer límites de expansión barrial” para lograr cambios hacia actividades compatibles con el entorno natural.
Enlistaron emprendimientos “que están en medio del río generando actividades que no tienen nada que ver” con el curso natural del agua y por ello plantean un cambio hacia actividades compatibles, entendidas de respeto al mismo lugar en el que se está viviendo. Los ingresos vehiculares a lotes ganados al humedal, como campings, pueden ser modificados, plantearon.
En su propuesta de estudio, aseguraron que “la arquitectura debe ser sostenible, paisajística, prever diferentes ecosistemas generando áreas disímiles”, indicaron.
Según describieron, fue el enfoque y la creatividad lo que les valió las felicitaciones al término de la evaluación. Mencionaron que se les ponderó la mirada ecocentrista por sobre la postura antropocentrista, el cambio de eje en la vista arquitectónica y volcar la mirada a la naturaleza como base del trabajo.
Dejar de replicar hormigón en las zonas naturales
El trabajo final les llevó más de un año desde que decidieron centrar la propuesta arquitectónica en el hallazgo de acciones vinculadas a lo natural y “dejar de replicar cosas de hormigón en sectores naturales”.
El desafío -a dúo- fue el respetar el entorno donde se va a construir y evaluar que si hay lugares que no son adecuados, es “porque no son construcciones adecuadas” para llevar a cabo, compartieron.
Ejemplificaron que, si se busca levantar una edificación en un lugar donde se inunda, “los rellenos no son la solución, no le hacen bien a nadie”, sostuvieron.
Dejaron en claro que, en su opinión, la canalización del brazo de un río o lo que pudieron observar de los puentes que se erigieron por sobre el humedal “fueron pensados para la movilidad -el ingreso con autos- no para el soporte natural. Hay que buscar en aquellos lugares la movilidad sostenible: la gente que camina o anda en bici”.
Compararon los hechos consumados con la canalización del Arroyo Durán, un proyecto “que trajo y trae muchas problemáticas, como que le llegan aguas cloacales en varios puntos, también con muchas problemáticas”, ejemplificaron.
Micaela Cofré y Malen Ércole insistieron en que la ciudad capital tiene muchos lugares naturales de imponente belleza para apreciar y resguardar.
Ya fuera del trabajo teórico y práctico en la esfera universitaria, las jóvenes comenzaron con sus primeras actividades profesionales. La dedicación que les insumió el trabajo sobre el brazo del río Limay les abrió caminos en otros sectores académicos para presentar sus ideas arquitectónicas sobre urbanismo y los humedales.
“Voy a seguir donde me lleven estas prácticas sostenibles, porque me gustan. Pienso trabajar teniendo en cuenta edificación y contaminación, generar un cambio, tratar de impactar lo menos. Los arquitectos generamos grandes impactos en los sitios que intervenimos, busco cambiar la idea de este tipo de construcción”, dijo Micaela.
Por su parte Malen aseguró que, ya de regreso en Junín de los Andes, buscará volcar y transmitir en su localidad lo estudiado.En el trabajo sobre el brazo Todero, analizaron medidas de remediación en los sectores fuertemente afectados y propuestas de generación de jardines de lluvia, canales de bioretención para juntar agua y reutilizar en épocas de sequías, y aciones para colaborar con la continuidad de la vida silvestre en lagunas de retención. Idearon mantener los espacios de praderas y pastizales, bosques y forestaciones nativas. Y en los sectores bajo inundación, plantean alternativas de depuración de agua, prever medidas para los sectores de inundación, facilitar la nutrición del suelo en los jardines de lluvia, para ir reciclando naturalmente la continuidad de la zona.
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