Combatiendo el fuego con fuego
Cómo una comunidad indígena de Columbia Británica está reintroduciendo conocimientos y prácticas tradicionales de manejo del fuego para gestionar tierras vulnerables a incendios forestales.
El escenario era onírico: hierba dorada rodeada de pinos bajo un cielo azul celeste. Los camiones se detenían, el café y los dónuts aparecían en la parte trasera y los perros se relajaban al sol.
Pero en cuestión de horas, algunos de esos árboles estaban ardiendo. El humo se elevaba hacia el cielo y los camiones estaban dispersos, con sus equipos en varios lugares alrededor para controlar el incendio.
Pero los camiones no estaban apagando el fuego. Seguían encendiéndolo, usando antorchas para hacer que las llamas se propagaran a través de la hierba seca, convirtiendo los árboles altos en candelabros gigantes y vigilando de cerca las líneas de límite que las llamas no debían cruzar.
El ejercicio realizado durante dos días a finales de abril en la Primera Nación ʔaq’am cerca de Cranbrook, Columbia Británica, fue una quema controlada: un incendio provocado intencionalmente para cumplir objetivos específicos, como reducir el riesgo de incendios forestales.
Al igual que un propietario de vivienda puede protegerse contra incendios forestales limpiando la maleza alrededor de su casa, una quema controlada elimina las ramas bajas y los arbustos muertos, lo que deja menos combustible en caso de que un incendio forestal se aproxime.
A medida que las temporadas de incendios forestales se vuelven más largas e intensas, los expertos afirman que las quemas controladas pueden ayudar a prevenir que los bosques se conviertan en infiernos incontrolables. Para los pueblos indígenas, la revitalización de los conocimientos y prácticas tradicionales del fuego se está convirtiendo en una estrategia importante para adaptarse a las amenazas de incendios forestales.
“Vamos a tener muchos más incendios grandes y duros a menos que realicemos más quemas controladas”, dijo Robert Gray, un ecólogo de incendios forestales con sede en Columbia Británica que ayudó a planificar la quema en ʔaq’am.
Y en algunos casos, como este, una quema controlada requiere de la cooperación entre grupos que no suelen trabajar juntos y que, de hecho, podrían haber estado en desacuerdo sobre cuándo y cómo usar el fuego.
ʔaq’am es una comunidad miembro de la Nación Ktunaxa, un pueblo indígena cuyo territorio tradicional se encuentra en la región de Kootenay, al sureste de Columbia Británica, y que históricamente ha utilizado el fuego para gestionar el paisaje.
Cuando Marty Williams, anciano ʔaq’am, abrió la jornada, dijo a la multitud reunida que, aunque la planificación de la quema se había llevado a cabo por cinco años, la comunidad llevaba décadas hablando de reintroducir el fuego en su régimen de gestión de la tierra (el término fuego “prescrito” se utiliza a veces indistintamente con el de quema “cultural” o “tradicional”, que se refiere al uso indígena del fuego para gestionar los recursos, por ejemplo, mejorando las condiciones para que crezcan las bayas o pasten los animales salvajes).
“Se trata de un ecosistema impulsado por el fuego”, afirma Williams. A lo largo de su vida ha visto cómo la tala, la agricultura y unos bosques descuidados y cubiertos de maleza desplazaban de la zona a alces y ciervos, aunque ahora los animales están volviendo. Espera que la quema controlada que cubrió 1.200 hectáreas (12 km2) les dé un nuevo impulso.
“Así es el éxito”, añadió Williams, “cuando puedes venir aquí y ver todos los alces y ciervos”.
Dado que las quemas controladas pueden ser realizadas por diversas autoridades como los Gobiernos municipales, provinciales y las primeras naciones; es difícil hacer un seguimiento de esta práctica a escala nacional.
Sin embargo, un estudio publicado en 2022 en Environmental Research Letters que analizaba las quemas en Columbia Británica entre 1970 y 2021 descubrió que la superficie quemada había disminuido entre los años 80 y principios de los 2000, y apenas había variado desde entonces (las estimaciones no incluían las quemas culturales durante ese periodo).
Hay indicios de que la tendencia está cambiando. Parks Canada lleva utilizando el fuego como herramienta de gestión desde mediados de los 80, basándose en el creciente reconocimiento de que muchos ecosistemas de los parques están “adaptados al fuego”, lo que significa que los incendios pueden mejorar la salud de los bosques y la biodiversidad. Los pinos lodgepole tienen conos sellados con resina que pueden permanecer en el árbol durante muchos años y abrirse durante un incendio, lo que da lugar a una nueva masa de árboles. Tras un incendio, los pájaros carpinteros se abalanzan sobre los escarabajos de la corteza y otros insectos que colonizan los árboles quemados. Los alces se alimentan de los nuevos brotes que brotan de la tierra negra.
Los expertos en incendios forestales como Gray afirman que las quemas controladas pueden ayudar a prevenirlos al reducir el combustible acumulado durante décadas. Y dado que se espera que el cambio climático seque el combustible y aumente la intensidad de los incendios, estas medidas preventivas podrían ser fundamentales.
Cada año arden en Canadá unos 2,5 millones de hectáreas de bosque en incendios forestales y se prevé que el total se duplique de acá a 2050.
Canadá ya gasta unos 1.000 millones de dólares al año en la lucha contra los incendios forestales, según cifras federales, pero los daños derivados de las evacuaciones, el cierre de industrias y la destrucción de hogares y empresas pueden ser mucho mayores. Los costos relacionados con el incendio forestal de Fort McMurray de 2016, por ejemplo, se han cifrado en unos 9.000 millones de dólares.
Los incendios forestales de más de 100.000 hectáreas se están convirtiendo en “habituales” en el oeste de Canadá, según afirman los investigadores en un artículo publicado en 2022 en la revista Environmental Research Letters.
Esto es lo que está ocurriendo este año en la provincia canadiense de Alberta, donde, al 27 de mayo, Alberta Wildfire tenía registrados nueve incendios de importancia, entre ellos el de Long Lake descrito como “fuera de control”, de más de 124.000 hectáreas.
Se prevé que esos incendios tengan un impacto desmesurado en la población indígena. Según un informe de 2022 de la auditora general de Canadá Karen Hogan las catástrofes como inundaciones, incendios forestales y corrimientos de tierras son cada vez más frecuentes y de mayor intensidad, y afectan de forma desproporcionada a los habitantes de las primeras naciones debido a la relativa lejanía de sus comunidades y a sus circunstancias socioeconómicas.
Hogan criticó a Servicios Indígenas de Canadá por reaccionar en lugar de prevenir, y señaló que en los cuatro años anteriores el departamento había gastado 3,5 veces más en responder a emergencias que en ayudar a las comunidades de las primeras naciones a prepararse para ellas.
Estos factores ayudan a explicar por qué el incendio de ʔaq’am fue tan trascendental.
También fue trascendental por el trabajo en equipo que requirió. Participaron en la quema personal de ʔaq’am, del Servicio de Incendios Forestales de Columbia Británica, de los cuerpos de bomberos de Cranbrook y Kimberley, y contratistas: unas 75 personas en total.
Ese nivel de cooperación es significativo dada la historia de tensiones y barreras legales cuando se trata de quién puede quemar qué tierra y en qué condiciones.
En Canadá las primeras naciones conservan el derecho a realizar quemas culturales en las tierras de las reservas pero “a menudo se requiere una importante supervisión y control por parte de la agencia de incendios forestales, lo que provoca tensiones cuando las quemas culturales se llevan a cabo sin la aprobación oficial del Gobierno”, según un estudio de 2022 sobre la gestión de los incendios por parte de los indígenas en Canadá.
El Servicio de Incendios Forestales de la Columbia Británica ha programado unas 65 quemas para este año que, en conjunto, sumarían unas 10.500 hectáreas si las condiciones lo permiten. Según el organismo, la mitad de esos proyectos contarán con planes de quema elaborados por las primeras naciones o en colaboración con ellas.
Esto supone un cambio con respecto a prácticas anteriores. La Columbia Británica fue la primera provincia canadiense en prohibir las quemas culturales en virtud de la ley de incendios forestales de 1874, y otras jurisdicciones la siguieron. La legislación sobre incendios forestales se ha actualizado desde entonces y las políticas y prácticas están evolucionando.
Su servicio local de incendios forestales —el BCWS—, por ejemplo, afirma estar comprometido con la reconciliación y colabora con las comunidades indígenas en múltiples proyectos, incluidas las quemas culturales.
Pero el BCWS va a la zaga de Australia y Estados Unidos en la adopción de esta práctica, señala Gray, citando Nueva Jersey como ejemplo. En febrero el estado anunció planes para unas 10.000 hectáreas de quemas prescritas este año, más o menos la misma superficie prevista para quemas prescritas este año en Colombia Británica que es unas 40 veces más grande que Nueva Jersey.
En el incendio de ʔaq’am la cooperación se hizo notar. Las radios transmitían mensajes entre el personal encargado de iniciar, dirigir y controlar las llamas. La jefa del incendio Colleen Ross, coautora del plan de quema de la primera nación ʔaq’am junto con el sr. Gray, dirigió la operación teniendo en cuenta factores como el viento, la temperatura, la humedad relativa y la visibilidad del cercano Aeropuerto Internacional de las Rocosas Canadienses.
Mientras los equipos utilizaban antorchas de goteo en tierra, un equipo de ignición aérea del BCWS sobrevolaba la zona en un helicóptero equipado con un dispensador de esferas de plástico, un dispositivo que dispara lo que parecen pelotas de ping-pong. Una vez que tocan el suelo las esferas sufren una reacción química y se encienden, y le proporcionan a los equipos otra herramienta para controlar la dirección y la propagación de la quema.
A lo largo de cuatro décadas en el BCWS, Mike Morrow, especialista en ignición, ha visto cómo las aeronaves se volvían más rápidas y ágiles, y cómo los sistemas utilizados para detectar y rastrear incendios forestales se volvían más sofisticados. Pero tan rápido como evoluciona la tecnología, los incendios parecen saltársela a la torera.
“La tecnología ha aumentado pero los incendios han cambiado”, afirma Morrow, quien añade que las condiciones actuales reflejan décadas de políticas de lucha contra incendios centradas en la supresión y prevención de incendios, que han permitido que los combustibles se acumulen hasta alcanzar niveles peligrosos.
“Y al hacer esto, podemos abrir agujeros, de modo que puede subir y ser un incendio furioso, pero cuando se queda sin combustible, baja”.
Además de las quemas prescritas, al ecologista Gray le gustaría que se prestara más atención —y se destinara más dinero— a medidas destinadas a limitar los incendios forestales, como el raleo y la poda de arbustos.
La operación de dos días de duración costó unos 250.000 dólares, mientras que los gastos totales del proyecto —incluidos planificación, suministros y equipos— ascendieron a 1,6 millones de dólares, según Michelle Shortridge, responsable de información de la banda.
Esto incluye el trabajo realizado en las últimas temporadas para ralear y talar parte de la madera del lugar a fin de que la quema sea más segura. No se trató toda la zona, pero el sr. Gray explicó que había que hacer concesiones: se habría tardado un año o más en conseguir subvenciones para tratar toda la zona, y durante ese tiempo habría aumentado el riesgo de que se produjera un incendio grave.
Las compensaciones y los riesgos son una constante en las quemas controladas.
El año pasado, el Servicio Forestal de EE.UU. suspendió temporalmente esta práctica después de que una quema prescrita en Nuevo México se escapara y se convirtiera en un gran incendio que causó daños considerables. Una revisión del Servicio Forestal de EE.UU., publicada en septiembre de 2022, hizo siete recomendaciones para reforzar los procedimientos de quema prescrita, pero también afirmó la importancia de la práctica, diciendo que la agencia enciende alrededor de 4.500 incendios prescritos cada año y casi todos —99,84%— van de acuerdo con el plan.
El 3 de mayo, una quema de Parks Canada, Compound Meadows, en el Parque Nacional de Banff, se descontroló debido a un cambio inesperado en la dirección del viento. Unas tres hectáreas ardieron fuera de los límites prescritos, lo que obligó a evacuar algunas empresas de la zona. Para el 6 de mayo el incendio estaba “bajo control” y Parks Canada declaró que estaba revisando el incidente.
Con 1.200 hectáreas, el incendio de ʔaq’am es una de las mayores quemas prescritas previstas para este año en Columbia Británica.
En mayo, Parks Canada tenía dos docenas de incendios prescritos planificados para su posible finalización en 2023. Abarcaban desde un incendio comunitario de entre 5 y 10 hectáreas cerca de Jasper hasta un proyecto de 3.300 hectáreas, Porcupine Valley, en el Parque Nacional de Yoho, destinado a mejorar el hábitat de especies en peligro, como los osos pardos, y reducir el riesgo de incendios forestales.
Hay esperanzas de que proyectos como el incendio de ʔaq’am puedan abrir un camino hacia adelante, sobre todo mediante la conexión de múltiples organismos y sus respectivas cuadrillas.
“Para mí, se trata de ser buenos vecinos, de ser buenos socios, de trabajar juntos”, dijo Shortridge. “Y no sólo en estos proyectos, sino también cuando tenemos que hacer frente a emergencias. Resulta mucho menos estresante y mucho más fácil cuando todos nos conocemos y sabemos que podemos trabajar juntos”.
Esta historia fue publicada originalmente en el Globe and Mail (Canada), y es republicada dentro del Programa de la Red de Periodismo Humano, apoyado por el ICFJ, International Center for Journalists.
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