Comer solo lo “natural” o distinguir comidas “malas y buenas”: cuáles son los peligros de los absolutismos alimenticios
“Cuando comer se vuelve un a todo o nada” fue la consigna del V Foro Argentino de Comunicación Responsable en Ciencia y Salud en el que expertos en nutrición, medicina, comunicación y filosofía reflexionaron sobre la importancia de tener presentes los propios sesgos cognitivos al tomar decisiones nutricionales. También analizaron el rol de la Ley de Etiquetado y alertaron sobre trastornos de la alimentación.
La alimentación es más que la incorporación de nutrientes que necesitamos para vivir. Comer también es un comportamiento social y cultural, propusieron los disertantes del V Foro Argentino de Comunicación Responsable en Ciencia y Salud. El encuentro, que tuvo lugar el viernes pasado en la Ciudad de Buenos Aires, reunió a profesionales preocupados por los absolutismos en alimentación bajo la consigna “Cuando comer se vuelve un ‘a todo o nada’”.
“Hay que dejar las harinas”; “sin gluten”; “sin conservantes ¡Sólo tres ingredientes!”; “dejemos los lácteos”; “sin ingredientes raros”. Estas son algunas de las propuestas que los consumidores reciben hoy de medios de comunicación, influencers e incluso de profesionales de la salud, mensajes extremos con un gran impacto en su vida cotidiana. No solo a nivel nutricional, sino también psicológico y social.
“En un contexto donde circula mucha información en torno a la alimentación, no siempre de buena calidad, se escuchan frecuentemente propuestas ‘extremas’ que sugieren abandonar por completo el consumo de ciertos alimentos o ingredientes y reemplazarlos por otros, sin dichos ingredientes o con ciertas características”. Así se presentó el foro en la página web de InfoAlimentos, el consejo organizador del evento que está conformado por el Instituto para la Cooperación Científica en Ambiente y Salud, Fundación Barceló y ArgenBio.
La importancia de los matices en la alimentación
“La primera discusión que tenemos que dar es que la palabra saludable tiene 12 acepciones”, propuso Silvio Schraier, médico especialista en Nutrición en el panel moderado por la nutricionista Verónica Pap. De allí la importancia de los matices: no todo se puede caracterizar como saludable o no saludable.
En esta línea, debemos tener en cuenta los sesgos, ya que a veces el otro (o nosotros mismos) solo queremos escuchar lo que confirma lo que ya creemos, “aunque no esté basado en evidencia”, sostuvo Schraier. Ante esta gran confusión y la abundancia de información que hay en redes sociales, el médico recomendó seguir las cuentas de instituciones y personas que hablen con base en la evidencia. Por ejemplo, la Sociedad Argentina de Nutrición.
Por su parte, la nutricionista María Dolores Fernández Pazos afirmó que “los pensamientos absolutistas llevan a emociones no saludables porque están ligados a la culpa”, y agregó: “Con un poco de suerte, comemos todos los días. Entonces, comamos libremente”. Para ello, invitó a construir “un pensamiento crítico” y “una relación saludable con los alimentos que tenemos a disposición”.
“El absolutismo no colabora en nada en el pensamiento científico”, señaló María Inés Rimondi, licenciada en Comunicación Social, especialista en comunicación del sector lechero. Tal como Schraier, llamó a pensar en los sesgos cognitivos, principalmente el sesgo de confirmación, que es el que nos lleva a rodearnos de personas que piensan como nosotros y creen lo mismo que nosotros. Sobre esto, bromeó: “Lo vemos en la puerta del jardín, están las mamis que hierven almendras a la mañana y, del otro lado, las mamis que todavía dan Nesquik”.
Respecto a los envases adaptados a la nueva Ley de Etiquetado, ¿todos los productos sin octógonos son “saludables”?, cuestionó Pazos. “Si vamos a una panadería y todo es libre de sellos, ¿asumimos que es saludable? No podemos hacer este tipo de comparaciones porque los alimentos están estandarizados de formas distintas”.
Sobre este punto, profundizó que lo primero que tenemos que tener en cuenta es que “no se trata de elegir todos los alimentos según la cantidad de octógonos. Porque, por ejemplo, el exceso de sodio se estipula en función de las calorías, por lo que ese octógono es más probable encontrarlo en alimentos bajos en grasas”.
Por eso, la ley “tiene que ir acompañada, sí o sí con educación alimentaria”, aseveró Pazos. Lo bueno, “es que la gente está empezando a prestar más atención. De hecho, muchas personas se dan cuenta que lo que creían saludable no lo es gracias a la información nutricional”. Pero sigue siendo clave “no caer en ‘la ley es buena o mala’ o ‘este alimento es bueno o malo’. Lo importante es comunicar los matices, como todo en la vida”, concluyó.
Cuestionar la relación entre lo “natural” y lo “saludable”
La apelación a lo 100 % natural, entendido como “puro”, “no modificado” o “proveniente de la madre naturaleza” es muy frecuente en publicidades y otros contenidos relacionados con los alimentos, introdujo María Luz Zapiola, ingeniera en producción agropecuaria en el segundo panel del foro.
En realidad, explicaron los diversos profesionales, lo artificial ha servido a lo largo de la historia de la humanidad para que podamos sobrevivir. La ropa nos protege del frío, las vacunas nos cuidan de las enfermedades y existe otro montón de objetos artificiales con los que convivimos y gracias a los cuales llegamos a avanzadas edades. En contraste, las frutas y verduras que hoy encontramos en la verdulería no existirían como tales en la naturaleza si no hubiera habido intervención humana. Por ejemplo, la berenjena tendría espinas de no haber sido adaptada.
Para comprender de dónde proviene la asociación directa entre “natural” y “saludable”, el doctor en Filosofía Gustavo Romero reflexionó sobre qué es una falacia, es decir, un argumento inválido. “Un argumento no es una afirmación aunque lo parezca, sino que es un sistema de enunciados relacionados unos con otros: premisas y conclusión. Un enunciado puede parecer bastante convincente, pero no necesariamente es válido”, señaló.
En concreto, Romero se detuvo en la falacia de la apelación a lo natural, un falso argumento que postula que lo “artificial” es malo. Desde el punto de vista psicológico, es una falacia muy persuasiva, pero no hay nada que afirme que, a priori, lo natural sea “más saludable”, según el experto. Por ejemplo, que los animales estén desnudos y no se vacunen no significa que debamos adoptar estos comportamientos porque son más “saludables”, ejemplificó.
Cómo los absolutismos favorecen los trastornos de la alimentación
El concepto “a todo a nada” está íntimamente relacionado a los trastornos alimentarios. De hecho, dejar de comer, comer en exceso, descartar completamente ciertos alimentos pueden ser síntomas de que no hay una relación saludable con la comida, describió en la introducción a uno de los paneles la periodista y escritora Valeria Groisman.
“La cultura y lo que vemos pueden influir en el desarrollo de un trastorno alimentario, pero recordemos que estos son multifactoriales. Tenemos un cerebro que va a predisponer, una base biológica, porque no cualquiera que mira Instagram va a desarrollarlo. Ahora bien, ¿qué viene primero? ¿La exposición o el cerebro predispuesto? Actualmente, la ciencia está yendo más por el lado de la segunda opción”, explicó la psicóloga Guillermina Rutsztein.
Pero, al mismo tiempo, “las redes sociales pueden aumentar los ideales de delgadez”, advirtió la profesional sobre el alarmante aumento de los trastornos alimentarios en personas de 14 a 16 años.
Al respecto, la licenciada en Nutrición Elida Oharriz acotó que “las redes sociales muestran una mujer delgada inexistente”. Y Rutsztein agregó: “Los ideales de belleza cambian a lo largo del tiempo, antes era más la delgadez en sí misma y ahora se valora el cuerpo musculoso. Por eso, por ejemplo, vemos cada vez más trastornos en los varones que, en vez de nunca verse lo suficientemente delgados, nunca se ven lo suficientemente musculosos”.
Susana Gutt, médica especialista en Nutrición, ahondó en que “tenemos una fina regulación del apetito, la saciedad, la gratificación y el placer que están muy relacionados con la alimentación. Es tan complicada la relación que todavía estamos tratando de entender bien este eje intestino-cerebro”. Lo importante es que “no hay un ‘comer bien’, no existe una regla que lo mida. ¿Cómo querés comer? ¿Qué necesidades tiene cada persona”, esos son los criterios importantes, indicó.
En conclusión, las expertas delinearon una serie de recomendaciones ante los absolutismos y su relación con los trastornos de la alimentación: cuando se come en grupo, poner el foco en la comensalidad y no hablar sobre cuerpos en la mesa; cultivar una postura crítica ante las diversas industrias, como la farmacéutica, la alimentaria y la de indumentaria; exigir el cumplimiento de la Ley de Talles; no opinar de los otros cuerpos; aprender a quererse, a querer al otro, a aceptar y no mirar (ni mirarnos) con crueldad.
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