Cipolletti: una publicidad olvidada y la historia del Almacén de Ramos Generales de los Toschi
Conocido por el acceso que lleva su nombre, este italiano dejó una huella junto a su compañera y sus hijos. El recuerdo de su negocio sirvió también para indagar sobre la vida del pueblo, allá por la primera mitad del siglo XX.
Bucear en la historia regional puede traer lindas sorpresas, ya que al descargar la curiosidad en los archivos, explorando sobre cierto tema, se pueden hallar datos relacionados con otros asuntos y sin querer, conectar ciudades a kilómetros de distancia, recordando tiempos de información sin internet. Algo de eso pasó en el último viaje de RÍO NEGRO a Choele Choel, para la nota sobre el Museo Regional publicada el domingo pasado. Entre los objetos exhibidos en las vitrinas de Casa Maldonado, la institución atesoraba un “Álbum Guía Comercial de Río Negro y Neuquén”, donde nos encontramos con un aviso publicitario de hace casi 100 años. Allí invitaban a conocer la actividad de un vecino cipoleño, inmortalizado en una de las calles más importantes: Luis Toschi. ¿Quién era? ¿Qué hizo?
Istria, Yugoslavia y el origen olvidado de varias familias que surcaron el Valle
Publicada por Rodolfo Biaus y Oscar Maldonado, este tipo de revista guardó el detalle de quiénes eran los protagonistas de la vida cotidiana de la zona, así como Neuquén tuvo algo parecido con la Guía de Turismo de Otto Neumann y la empresa Ferrocarril del Sud hizo lo propio, a lo largo de sus ramales que cruzaban el país. ¿Cómo hacían sino los ciudadanos, para buscar comercios, profesionales y servicios con tan pocas alternativas de comunicación? Gracias a esas “Páginas Amarillas” pioneras, hoy podemos saber que Toschi, el inmigrante italiano nacido en Toscana, padre de siete hijos, se dedicaba en 1929 al acopio de pasto y cereales y al manejo de un depósito de papas, maíz y pasto, además de la compra y venta de frutas. La mayoría de las familias que consolidaron su posición económica en la región compartían el rubro con él, aprovechando los beneficios que les ofrecía la tierra valletana y sus cosechas.
Colonia Lucinda
El Cipolletti al que llegó Luis y donde sostuvo a su familia junto a Herminia Menichelli, era apenas la antigua Colonia Lucinda. Fue alrededor del año 1905, recordó su nieto Rafael, en diálogo con RÍO NEGRO. Para cuando salió ese aviso en la Guía Comercial, de hecho, tampoco se indicaba una dirección, sino un rótulo “Cipolletti F.C.S”, sigla de Ferrocarril del Sud, como única referencia. “¿Disculpe señor, dónde queda el almacén de Toschi?”, preguntarían los visitantes quizás, en la Estación de calle Fernández Oro. Y como en el pueblo todos se conocían, era fácil que cualquiera le indicara: “Es aquí a una cuadra, por calle Miguel Muñoz, en la esquina con San Martín”.
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Eran tan completas en panorama esas revistas, que hasta aportaban cifras para conocer qué se sembraba y cuánta tierra ocupaba cada cultivo. En el territorio rionegrino de 1928, por ejemplo, un año antes del aviso, la alfalfa lideraba por lejos el ranking con 48.715 hectáreas, mientras que las papas, la especialidad de Luis, apenas abarcaban 2216. Y la fruticultura, en vías de crecimiento, recién iba por las 5987. Cipolletti disponía, según la Guía, de 7000 hectáreas, regadas por el canal secundario II, proveniente de Contralmirante Cordero. “Anualmente”, estimaban, “se notaba un aumento del 10% en las plantaciones de frutales y viñas, productos que son muy solicitados entre los consumidores”.
Pasar de la cosecha al comercio de lo obtenido parecía el camino natural para lograr ganancias con cada temporada. A eso, Luis y los suyos le sumaron la alternativa usada por muchos, de emparejar chacras a cambio de otros cuadros de tierra. Con ese capital empezó el espacio que hoy motiva este “Rescate” dentro del suplemento: la esquina del Almacén de Ramos Generales, inmersa en un contexto muy dinámico del espacio público, temática que se encargó de describir la profesora de Historia Liliana Fedeli, en su labor de investigación.
“El Almacén comenzó como un acopio y venta de lo que él sembraba, al que después le fue agregando más elementos y artículos hasta que se convirtió en un espacio importante”,
contó Rafael sobre el negocio de su ancestro.
Si bien al principio el local era bastante chico, con el tiempo pudieron construir la planta alta, donde vivieron dos de los siete hijos de Luis y Herminia. Uno de esos fue Miguel, el padre de Rafael, que tenía un hermano mellizo, también llamado Luis. En total eran siete, tres varones (sumando a Nelson) y cuatro mujeres (“Cholita”, Irene, Nelly y Yolanda).
Las novedades en la vereda
Para ilustrar esta nota, Rafael caminó la media cuadra que separa la emblemática esquina de su actual vivienda. Allí mostró ante la cámara un gran cuadro con la foto de ese italiano que hizo fuerte el apellido Toschi en la ciudad. Quién iba a pensar que en esa misma intersección, donde hoy funciona una entidad bancaria, hace 90 años los vecinos entraban para comprar mercadería de todo tipo, desde alimentos y productos de la huerta en las “barracas” de acopio hasta alpargatas y artículos para la casa. Para conocer más de la vida en esos años, la profesora Fedeli contó que el rubro tenía varios subtipos dentro: estaban “las grandes casas comerciales en las zonas más pobladas, que tenían filiales en otros parajes; otras eran sucursales de Bahía Blanca o de Buenos Aires y en el caso de Cipolletti trabajaban en forma independiente, como lo hicieron Elosegui o Contuano. En los lugares más lejanos funcionaban también como estafeta de correos ó posada para pasajeros y anexos”.
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Además de quienes tenían origen italiano como los Toschi, Fedeli agregó a comerciantes de procedencia española o árabe, los turcos, “que atendían a una clientela numerosa a comienzos del siglo XX (…) El ama de casa vestía allí a toda la familia y como había más de una tienda, competían en calidad y precio. Por esos tiempos también la industria textil avanzaba en el país, en especial la fabricación de paños de lana, por lo que el colectivo de modistas y sastres se hizo más importante y la vida social comenzó a demandar el trabajo de los artesanos. En nuestra ciudad por ejemplo lo fue la señorita Sbrolla”.
Sin redes sociales ni otros medios más que el diario impreso que pudiera circular, las novedades se conocían en charlas al aire libre. “En la esquina de España y Fernadez Oro”, reconstruyó Fedeli, “don Bardi, dueño de otro comercio de ramos generales, salía a la vereda para la diaria reunión informativa, luego de dar instrucciones a su personal. A los pocos minutos llegaba don Toschi, que había dado la vuelta por la calle Villegas para que don Ciconi le lustrara los zapatos. Poco a poco se sumaban el panadero Escala, Jacinto Urcola, Agapito Duque, Quinto Filoni y otros más”.
Entre amigos e instituciones
Familieros, Luis y su esposa Herminia eran de los que disfrutaban los almuerzos de domingo en torno a una fuente de pastas con sabroso tuco. Era ella, la hija de Pacífico Menichelli y su esposa Carolina, la autora de esas contundentes delicias. También cosecharon amistad y proyectos junto a otros vecinos, que como ellos, apostaban para crecer. Por eso, cuando se produjo un incendio en su almacén y perdieron la libreta de cuentas corrientes donde registraba las ventas del año, no hizo falta salir a recordarle a cada cliente la deuda que debía saldar. En ese momento, buscando diversificar sus ingresos, los Toschi estaban incursionando en un galpón de empaque, pero por culpa de ese siniestro perdieron todo. ¿Cómo recuperar algo de dinero si la gente venía a pagar una o dos veces al año nada más?
“Aunque te parezca mentira, todos o casi todos los que tenían una cuenta con mi abuelo, se acercaron a cancelarla. Le decían: “Yo le debía dos pesos, yo cuatro pesos, yo 20 y así… ¡qué diferencia con lo que sucede en la actualidad!”,
opinó Rafael.
Fruto de su paso por este pueblo, Luis y su familia dejaron una huella en instituciones como el Hospital, el cuartel de Bomberos, alguna escuela, la Iglesia y otras tantas más. El Archivo de este medio lo menciona entre los impulsores del Banco de Río Negro y Neuquén y hasta en el Frigorífico Cipolletti. Fue estrecha la amistad que tuvo con otro inmigrante, aunque de origen alemán, Bernardo Herzig, propietario de Bodega La Falda (1916), con quien compartieron el castellano mezclado con sus respectivos idiomas maternos. De hecho, como explica Federico Witkowski en su página de Facebook “Afiches de bordalesas de la Patagonia Norte”, el nombre original de la bodega, hoy referencia de todo un sector de la ciudad, era “Fulda”, como su pueblo natal, pero a la gente le costaba pronunciarlo así que lo terminaron adaptando.
Apoyo similar se ofrendaron entre Toschi y Roberto Gasparri, el mismo que en los comienzos le facilitó a Luis el canje de tierras a cambio de la dura tarea de emparejarlas. Y también lo recordaron las familias de istrianos que llegaron al Valle, como en el caso de los Paulovich, que se abastecían en su mostrador antes de volver al nuevo hogar en Cuatro Esquinas y justamente, en La Falda.
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Fallecido en 1964 a causa de problemas de salud, los restos de Luis descansan en el panteón familiar, en el cementerio municipal de la ciudad. Ya lejos del almacén, hoy su edificio está alquilado como local en la planta baja, mientras que la vivienda de planta alta sigue cobijando a descendientes de su gran familia.
Pero no todo quedó allí, porque una ordenanza de 1967, la N°4, impidió que su recuerdo pasara al archivo y a las anécdotas de parientes. Ya en abril de 1966 habían pedido que bautizaran en su memoria a la continuación de Av. Mengelle, hasta la Ruta 22, pero eso se reformuló. Finalmente ese tramo quedó designado como “Lisandro de la Torre”, mientras que el acceso desde calle Brentana, hasta la misma arteria nacional, grabó el apellido de este italiano, para las futuras generaciones.
“Nada mejor para rendir el justiciero homenaje (…) que designar con su nombre a dicha calle, en la que hace años fundara la empresa que es orgullo de nuestra ciudad”,
dice el texto, en alusión al galpón de empaque “Arlequín S.A.”, actual depósito de un importante supermercado en esquina con Las Heras.
El reconocimiento quedó plasmado en la normativa, aportada para ésta nota por Julio “Beby” Salto, hijo del destacado jefe comunal.
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