Destacan el sistema de efluentes cloacales en el volcán Lanín

Guías de Montaña desarrollaron una experiencia innovadora en uno de los campamentos del volcán. Los resultados fueron favorables y el modelo será replicado por otros cerros como el Aconcagua y el Domuyo.

La falta de agua corriente, las bajas temperaturas y la escasa presión de oxígeno dificultan el manejo de los residuos sanitarios en la montaña. Tiempo atrás, un grupo de la Asociación Argentina de Guías de Montaña (AAGM) de San Martín de los Andes desarrolló una experiencia innovadora en uno de los cuatro campamentos del volcán Lanín, ubicado a 2300 metros sobre el nivel del mar, a los que se accede antes de conquistar la cumbre.

Es un lugar muy hostil, aparentemente desértico, expuesto a los fuertes vientos y las bajas temperaturas. Es la parada obligada para pasar la noche antes de atacar la cumbre. Y entre otras cosas, el campamento gestiona los residuos de los montañistas que se alojan en el lugar”, indicaron.

Hasta 2020, solo había una letrina en el lugar. Dos años después, los guías pusieron en marcha una “abonera aeróbica” (que transforma los excrementos sólidos en abono o tierra mejorada) y un lecho nitrificante para la orina.

Los resultados positivos que arrojaron los estudios ambientales llevaron a que este modelo quedara en la mira de otras áreas protegidas como el volcán Domuyo, en Neuquén, Aconcagua y Cordón del Plata, en Mendoza, con el desafío de replicarlo.

Hasta ahora, en el Aconcagua los residuos eran extraídos en tambores que, a su vez, eran transportados por helicópteros. En Neuquén, por ejemplo, estudian la posibilidad de dejar atrás el sistema actual conocido como “tubo caca”, que obliga a cada usuario a transportar sus propios residuos en tubos herméticos.

“Sucede que las montañas tienen cada vez más visitantes. Cuando no hay tanta afluencia de gente, la misma montaña gestiona los residuos. Esto no es posible en lugares como Lanín o Aconcagua , por ejemplo”, sintetizó Christian Aprea, integrante de la Asociación Argentina de Guías de Montaña.

Advirtió que después de la pandemia, empezaron a registrar más y más ascensos al volcán Lanín. Por eso, desde Parques Nacionales pidieron mejorar la gestión de los residuos sanitarios en altura.

El modelo del volcán Lanín será replicado por otros cerro. Foto: gentileza

“En ese momento, teníamos un pozo letrina identificado por una pirca que funcionaban bien. Algunas personas iban ahí; pero otras se alejaban buscando intimidad. Parques quería ir más allá y que la montaña tuviera un correcto manejo”, subrayó.

Si bien en los bosques es común la implementación del baño seco, esta iniciativa no funciona en altura ya que, debido a las bajas temperaturas y una menor presión de oxígeno, la descomposición es menor.

En un principio, se evaluó el método implementado por algunas áreas protegidas donde la gente baja los residuos. “Por nuestra experiencia, esos métodos no terminan siendo eficientes y traen aparejados otros problemas. Por un lado, la gente se esconde y no usa el ‘ tubo caca´. Por otro lado, esos residuos patógenos se van acumulando abajo, sin tratar. No tenemos la madurez cultural para que ese sistema sea eficiente”, manifestó Aprea.

El desafío fue crear una mejor estructura para que la práctica de ir al baño fuera más amigable.

“Decidimos trasladar en helicóptero una estructura fija desarmada y armarla arriba. La idea fue hacer una separación de los residuos: que el pis fuera por un lado; la caca, por otro y taparla con aserrín. Cuando ese balde se llena, el refugiero lo vacía en una abonera que tiene ingreso de aire”, detalló Aprea.

El campamento está ubicado a 2.300 metros sobre el nivel del mar. Foto: gentileza

En qué consistió

A pocos metros del campamento del Lanín, se instalaron unos tachos de 20 litros que se colocaron adentro de un inodoro que “tiene como un embudo”. “Si uno hace pis va por otro lado y no al tacho. Esto, por una cuestión química, es clave para que el sistema funcione. Los residuos sólidos van al tacho y se tapan con aserrín. Los papeles van a otro tacho que luego se quema o se baja de la montaña”, especificó Aprea.

Cuando el tacho con los depósitos y el aserrín se completa, éste se vacía en la abonera, unos tambores de plástico de 200 litros que están perforados y colocados dentro de una estructura de madera, tipo pallets, que a su vez está señalizada por una pirca. Ahí se comienza a compostar.

Tras dos años de pruebas y mejoras, María Cristina Frugoni, técnica forestal y profesora de Edafología en el Centro Regional Universitario de San Martín de los Andes, dependiente de la Universidad Nacional del Comahue, realizó estudios biológicos del suelo en la zona de refugios. Los análisis demostraron rendimientos altamente favorables, lo que evidenció que, frente al aporte de materia orgánica, ocurren procesos de descomposición.

“Fuimos convocados por el Área de Conservación del parque nacional Lanín ya que querían mejorar el sistema de sanitarios en la zona de los refugios, con la idea de implementar un sistema de tratamiento de materia fecal y orina que no impactara en el ambiente”, indicó Frugoni.

En ese momento, propuso evaluar si la condición del suelo favorecía la descomposición de la materia orgánica. “Primero había que ver el nivel de desarrollo del suelo a esa altitud, con un clima limitativo y confirmar si había organismos descomponiendo materia orgánica en ese ambiente. Tomamos muestras del suelo en distintas situaciones: suelo desnudo, con escasa cobertura vegetal y en la zona donde estaba la antigua letrina en la que se había acumulado materia fecal”, describió la técnica forestal.

Los resultados arrojaron que, en las zonas de acumulación de materia fecal y en las áreas donde había matas de vegetación “había descomponedores”; mientras que en el suelo desnudo “no había nada”.

“En definitiva -concluyó- en esos ambientes era esperable la descomposición de materia orgánica. Por eso, los guías propusieron hacer un compostaje de la materia fecal en la zona de baños que ellos construyeron”.

Insistió en la necesidad de monitorear esos procesos ya que no existe información científica sobre qué ocurre con la descomposición de materia orgánica en los ambientes de alta montaña.

“Se va generando nueva información sobre la base de avanzar en el tratamiento sustentable de materia fecal. Y lo están replicado otras montañas. Estas primeras informaciones nos indican que frente a la presencia de materia orgánica, hay actividad biológica que la está descomponiendo y es un indicador favorable respecto al tratamiento que realizan con el compostaje”, concluyó Frugoni.


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