De técnica de laboratorio a coach en Neuquén: cómo encontró Claudia Comba su pasión tras ser despedida

Claudia Comba tiene un historia de reconversión. Conocela.

De la noche a la mañana, le dijeron que estaba despedida. Desde hacía 11 años, Claudia Comba trabajaba como técnica en un laboratorio de análisis clínicos en una maternidad de Neuquén. Lejos de alarmarse, esta mujer, madre de dos pequeños niños, tomó el anuncio como una oportunidad.

“El año pasado, con tres días de antelación, nos dijeron que la sede cerraba. Me lo tomé como un regalo porque, al regreso de mi licencia de embarazo, el ambiente laboral se cortaba con tanza. Sufría un estrés tremendo y sentía que el mundo se me estaba viniendo abajo”, comenta Claudia, una barilochense de 38 años que se radicó en Neuquén dos décadas atrás para estudiar.

Su padecimiento la llevó a estudiar coaching ontológico, una técnica que permite revisar, transformar, desarrollar y optimizar la manera en la que “somos” en el mundo y a cuestionarnos la forma en que actuamos. El desafío es apoyar a las personas en la consecución de sus objetivos.

“El coaching no es terapia aunque cuando uno lo atraviesa resulta terapéutico. Nuestras conversaciones internas, muchas veces, están atadas al deber; el coaching está muy vinculado al deseo”, define.

Cuando incursionó en ese nuevo mundo, recuerda, “siendo super estructurada, me encontré con un nuevo mundo de infinitas posibilidades. Diferentes formas de ser mamá, pareja, técnica de laboratorio. Me encontré con la posibilidad de conectar con la forma que yo quería”.

Según describe, en ese momento, se sentía “desconectada” de sus necesidades básicas de supervivencia y de sus sentimientos. “Cuando me despidieron me sorprendió acompañada por el proceso de coaching y pensé: ¿cómo es que estoy pensando en vivir mejor y me dicen que me quedo sin trabajo? Tenía puesta la camiseta y lo daba todo, pero en un ambiente super estresante”, plantea.

Claudia, de 38 años, tiene dos hijos de 3 y 5 años. Foto: gentileza

¿Cómo logró vincularse con el coaching? Claudia le confió a una amiga terapeuta que atravesaba un momento de crisis y necesitaba ayuda. La mujer le sugirió participar de «sesiones de registros akásicos», un compendio de todos los acontecimientos, pensamientos, palabras y emociones del pasado al presente.

«Es como un libro que tenemos todos desde que nacemos al día de hoy. Una persona que conecta con esos registros puede hablar con guías espirituales -capaz alguna abuela o alguien de otro plano- que dan respuestas a lo que uno pregunta», explica.

En esa primera sesión, Claudia transmitió su estrés y asegura que «sus guías le encomendaron pensar en sus habilidades. Estuve entonces un mes observándome hasta que mi amiga preguntó si quizás, mi destino era ser coach. Mis guías contestaron que sí. No sabía ni qué era, pero me anoté ese mismo día. Toda mi vida estaba en crisis«, recuerda.

En ese momento, admite, arrancó un camino de autodescubrimiento y desarrollo personal. «Entendí a dónde estaba parada y me dí cuenta de muchas cosas. Me sentía separada de mis luces y mis sombras. Hoy, un año después, estoy conectada con lo que me pasa, con lo que elijo y tomo mis decisiones. Elijo la vida que vivo«, describe.

Hoy como coach, Claudia acompaña a otras personas a lograr sus metas personales o laborales. El acompañamiento, define, lo hace a través de preguntas abiertas que «conectan con infinitas posibilidades».

«Es una conversación. La transformación del coaching es desde el lenguaje porque nos invita a pensarnos en tres conversaciones: una interna, con un otro y con algo más grande que nosotros, sea Dios o el universo», aclara y advierte que cada una se adapta al ritmo del paciente.

Dos meses atrás, esta mujer volvió a trabajar como técnica de laboratorio en otra institución donde, a diferencia del anterior, destaca el trabajo en equipo y el papel esencial del paciente.

«El coaching volvió a centrame. Me permite vivir equilibrada momento a momento. Un equilibrio dinámico, como la vida misma. Cada proceso es dinámico; no hay procesos estáticos. Logré un estado de plenitud, conexión, autoconociento, conciencia y seguridad», concluye.

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