Cómo intentan preservar a las lechuzas en la Patagonia y, así, controlar el hantavirus
Por año, una lechuza puede comer 2.000 roedores. Pero estas aves se van desplazando. Por eso, colocaron cajas en Lago Puelo, El Bolsón y El Hoyo para que puedan anidar.
En el último tiempo, los investigadores notan una disminución de lechuzas y búhos en la región cordillerana, que ejercen un «control natural» sobre los roedores, en especial los colilargos que pueden transmitir el hantavirus. «Tiempo atrás, se veían mucho más», reconocen los mismos pobladores. Por eso, un joven investigador del Conicet se propuso preservar el hábitat de estas aves no tan comunes en la Patagonia.
Su proyecto recibió una beca cofinanciada por el Conicet y Parques Nacionales y ya se puso en marcha en Lago Puelo, El Hoyo y El Bolsón.
«La investigación gira en torno a la visibilización de los búhos y lechuzas como control natural de roedores, algo muy importante para esta área por la presencia del colilargo portador de hantavirus. Por año, una lechuza puede comer 2.000 roedores«, resumió el biólogo Carlos Ale al entender que, cada vez, hay menos lugares que cuentan con hábitat adecuado para las lechuzas. Ante la ausencia de troncos huecos, se le ocurrió colocar una caja.
«Se llaman anideras, son de fenólico y están diseñadas específicamente para que anide la lechuza del campanario«, agregó este profesor de Biología y magister en Ambiente.
Advirtió que si bien no están en peligro de extinción, hubo una reducción de su población por múltiples amenazas. La principal es que enfrentan una pérdida del hábitat a causa de una mayor deforestación, un incremento de los incendios y el avance de las urbanizaciones que llevan a que estas aves se vayan desplazando.
«Por otro lado, muchas veces, las atropellan en las rutas. También se ven afectadas por el uso de veneno. Sucede que cuando una persona sospecha que tiene ratones usa venenos. Lo come el ratón, pero no se muere inmediatamente. ¿Qué pasa entonces? La lechuza prefiere un ratón que se mueva poco a otro que se mueva rápido para gastar menos energía. El que se mueve más lento puede estar envenenado», detalló y agregó: «Al comerse ese ratón envenenado, eso se acumula en su propio cuerpo y finalmente muere la lechuza. Y si hay menos lechuzas, hay más ratones«.
Para implementar las cajas anideras, buscó bibliografía de otros países que adoptaron el mecanismo. En Chile, por ejemplo, el proyecto resultó exitoso porque las aves lograron anidar en las cajas. «Como en Argentina es algo nuevo, es a prueba y error. La lechuza podría anidar este año, el próximo o nunca», aclaró este tucumano de 32 años que vive en Lago Puelo.
En un primer momento, se construyeron 10 cajas anideras, pero el proyecto tomó difusión en la zona y los estudiantes de la escuela técnica de El Hoyo se pusieron manos a la obra para diseñar otras nuevas. «Ya colocamos algunas en predios privados y en el parque nacional. La idea no es instalarlas en medio del bosque porque esta especie prefiere lugares abiertos. El estudio contempla una etapa de evaluación con entrevistas a la gente. Muchos consideran a las lechuzas como aves de mal augurio, entonces, las matan. Por otro lado, no fueron pocos los que nos contaron que habían perdido un familiar por hantavirus. La idea es educar y concientizar también», señaló y acotó que «es importante que la gente sepa de esta alternativa ecológica que es la lechuza en el control de roedores. Los venenos no son amigables con otras especies».
Admitió que la lechuza es una de las aves menos conocida debido a sus hábitos nocturnos. «En general, se posan en los huecos de los árboles aunque la del campanario, la más común de esta zona, buscan las partes altas de las iglesias u otras estructuras. La otra especie endémica está en los bosques andino patagónicos. El foco lo ponemos en la del campanario que basa su dieta en los ratones», dijo.
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