«Decir adiós es crecer»
Nacemos con un organismo, con cierto funcionamiento. Un cuerpo; es aquel que va desarrollándose a medida que la experiencia con el entorno se constituye. Contamos con genética, ofrecida por nuestros antepasados y la combinación de ambos padres. Nuestro cotidiano, el lugar donde vivimos y sus características, hacen lo propio para transformarnos, al mismo tiempo que modificamos nuestro entorno.
¿Cuánta conciencia tenemos de esto? Cumplimos obligaciones sin detenernos en observar nuestro ser.
Es tan fácil romper un corazón
Observar es eso. Simplemente. No juzgar, no cuestionar. Reconocer, mirar.
Tal vez, si reconocemos nuestro aire, nuestro cuerpo, único como las huellas digitales, no haría falta tanto consumo externo.
¿Con cuanto de chatarra se llenan nuestros días? Chatarra de alimentos, pero también de consumos generales como: qué leo y qué de todo eso me hace crecer o me contamina. ¿De qué me alimento? ¿Qué vínculos me estimulan en la vida y cuáles me intoxican? ¿Por qué?
Preguntarse sin cuestionarse o esperar una respuesta inmediata es el desafío actual.
Algo que, a criterio personal, nos plantean algunos jóvenes en su “no hacer”.
Esos jóvenes que se preguntan sin la posibilidad de accionar. Los que se revelan ante el sistema pero que no logran plantear uno nuevo.
Qué escribimos, qué leemos…
Quizás estamos atravesando otro tiempo bisagra en el cual coinciden y se ven dos sistemas antagónicos: hacer en forma compulsiva y no hacer en forma sistemática. Ambos en sus extremos sufren. Uno por no poder parar, el otro, por lo contrario.
¿Encontrar el punto medio sería el equilibrio? ¿El estado más saludable?
Para hacerlo, para encontrar ese camino y recorrerlo, tenemos que saber que contamos con dos aliados, en general despreciados o rechazados. La frustración y el duelo. Intentaré ampliarlo y ser clara.
Cuando necesitamos o deseamos hacer un cambio, suele generar temor o miedo. El miedo es el rojo que nos paraliza, mientras que el temor nos da el amarillo de la precaución. El verde sería el hacer y comienzan las dudas. ¿Y si no es lo que quiero? ¿Si me va mal y después sufro? ¿Si pierdo tiempo?
Cuando la edad adulta nos atraviesa, sabemos que, si hay algo que enseña, son los errores y la frustración. Sin embargo, convivir con ella, aunque sea un corto tiempo, es incómodo. Nos saca de nuestro lugar de comodidad, conocido. Adaptarnos a un nuevo modelo, cualquiera sea, incluso tomar un nuevo hábito, implica despedir a un modelo anterior, dar muerte a algo que nos acompañó. La muerte, incluso hasta de una creencia, nos hace sentir un poco desnudos, sin defensas que nos acompañaron hasta ese momento de cambio.
Evaluar
“Decir adiós es crecer” nos dice eternamente Gustavo Cerati y concuerdo acompaño y abrazo. Despedir a ese hábito, vínculo, pensamiento o acción que por alguna razón no nos hace bien, hace crecer, por ende, la vida se apodera de nosotros y nos traslada directamente hacia una evolución, tan ligada a la independencia.
Laura Collavini
Psicopedagoga laucollavini@gmail.com
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