Desde los inhóspitos parajes del interior de Neuquén logró que los niños y niñas sigan estudiando

Se enteró de la existencia de las becas provinciales "Gregorio Álvarez" y a pulmón logró inscribir a 90 pequeños de la comunidad mapuche Millain Currical, ubicada entre Loncopue y Caviahue. Podrán iniciar el ciclo escolar o finalizarlo.

Las becas «Gregorio Álvarez» son una instancia impulsada por el gobierno provincial para que niños, niñas y adolescentes puedan completar o retomar la trayectoria escolar. Además, incluye a adultos que en algún momento dejaron su proceso de escolaridad. Y allí estaba Adolfo Dinamarca, integrante de la comunidad mapuche Millain Currical, asentada entre las localidades de Loncopué y Caviahue. Fue él quien se puso la campaña al hombro, recolecto información de las familias de su comunidad, armó legajos, viajó a Neuquén y hoy consiguió que 90 chicos puedan ser becados para estudiar.

Adolfo presentó las carpetas de niñas y niños de los niveles primaria, inicial y medio de las escuelas 110 de Pichaihue, 6 de Huncal, 330 de Trahuncura; y del anexo del Cpem 98 que funciona en la escuela de Huncal. Todas y todos terminaron becados. Adolfo no lo dudó y fue por todo. Lo logró.

“Llevo el apellido de mi mamá, doña Ana Rosa Dinamarca, artesana, hija de don Pedro Dinamarca. Tengo el apellido de ella porque cuando yo nací ella todavía estaba soltera. Ella no sabe leer ni escribir, no fue a la escuela», contó. Y tal vez allí germinó lo que hoy lo llevó a pensar en las generaciones futuras de su comunidad.

Desde adolescente se involucró con las necesidades de su comunidad. Una de ellas claramente fue la falta de educación. Cuando se enteró sobre las becas provinciales, se encargó junto a su esposa de realizar las encuestas en las familias para detectar quienes habían abandonado la trayectoria escolar o nunca la habían iniciado.

“Resolvimos hacerlo de esta forma porque la mayoría de las familias en el resto de las localidades contaban con ayuda cercana, de la municipalidad o algún otro organismo. Nosotros no teníamos esa posibilidad, además de que a algunos padres se le hacía muy difícil la comunicación y el entendimiento en el uso del internet y de las redes sociales, así que tomé la decisión y agarré un colectivo y me fui para Neuquén con toda la documentación. Antes llevamos al juez de paz para que las familias firmaran la declaración jurada en el mismo lugar; eso lo hicimos un día en Cajón Chico y otro en Portezuelo, que son los dos lugares más concurridos de la comunidad», contó sobre la instancia en el que las familias debía completar un planilla para ingresar como aspirantes. Adolfo no le tuvo miedo a nada.

Buscó donde logar imprimir los papeles, los llevó casa por casa y luego se vino a la capital. Era una oportunidad que no se podía desperdiciar, de eso estaba seguro. Y en este proceso el apoyo de su compañera de vida, Fátima Carrizo fue fundamental.

«Todo empezó cuando Adolfo estaba en la veranada y yo acá en Neuquén. Vi en redes sociales lo de las becas y se lo mandé. Teníamos el problema de que por falta de internet no podíamos obtener los certificados de alumno regular de los chicos, porque las clases ya habían terminado, entonces se me ocurre hacer lo de las declaraciones juradas. Había que hacer los trámites por intermedio de una computadora, porque por teléfono era bastante complejo. Además, la gente no maneja teléfonos de alta gama y si tienen son básicos y muy viejitos. Y para este proceso había que tener internet, luz, una compu o un teléfono; y son cosas que no hay en la comunidad”, dijo la mujer.

Comenzó la logística comunitaria, porque además se requería que un juez de paz certificara la documentación presentada, cuestión que no es fácil de conseguir en las comunidades del interior más profundo de la provincia de Neuquén. Pero se pudo. Ellos pudieron.

Nos dividimos las tareas, él se encargó de buscar el juez y llevarlo a la comunidad para hacer las declaraciones juradas; y mientras tanto me iba mandando las fotos de los documentos de los grupos familiares. Con la foto de los documentos y los grupos familiares armamos un listado de familias, yo sacaba lo necesario de las webs del CPE y de ANSES y lo íbamos guardando todo en un archivo digital, después los mandamos a imprimir y armamos las carpetas por familia. Recuerdo que estábamos muy justitos con los tiempos. Adolfo se vino a Neuquén con una parte de la documentación. Juntamos la otra y fue hasta becas y pidió ayuda para cargar todo por sistema. Y así se logró inscribir a todos los chicos”, contó Fátima.


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