De Catriel a Tucumán en moto: quedó varado en la ruta, lo ayudaron y después lo invitaron a comer asado
Las historias de solidaridad y amistad que aparecen en los viajes son inesperadas, pero sin dudas, son las mejores. Así le pasó a Sergio Obrist.
Sergio Obrist es de Catriel, pero gran parte de su vida vivió en Tucumán. Con su familia allá, forjó amistades y conoció el amor también. Año tras año, los viajes al jardín de la república se hicieron moneda corriente, la mayoría en moto. En diciembre, un percance lo dejó varado en ruta y sin saber qué hacer. Sin embargo, la ayuda de un desconocido y su posterior propuesta terminó originando una amistad sin precedentes.
La vida de Sergio transcurrió de acá para allá. De Catriel a Tucumán y viceversa. Es que nació en el Valle, pero su familia es del noroeste argentino. Su papá era médico y en el año 69 se vino para Río Negro donde levantó su clínica, fue en ese momento donde llegó Sergio.
El catrielense transcurrió sus primeros años en esa localidad y la secundaria la hizo en Neuquén capital, en el colegio San Martín. Cuando cumplió los 17 años tomó una drástica decisión: volver a la ciudad de sus padres y estudiar medicina.
En el medio de su carrera pasó por el servicio militar. Contó que fue la última generación, ya que ocurrió el caso del Soldado Carrasco. Cuando retomó sus estudios hizo amistades que perduran hasta el día de hoy. Entre los pasillos de la facultad, no solo encontró su vocación, sino también el amor, relaciones que marcaron su vida y un sinfín de experiencias que lo unieron profundamente a esa provincia.
Su camino profesional lo llevó más lejos de lo esperado. Después de recibirse como médico traumatólogo, residió en Buenos Aires y en Estados Unidos, cuando una oportunidad laboral en una clínica de la ciudad marcó su regreso, aunque nunca rompió sus lazos con Tucumán.
“Hace tiempo formamos un grupo de amigos de la facultad con los que nos reunimos siempre a fin de año, venga quien venga desde donde esté. Este año no quería faltar”, relató Sergio. Así fue como decidió subirse a su moto y recorrer los más de 1.200 kilómetros que separan Catriel de Tucumán para la reunión de este 2024.
El sol pegaba fuerte ese día cuando Sergio emprendió su viaje. “Había estado allá hacía 20 días, pero me volví a largar. Le hice el service, básico, pero las cubiertas estaban al límite”, recordó, sin imaginar lo que estaba por suceder.
Alrededor de las 13, en plena autopista de San Luis, cerca de Merlo, la rueda trasera cedió. Las gotas de sudor de Sergio caían por su frente, al mismo tiempo que pensaba cómo resolver el problema. Agarró su celular y tipeó «taller mecánico» en Google Maps.
Fueron 15 las opciones que le aparecieron y cliqueó la que mejor resonó. Así fue como apareció Leandro, al que todos llaman El Gringo. «En 20 minutos estoy ahí», le dijo el quién hasta ahora era un desconocido.
El Gringo llegó con la grúa y emprendieron viaje. «En el trayecto me contó que también era fanático de las motos, que había vivido en Ushuaia donde tiene un servicio de transporte turístico, y ahora se había instalado en Merlo donde tiene una gomería y lubricentro», relató Sergio.
En medio del camino, una propuesta tomó por sorpresa a este foráneo que se encontraba perdido en el corazón de Cuyo. «Me cuenta que justo había unos amigos que acababan de llegar a su casa de viaje y que en vez de ir directamente al taller que vayamos ahí».
La escena en casa del Gringo parecía salida de una postal: varias motos grandes estacionadas, una pileta y un grupo de motoqueros disfrutando del verano en el agua. “Eran siete u ocho tipos, varios empresarios y viajeros, también amantes de las motos», detalló Sergio. Lo invitaron a darse un chapuzón y sin pensarlo, su cuerpo se sumergió en ese oasis en medio del clima seco característico de la localidad.
Los amigos de El Gringo habían llegado hace algunos minutos. Mientras unos gozaban en la pileta, otros habían comenzado el fuego para el asado mientras tomaban unas cervezas. «Me convidaron y me invitaron a quedarme a comer con ellos».
Después del asado y una tarde de charlas y risas, Leandro lo llevó a conseguir una rueda para que pudiera seguir su camino. “Hasta me ayudó a instalarla», comentó Sergio. Tenía pensado dormir en Villa Dolores, pero El Gringo le consiguió un hospedaje económico y decidió que pasaría la noche ahí.
Alrededor de las nueve un mensajito llegó a su celular. Era nuevamente el puntano que lo invitaba a comer chivo con sus amigos. Las charlas siguieron. A Sergio le preguntaban por sus dolores y él, como traumatólogo, los ayudaba como podía.
Así fue que pasó gran parte de la noche y cerca de las doce decidió volver a descansar porque temprano emprendería viaje. Esta vez sin problemas en su moto y con recuerdos que tendría consigo para siempre. Al día siguiente llegó a Tucumán, justo a tiempo para la reunión con sus amigos.
Sergio sabía que volvería a Catriel no solo con la anécdota del reencuentro con sus excompañeros en Tucumán, sino con una aventura que recordaría siempre que pasara por San Luis camino al norte. Es que si bien asegura que ha tenido buenas experiencias con gente en la ruta, lo que vivió ese diciembre del año pasado fue único.
“No sé si era suerte bárbara o qué, pero El Gringo apareció y me salvó la vida«, manifestó. No solo lo ayudó en medio de la ruta, sino que le permitió llegar a tiempo a la reunión en la que tanto quería estar y para él eso valía oro.
Para este Catrielense que lleva miles de kilómetros recorridos entre la Patagonia y Tucumán, estas experiencias son parte de «la nobleza de la ruta», en la que siempre vas a encontrar a alguien dispuesto a darte y una mano, Y por qué no, invitarte a comer un asado.
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Sergio Obrist es de Catriel, pero gran parte de su vida vivió en Tucumán. Con su familia allá, forjó amistades y conoció el amor también. Año tras año, los viajes al jardín de la república se hicieron moneda corriente, la mayoría en moto. En diciembre, un percance lo dejó varado en ruta y sin saber qué hacer. Sin embargo, la ayuda de un desconocido y su posterior propuesta terminó originando una amistad sin precedentes.
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