Como «Luna de Avellaneda»: el pueblo de Ceferino lucha por un milagro para salvar su club
Hinchas, vecinos y simpatizantes dicen “No al remate del Club Atlético Chimpay” que también afecta a la Liga Avellaneda y el Club de Darwin. Antes de 22 de mayo, deben juntar 58 millones de pesos para salvar 90 años de historia de un lugar que vio crecer a cada familia.
El día que Viviana lo supo, de inmediato dimensionó el problema. Hay daños, como éste, que se realizan en cámara lenta y el desenlace parecía acelerar de golpe. El veredicto del juez, 16 años atrás, los había declarado culpables y el club debía pagar con su existencia. El lugar en el que los pibes juegan al fútbol, en el que se casaron los viejos, el de los bailes, el cine, el teatro, ése que fundaron los abuelos de los abuelos, después de 90 años, se remata y la tristeza se metió en cada casa de Chimpay. Pero el pueblo de Ceferino salió a la lucha para concretar el milagro.
Todo surgió en 2008 cuando un jugador del Club Chimpay se lesionó durante un partido frente al Club Darwin y realizó un juicio contra la institución y contra el jugador que le produjo la lesión y, en carácter solidario, la Liga Avellaneda y el Club Darwin.
Pasaron 16 años, 8 comisiones en el club y una intervención, pero los abogados nunca informaron el estado de la causa. La semana pasada, se enteraron del remate y la nueva comisión del club, el martes convocó a una asamblea para anunciar lo que pasaba. El pueblo entero organizó un banderazo y hoy, la unión conmueve.
“Hay que pagar”
La asamblea comenzó de un modo emotivo cuando leyeron el acta fundacional del Club Atlético Chimpay, de 1934. El abogado Michael Díaz, ad honoren, les explicó que la fecha de remate será el 22 de mayo a las 11 de la mañana, que el total a pagar es de 58 millones de pesos hasta el 30 de abril y que la única manera de frenarlo es si se paga. El club esta valuado en la mitad de esa suma, por lo que se supone que después seguirán por la Liga Avellaneda y por Darwin, hasta cubrir el monto total.
Chimpay es un pueblo de la Patagonia, reconocido como la cuna de Ceferino Namuncurá, porque allí nació el santo más popular de la región. Desde hace medio siglo que sus devotos reparten estampitas y le construyen altares y todos los 26 de agosto, una multitud de fieles se reúnen a celebrarlo. Un lugar en el que viven, sobre todo, trabajadores rurales. En sus chacras, algunas empresas y unos pocos pequeños productores cosechan peras y manzanas. Una comunidad de obreros sin grandes sueldos que siempre puso su esfuerzo para defender los colores de su club. Por estos días, nadie habla de otra cosa en los comercios y las calles. Piensan como ayudar, le piden a su santo, miran fotos, recuerdan cada historia que los une a ese lugar.
Ana Torres se encontró con Viviana y se acordaban cuando Josesito Massa, director técnico de las inferiores, el año pasado se bajaba del colectivo, después de trabajar toda la noche en la defensa de heladas y se iba a entrenar a los chicos. Rosana Pereyra, en la oficina de Rentas, hablaba de su mamá que, muchos años atrás, ayudó a hormigonear el piso del club.
Melina iba a dar clases al secundario y se encontraba con el ánimo por el piso de los chicos y después de la asamblea veía cómo se alzaban en esperanza para juntar la plata. Un jubilado paraba a un integrante la comisión en la calle porque no sabía usar Mercado Pago y quería poner 3.000 pesos. Las nenas de las inferiores de fútbol femenino juntaban ropa para vender en una feria. Toda las familias, todas las personas quieren colaborar. “Lo que está pasando me conmueve, pero son 58 millones”, decía Viviana.
Sentimientos con historia
Por la mañana, cuando salió a hacer unos trámites al banco, Griselda Sogo, «la Gri», pasó frente a la sede del club. Con sus 89 años, vinieron a su mente las imágenes de cuando llegó al pueblo en 1955. Había unas pocas casas y en ese lugar, una cancha de tenis. Parece que todavía ve la red y a Don Laure enseñando. Destaca que fue él quién donó el predio en el que, hoy está el Club Atlético Chimpay que quieren rematar.
Se puede aportar en la cuenta de Mercadopago los Bomberos Voluntarios de Chimpay, y con el alias “noalremate”.
CACH
Por ese entonces, eran muy pocos y funcionaban como una familia, el intendente, el médico, el del juzgado, era ese preciso lugar, dónde se juntaban todos. El comisario llevaba una bolsa de papel picado para carnaval y se armaba la fiesta. Todo se hacía ahí porque era el único salón que había.
“No puedo creer que se haya llegado a esto. Lo que pasó en estos días es algo que nunca vi en Chimpay. La gente venía desde los barrios en moto, con bocinas, cornetas, bombos. A mi me agarró una tristeza que decía: ‘¿Cómo puede ser?’ Ahora hay una colecta, pero son tantos millones”, relata la Gri con pena.
Su marido, Guillermo Lahorcada jugó hasta los ’60. Revisa las fotos, y encuentra una de él, entrando a la cancha a alentar cuando ya estaba en sillas de ruedas. En otras, en blanco y negro, aparecen Rubén Abraham, el Cholo Silvestrini, Guerrero, Raposo, Marcelo Laure cuando hacían las reuniones.
“La cancha, cuando llegué a Chimpay, estaba a donde es el pueblo. Benigno Prada después se casó con Margarita y le dieron la cantina”. Y ahí, entre esas paredes, nació Oscar que piensa que, para muchos, es más que partidos de fútbol.
“El club es fiesta, encuentro de familia, teatro, escuela, porque unos años la Escuela 358 funcionó ahí. Mi papá puso el primer cine. Por eso, pensar que la justicia determine el remate, por un juicio por una lesión de un jugador, me parece tremendo”, resumió.
En 1970, tenía 5 años cuando lo invitaron a jugar a un torneo de baby fútbol. Les dijo que no sabía jugar y un vecino le respondió que no importaba. “El fútbol es encuentro, amistad, vida saludable. Me tocó ser parte de la selección de la Liga Avellaneda, y compartí con chicos de todo el Valle Medio”, dijo.
Cuando creció, Oscar fue preparador físico y por estos días, ve que el DT de los más pequeños es ese pibe que él dirigía. En la asamblea, se los encontró a todos y se sacó una foto con el fanático número uno Omarsito Serna.
“Omar tiene una parálisis en las dos piernas, una discapacidad que siempre le ocasionó una dificultad para caminar. En los 70, el concepto de integración no estaba en boga, pero sí en la cancha. “No se concebía jugar a la pelota y no invitar a alguien que andaba ahí. Omarsito se ponía adelante para hacer los goles y cuando lo lograba nos emocionábamos más nosotros que él. Es el hincha número uno de todas las épocas, el que fue cuando no iba nadie, cuando Chimpay iba último, el que bancaba a muerte”.
Y Omar, como muchos «en la asamblea moqueaba», pero dice que la tristeza los motivó, “había gente grande, los pibes de la barra, todos poniendo la cara y el cuerpo”.
La foto que circula en las redes los muestra detrás de la bandera que dice: “El amor empezó a quedarte chico”, la frase de una canción de Los Redondos. Por estos días el tema deambula por las calles de ese pueblo en lucha por el club de sus amores: “¡Ángeles! Yo ya no puedo partir ¡Oh, no! Me ata un fuego y mi sueño duerme aquí”.
“No hay derecho, no existe la equidad”
Hugo Carreras del club de Darwin por estos días se preguntaba: “¿Los responsables o encargados de determinar el derecho, la razón y la equidad de las personas, sabrán que el fútbol en nuestra región es amateur, no profesional, que la gente que lo juega es aficionada?”.
Aseguraba que los integrantes de la Liga Regional de Fútbol Avellaneda son clubes sin fines de lucro, solidarios. Que la Liga Avellaneda fundada hace 94 años por representantes de todas las localidades de la región del Valle Medio contiene a más de 3.000 jugadores en fútbol formativo, sin sumar a los que practican otras disciplinas. Que es lugar de contención para la sociedad, que aleja a los niños y adolescentes de la calle.
Se lamentaba que el perjuicio recaiga sobre el más débil, y con bronca escribía que “no hay derecho, no hay razón, no existe la equidad”.
Oscar Prada, vecino de Chimpay, analizaba que hoy la sociedad avanza y al formar parte de una comisión, hay que saber de leyes, cuando la gente lo hace por algo solidario. “Es amateur pero es caro pagar árbitros, colectivo, seguro. Por eso, se trabaja entre todos”, afirmó.
Cuando los que juegan al fútbol, salen a la cancha, arriesgan su cuerpo que es lo que tienen para vivir. “El que lo hace de corazón sabe a que se expone, es una ley no escrita, pero cuando se meten los abogados las cosas terminan así, con juicios millonarios que no tienen que ver con realidad del pueblo.
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