Cosecha las manzanas silvestres y fabrica chicha en Bariloche

Alberto Calistro es jubilado del Centro Atómico y entre marzo y junio sale a recolectar la fruta por la ciudad. Desde hace 30 años elabora la bebida tradicional, con una receta familiar.

A media mañana, abre el portón de su casa en el barrio San Francisco III y acerca un chango de supermercado lleno de manzanas a una máquina. Lleva puesto su delantal y un gorro para iniciar el trabajo que repite desde hace 30 años.

Alberto Calistro asegura que es el único en todo Bariloche que fabrica chicha, una bebida tradicional de la zona central de Chile que se obtiene de la fermentación de la manzana

Este hombre nació en Bariloche casi de casualidad. Sus padres regresaron a Paso de León, una localidad rural de Chile de donde eran oriundos, cuando él era muy pequeño. Durante muchos años los vio elaborar litros y litros de chicha. En ese entonces, fabricaban unos 4.000 litros por año. «Le vendían hasta a los carabineros que dejaban sus sueldos enteros y, de esta forma, evitaban tener que vender sus animales», cuenta el hombre.

Ya radicado en Bariloche, Calistro continuó la tradición familiar. «Me acuerdo que la primera vez hice 20 litros a modo de prueba y terminé vendiendo todo. No paré nunca más. Así me sumo un dinerillo y es como un hobby«, reconoce.

La bebida a base de manzana fermentada se ofrece en la feria de la calle 25 de Mayo. Foto: Alfredo Leiva.

Hasta hace cuatro años atrás, Calistro elaboraba 2 mil litros por temporada. Pero en el último tiempo, bajó la venta -y por lo tanto, la producción- porque, según indica el hombre, hoy los chicos prefieren tomar cerveza y fernet. Los compradores más fieles siguen siendo las familias chilenas radicadas en Bariloche.

«Todos los años me piden que les guarde chicha para el 18 de septiembre (el día de la Independencia de Chile) pero es imposible porque toda la producción se vende. La chicha no se guarda», bromea el hombre de 69 años.

Manzanas que no se usan

Cada temporada, de marzo a junio, sale a recorrer rincones muy puntuales en busca de la «manzana limón» (por su tamaño pequeño). El tiempo de cosecha se extiende hasta casi la llegada del invierno porque «si la manzana se congela no sirve«.

El año pasado, comenta Calistro, la cosecha se complicó porque las manzanas “estaban muy picadas por los mosquitos”.

Calistro tiene 69 años. Foto: Alfredo Leiva.

Calistro se sorprende de que, en Bariloche, la gente no use la manzana para cocinar. «Muchas veces, la gente que me conoce me llama para que vaya a cosechar. Cada vez que veo un manzano en algún lugar, consulto si no usan las manzanas. Por lo general, me permiten llevarlas; es una lástima que se pierdan», aclara.

Cada temporada de chicha, Calistro recorre la zona sur del lago Gutiérrez, los chalets del kilómetro 2, la Península San Pedro y llegó a ir hasta Isla Huemul. No le queda punto por recorrer. Pero ahora como los años pesan, reconoce este hombre, sus nietos suelen ayudarlo en la cosecha.

«Me jubilé en el Centro Atómico. Hacía limpieza y terminé en la parte de logística del Balseiro. Me traía hasta las manzanas del árbol de Newton», cuenta risueño.

Los primeros años, Calistro salía con su camioneta ploteada a recorrer los barrios con litros y litros de chicha. «Le vendía hasta a la policía cuando hacía sus operativos», señala. Con el aumento de los robos decidió vender la bebida en su casa y en la feria de la calle 25 de Mayo donde entrega «100 litros en un rato«.

La bebida a base de manzana fermentada se ofrece en la feria de la calle 25 de Mayo. Foto: Alfredo Leiva.

La botella de un litro y medio cuesta 300 pesos; la de 2 litros, 500 pesos y la de 3 litros, 600 pesos.
Cuando se le consulta sobre el proceso de elaboración, Calistro explica que el primer paso es lavar y desinfectar las manzanas. Prefiere dejarlas en un bidón con lavandina durante varias horas. Luego las ralla y, finalmente las prensa.

«En Chile hacen la chicha con la manzana así como la juntan. Pero es sucio. Por eso, a mí me gusta cocinar con la puerta abierta para que la gente vea», afirma.

Aclara también que «las manzanas comidas por los loros se tiran, por las dudas. Dicen que el loro trae enfermedades«.

«¿Qué es lo que más me gusta de todo esto? Cosechar me encanta. Pero ya no puedo subirme arriba de los árboles así que me fabriqué un gancho para sacudirlos. Lo que pienso muchas veces es que el día en que yo ya no esté, esto se va a perder«, plantea resignado pero sin perder la sonrisa.

Calistro tiene 69 años. Foto: Alfredo Leiva.

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