Chabela, de Villa Llanquín, premiada como «mujer rural»: «En el campo, se me fue la depresión y desaparecieron las crisis de asma»

Con 67 años, Nora Toro fue distinguida por la Asociación Civil Mujeres de la Ruralidad Argentinas y participará de un encuentro junto a otras 200 mujeres de todo el país.

Desde hace 25 años, Nora «Chabela» Toro cultiva la pasión por la ruralidad. Esta mujer nació y se crió en el paraje Villa Llanquín, ubicado a 40 kilómetros de Bariloche, pero muy joven se trasladó a la ciudad para criar a sus cuatro hijos hasta el momento en que entendió que ya era hora de volver a su lugar en mundo. Se reconoce como «la tercera generación de ruralista».

Este sábado, la Asociación Civil Mujeres de la Ruralidad Argentinas le entregarán un reconocimiento por su labor rural en la ciudad de Santa Fe, junto a otras 200 mujeres de todo el país.

«Me inscribió Betty Barría, del Sindicato de Amas de Casa, y salí postulada. Tuvieron en cuenta mi sacrificio en el campo para cosechar y viajar a Bariloche, desde hace 15 años, para poder vender mis verduras en la Feria Franca de la plaza Belgrano», indica esta mujer de 67 años.

Reconoce que siempre trabajó sola en su huerta aunque en el último tiempo, su compañero le presta ayuda en las labores más pesadas. «Ya no estoy en edad y la cintura y los huesos me pasan factura«, reconoce.

Define su trabajo como «orgánico y saludable» y aclara que no tiene maqinaria y todo el trabajo es manual. Solo emplea palas, azadas (que le permiten hacer los surcos para plantar las semillas) y horquillas (para desyuyar).

«Todos los frutales nacieron de alguna fruta que comí y planté en un tarro. Esa fruta me fue dando árboles: damascos, duraznos, manzanas, frambuesas, frutillas», detalla.

Antes de abocarse a la agricultura, Chabela crió a sus cuatro hijos (el mayor de 48 y el menor de 29 años) en Bariloche. «Una vez que les di educación, decidí volver al campo porque hasta entonces, era una persona muy deprimida por todos los dolores de la vida. Siempre vi a mi abuela y a mi papá trabajar la tierra y siempre me gustó. Donde yo viví, siempre puse una planta, un árbol frutal para alimentar a mis hijos. Por eso, le pregunté a mi papá si me daba un pedazo de campo», comenta.

Con el visto bueno de su padre, Paulino Toro, Chabella se asentó en la chacra donde trabajaba su abuela, a unos seis kilómetros bordeando la costa del río Limay, hacia Neuquén. Allí siembra acelga, albahaca, habas, arvejas, zanahorias, lechuga, tomate. También se aboca a la fruta fina con frutillas y frambuesas.

Cuenta que se vio obligada a dejar de sembrar papas tras la caída de ceniza volcánica proveniente del Cordón Caulle Puyehue en 2011. «No hubo manera. A Llanquín, así como a Chacay y Pilca, llegó la ceniza en polvo que es la que más afectó. Al ser en polvo, se compacta con la tierra y queda dura. Necesito un tractor«, confiesa.

Cada días a las 8, Chabella recorre un kilómetro desde su casa para llegar hasta su huerta donde aprovecha para regar. Regresa a partir de las 15 hasta las 20 a fin de «desyuyar», trasplantar y volver a regar. Algunas veces, los cercos requieren algún arreglo. Orgullosa, cuenta que todo lo hizo sola.

«Es lo mejor que pudo haberme pasado de la vida. Se me fue la depresión. Nunca más me enfermé y hasta se me fueron las crisis de asma. Amo lo que hago y soy muy feliz. Comer una fruta que ha sido plantada por vos es una bendición», confesó.

Las desigualdades de género en el campo

Este sábado se llevará a cabo el Primer Foro Internacional de Género y Ruralidad en Santa Fe, un espacio de visibilización y diálogo entre mujeres rurales de todo el país.

El objetivo es analizar «las desigualdades que, por motivos de género, viven las mujeres en la ruralidad, las experiencias y el fortalecimiento las organizaciones de la región y la demanda de políticas públicas inclusivas».

Durante el evento, se desarrollará la tercera edición de los Premios Lía Encalada (la primera ingeniera agrónoma egresada en Argentina), un reconocimiento anual de la Asociación Civil Mujeres de la Ruralidad Argentina a mujeres rurales en 17 categorías de actividad.

«Sin dudas, más allá del premio, participar en este encuentro significa un gran aprendizaje. Voy a conocer a 200 mujeres que realizan mi mismo trabajo. Ser mujer rural, para mi, es llevar con orgullo el legado de mis padres. Soy nieta de una mujer agricultora e hija de un agricultor y agricultora», concluyó Chabela.

«Un trabajo muy pesado para una mujer»

Chabella asegura que, como madre, logró transmitir a sus hijos la responsabilidad de cuidar «lo natural como así también que «la tierra es lo más sano que hay para cualquier ser humano«. Cuenta, con placer, que es la hija de Paulino Toro. Agricultor y músico.

«De todos modos -agregó-, haber educado sola a cuatro hijos y que sean excelentes personas, me hace sentir orgullosa».

Reconoce que no es sencilla la tarea de la mujer rural: «Si uno no ama lo que hace, es imposible. Es un trabajo muy pesado para una mujer«.

Desde hace 15 años, Chabela participa en la Feria Franca Nahuel Huapi en la plaza Belgrano de Bariloche. «Julio Ojeda (del INTA) nos propuso formar parte para vender nuestras verduras. Nosotros vendíamos clandestinamente de puerta en puerta en casa de desconodidos y nos pareció una excelente idea. Lo natural es muy valorado por la gente», plantea.


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