Carla le gana batallas al cáncer de mama: tiene 40 años, es de Roca y nunca dejó la universidad

Fue diagnosticada apenas había dejado de amamantar a su bebé. Con una sonrisa imborrable y una red incondicional, avanza a paso firme con tratamientos y ayuda a otras mujeres. Un caso de superación, en primera persona.   

El brillo en sus ojos y la sonrisa perpetua la describen. El empuje, la alegría y las pasiones, la motivan. A ella no la derribó el diagnóstico repentino, ni la incertidumbre. 

Carla Llarena es psicóloga social, acompañante terapéutica y estudiante avanzada del Profesorado Universitario en Danzas Españolas. Hace dos años, batalla contra un duro cáncer de mama. Pasó por quimioterapia, mastectomía, reconstrucción mamaria, radioterapia y sigue adelante con una inmunoterapia hasta el alta definitiva.

Octubre es el mes de sensibilización de esta enfermedad y ella lo inicia siendo la integrante más joven de la asociación civil «Rosas del Valle», una agrupación de mujeres con cáncer de mama que practican remo para mejorar su calidad de vida.

Foto: Juan Thomes.

Cuando se enteró de que tenía el 80% de una mama comprometida, en marzo de 2023, ya estudiaba en el Instituto Universitario Patagónico de las Artes (IUPA). Pero pese al difícil panorama y los tratamientos invasivos, ella nunca dejó la universidad. 

Hubo un día en el que pensó en desertar por no poder asistir a cursar ante la inmunosupresión, pero la institución readecuó algunas clases para que ella pudiera seguir adelante. «Estoy agradecida con la universidad, porque me sentí alojada, comprendida”, aseguró.  

Sus pasiones la mantienen activa y no decae a pesar de que sigue en tratamiento cada 21 días por un año más. Es que la meta es clara: recuperarse definitivamente y hacer girar la rueda para ser sostén de otras mujeres que ahora necesitan de su experiencia. 

Su anhelo es también ser la mamá que su pequeña necesita, por todos estos oscuros días en los que tuvo que replegarse de su crianza por estar en quimioterapia. Su objetivo a corto plazo es recibirse de ese título que tanto añoró.  

El diagnóstico: un estudio de rutina la salvó  


“Yo me sentía rara, algo me pasaba, no sabía muy bien qué era, pero como que lo presentía, lo sentía, entonces; como siempre, cuando comienzo el año siempre me hice chequeos”, contó Carla sobre como detectó la enfermedad.  

Ella es partidaria de escuchar al cuerpo. Si bien no tenía síntomas, fue a hacerse un chequeo de rutina y una ecografía mamaria a los 38 años reveló anomalías. Al principio creyeron que se trataba de una consecuencia de la mastitis, porque hace poco había dejado el pecho su bebé. Pero su determinación para continuar investigando; fue la base para que se produjera el hallazgo de un tumor invasivo en su mama izquierda. El 7 de julio de 2023, finalmente confirmó que tenía cáncer de mama.  

Foto: Juan Thomes.

“Siempre asocié de cáncer con la muerte. Y con una hija de apenas dos años, me dije: ¿Ahora qué hago?”, recapituló sobre aquellos días en los que el impacto de saberse en medio de una enfermedad grave, la abatió.  

“Al transitar la quimio, no estaba disponible como mamá”, contó y se emocionó al recordar todo lo que le costó no poder cuidar a su pequeña. Tardaba una semana en recuperarse y no podía ser la mamá que la nena necesitaba, no podía alzarla porque se sentía mal.

La última quimioterapia: una batalla ganada


Sus sesiones de quimioterapia duraban seis horas y sus amigas siempre estaban ahí para rodearla. Hasta se cortaron el pelo a la par de ella, y la ayudaron a conseguir cascos fríos y geles para no perder el cabello. «Cada cosa que hacía era como un ritual”, dijo y no solo personal, sino colectivo. 

“La última quimio fue el 26 de diciembre, después de navidad de 2023”, recordó la joven. Recuerda que cuando llegó a ese punto, “ya estaba limpia y eso fue maravilloso, fue la mejor noticia de mi vida”, contó. 

Luego de la quimioterapia tuvo que afrontar la cirugía. No le brindaron cobertura al 100% por parte de la obra social, por lo que tuvo que recaudar fondos para la reconstrucción mamaria y vendió rifas para llegar al objetivo. 

Carla tuvo que sortear varias trabas respecto del acceso a la medicación. “Siempre al límite, todavía cuesta mucho”, reveló. Tuvo demoras de meses para pasar de un tratamiento a otro.

Hoy tiene solo tres certezas: haber esperado para hacerse estudios podría haber sido una bomba de tiempo, encerrarse le iba a hacer muy mal y sin una red contenedora no hubiera podido. Su familia, sus amistades y los profesionales que la orientaron fueron imprescindibles en este proceso.

“Mientras hacía la quimio conocí a muchas mujeres solas. Y también me hacía ver la vida desde otro lugar. Yo no sé qué es lo que más mata; si la enfermedad en sí o la soledad”, reflexionó.  

“Uno solo en una isla no puede, por eso era muy consciente en el momento de mi diagnóstico que debía volver a esa red, volver a mi comunidad, a mi tribu”.

Carla Llarena, paciente cáncer de mama en Roca.

El arte como herramienta terapéutica 


Carla siempre trabajó para el afuera, la sociedad desde su perfil profesional y acompañó desde lo terapéutico a terceros, pero le llegó el momento de pensar en aplicar esos conocimientos a su propia vida. Así encontró en el arte, una salida. 

En la danza, pudo volcar sus ansiedades, incertidumbres, fue su cable a tierra. “La creación para mí fue como esa puerta de catarsis”, contó, además de contar con apoyo psicológico durante mucho tiempo.   

Es que ella baila desde los tres años. Ya había estado en el Ballet de Español de Fundación Cultural Patagonia y de más grande inició la carrera universitaria, pasó por el Instituto Nacional Superior de Artes (INSA) hasta llegar a lo que hoy es IUPA. “Siempre la danza fue mi lugar en el mundo”, aseguró.  

Final de la carrera y proyectos  


Así, tras un año y medio cuesta arriba, hoy está finalizando la carrera de profesorado en la etapa de residencia docente y espera terminar a fin de año. Enfoca su trayecto final inspirada en Rosas del Valle y piensa nuevos proyectos vinculando danza y salud.     

Estudia movimientos específicos que ayudan al drenaje linfático, como el braseo en la danza española y la digitalización en las castañuelas, un beneficio para la movilidad de los dedos. «Las castañuelas funcionan maravillosamente con el drenaje”, contó.  

Además, junto a su hermana emprendieron una feria circular de “cascos fríos” para donar estos dispositivos que sirven para evitar la caída del cabello en la quimioterapia. 

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