Choele Choel: 80 años del hospital que atendió al “Che” y a la tragedia del tren «Zapalero»
Días atrás se conmemoró el esperado aniversario, en homenaje a la obra que llegó cuando los enfermos padecían la desolación, allá por la década del ‘40.
Con el descubrimiento de una placa, quedó plasmado en el histórico edificio de calle San Martín el logro de haber llegado hasta nada menos que los 80. Nació como Sala de Primeros Auxilios y hoy es el emblemático hospital cabecera del Valle Medio.
Las fotos de su construcción muestran el escenario en el que empezó a levantarse esa estructura, cuyo ingreso está ornamentado con piedra, fiel al estilo de las obras de aquellos años. Lo inauguraron en 1944, un 14 de octubre, pero ya en 1936, las actas del 6 de mayo del Honorable Concejo Municipal choelense daban cuenta de la insistencia de un miembro de las autoridades, de raíz socialista, que desde su banca defendía la posibilidad de crear ese primer centro de salud que tanto necesitaban en ese tramo norte del territorio nacional, que solamente podía acudir hasta Allen, distante a poco más de 200 kilómetros.
El italiano Eugenio Bonardo fue el autor de ese pedido, quien se unió a la experiencia de las autoridades en Río Colorado y a la insistencia del gobernador Adalberto Pagano, para solicitar a Nación que se incluya esta esperada gestión en los gastos oficiales.
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Con el tiempo llegó la mejor noticia: «El Poder Ejecutivo de la Nación ha aprobado el presupuesto para la construcción del edificio destinado a la Sala de Primeros Auxilios en nuestro pueblo, en el que se invertirá la suma de $193.964,49”, anunció un recuadro de la edición de “El Mentor”, el diario local, en la mañana del 24 de mayo de 1939. “La Dirección de Arquitectura”, ampliaba el medio gráfico, “iniciará los trabajos por el sistema de administración y hasta la suma de $50.000. El edificio será levantado en terreno que fuera reservado con destino a casa municipal, al trazarse el ejido municipal de éste pueblo, el que ha sido cedido por la Municipalidad local. Está ubicado en la manzana N°78”.
Según los planteos de Pagano, quien elevó una descripción de las condiciones en las que debían sobrevivir los que tenían la mala suerte de enfermarse, para 1933, la actual provincia tenía una población estimada en 115.380 habitantes, más de la mitad en áreas rurales, que se las ingeniaban repartiendo sus necesidades de asistencia entre los pocos servicios disponibles de una red Salas de Primeros Auxilios, botiquines autorizados, farmacias y médicos. Lejos de Allen, la única alternativa que les quedaba era el hospital de Bahía Blanca, distante a otros 300 kilómetros, así que lo más probable era que las urgencias sucumbieran en el camino, quitando toda esperanza de vida.
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80 años del Hospital de Choele | Primeros médicos y tropas
El Museo Histórico Regional de Choele Choel, con Liliana Zacarías y Evaristo “Pucho” Navarro a la cabeza, entre tantos otros, es el encargado de resguardar todo archivo que sirva para reconstruir lo que guardó el paso del tiempo. Gracias a su rastreo, por ejemplo, es posible saber que hasta la construcción del nosocomio, “la medicina fue ejercida desde 1879 por médicos militares, entre ellos los doctores Marcelino Vargas, Miguel Gallegos, Apolinario Martínez, Enrique Galantt y el practicante Carlos Cols.
Posteriormente al retiro de las tropas se radicaron médicos civiles, cuya permanencia era siempre breve. Los más antiguos fueron Luis Zurano Letiere, Pantaleón Lucero, Víctor Gutiérrez Romillo, José A. Recagno, Juan Nicora, Adolfo Bergman, Gregorio Berkmann, Horacio Vernengo Lima, Jacobo Martínez, Félix H. Navarre, Alberto Alcides Pividori y Néctar Barrera, que llegó en 1925, radicándose definitivamente. El primer director fue Salomón Mutchinick, quien fundaría más tarde un Sanatorio junto a Barrera” recordaron, gracias al repaso de Cruz Engracia Palacio, en el libro “Río Negro, pasado y presente”.
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“Cuando yo nací no estaba”, evocó un lector en los comentarios de Facebook, ante tantas salutaciones y reseñas que circularon con motivo del 80° aniversario. “Nacíamos en nuestra casas, en la cama de nuestros papás, así llegábamos al mundo, ayudados por una partera, una matrona u obstetra, ayudados por la familia que tenía preparada una palangana con agua tibia para el primer baño. En mi caso, fue la querida Catalina Dotzel, esposa del doctor Barrera, la que hizo con mi mamá el esfuerzo para que yo llegara. Cuando se hizo el hospital por solicitud de viejos vecinos, la comunidad toda se sintió plena, al ver ese hermoso edificio entre badenes de arena”, completó.
Ya inaugurado con la bendición del sacerdote Benigno Champleaux, las imágenes con los años lo ubicarían junto a lo que supo ser una Terminal de Colectivos y, acompañado a lo lejos, por el cementerio local, que se podía distinguir porque no habían más construcciones que obstruyeran la vista.
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80 años del Hospital de Choele | Oasis para un viaje en motocicleta
No faltaría mucho para que esta sala de salud de Choele Choel, vergel en medio de la desolación, recibiera una visita inesperada. Ya elevada a la categoría de Hospital Rural (1951), fue la salvación en pleno calor de enero, el martes 22 de enero de 1952, para un joven engripado, que permaneció internado hasta el sábado siguiente. Se trataba nada menos que de Ernesto Guevara, quien luego tomaría relevancia internacional por sus ideas, bautizado como “El Che”. En la sala frente al actual boulevard lo atendió Néctar Barrera, director de la institución, quien le aplicó tratamiento con penicilina.
Guevara, estudiante avanzado de Medicina, no viajaba solo. En esa mítica aventura se había embarcado con él Alberto Granado, bioquímico, que durante la internación de su amigo, salió a recorrer el pueblo, atravesando el puente carretero sobre el río Negro, para luego comprar duraznos en las chacras cercanas, donde por esos días se notaba el impacto del granizo reciente sobre peras y manzanas. Recuperado Ernesto, partieron al día siguiente hacia la zona cordillerana, para luego pasar a Chile. Después de insistirle con hacer reposo, “una mañana el médico no movió la cabeza en la forma acostumbrada y fue suficiente. A la hora partimos rumbo al oeste, en dirección de los lagos, que era la meta próxima”, registró el revolucionario en su diario y en una carta enviada a su madre desde San Martín de los Andes.
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La tragedia golpearía más tarde las puertas del lugar, en 1957, cuando “El Zapalero”, la formación del Tren Roca Buenos Aires – Zapala, descarriló entre las estaciones “Fortín Uno” y “Benjamín Zorrilla”, después de pasar por Río Colorado. Decenas de heridos y muertos llenaron salas y pasillos del hospital choelense, que necesitó ayuda de personal de toda la región para atender semejante emergencia, como los enviados desde Allen y Roca.
La distancia, los malos caminos y la falta de comunicación demoraron todo. Un día después, en la edición del viernes 25 de agosto de 1957, la tapa del semanario RÍO NEGRO habló de 40 muertos, oriundos de Bahía Blanca, Huergo, Neuquén y hasta Centenario. Hubo quienes enviudaron esa tarde lamentable y matrimonios que perdieron a sus hijos pequeños.
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Con estos hitos en su haber, la trayectoria de la salud en el Valle Medio se sostuvo a fuerza de la voluntad de sus trabajadores y la dedicación que éstos pusieron. Esa primitiva red de incipientes “salitas” fue la base para organizar el abordaje de todo el territorio y aún queda mucho camino por andar. Nelly Rubilar fue la primera homenajeada de esos comprometidos integrantes, en su caso, por el ejercicio que sostuvo por décadas al frente de la Cooperadora: la sala de tomografía llevará desde ahora su nombre. Pero no será el último reconocimiento, irán sumando más en lo que queda del 2024.
“La habilitación del hospital trajo aparejado un compromiso de ayuda que comprende a todos”, dijo en su momento el vecino Domenech en las páginas del “Mentor” y Liliana Zacarías volvió a citar esas palabras en su discurso alusivo. Por la labor de Mutchinick y Barrera, pero también por otros menos conocidos, como el cabo enfermero Juan Gasparini, las enfermeras Juana de Gasparini o Elena Basauri, Ester Cresto, primera partera diplomada en ejercer y trabajar en el Hospital, también por Agustina Torres de Cairolo, con sus esfuerzos en la lavandería, que en los primeros años cumplió a pura tabla y fuentón.
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