Arte callejero que punza, interpela y homenajea: «Es un espacio para reflexionar»
“Mujeres y Memoria” es un grupo que retrata el rostro de víctimas de femicidios y de luchadoras por los Derechos Humanos. Por las calles del oeste de Neuquén construyen un museo a cielo abierto. El lunes inaugurarán un mural dedicado a Alejandra Zarza.
Sobre la pared rugosa, el rostro de una mujer pintado de verde, violeta y azul. A su alrededor, 7 mujeres le dan los últimos retoques. La calle brama, pasan colectivos, autos y bicicletas. La Av. Del Trabajador al 2100 un viernes por la tarde es agitada. Pero ellas, están en su propia sintonía. “Mientras terminan esa parte, yo voy armando esta otra”, dice la que porta sombrero y manos con pegamento. Otra se encarga de hacer girar el mate y otra, de partir cerámicos. Les quedan completar un pájaro, una mariposa y una flor, los detalles para terminar el mural en homenaje a Alejandra Zarza.
De gorra, overol y dedo extendido Elisa Algranati muestra: “ahí, ves, falta el zócalo también”. Elisa empezó de adolescente y ya lleva más de 30 años en el muralismo. Sus obras se pueden ver en las calles de Chile, Honduras, México, Colombia. Y también a lo largo del país, en Buenos Aires, Córdoba, Tucumán, Santiago del Estero, Chaco. También desperdigadas por la ciudad de Neuquén. Incluso se puede ver su trazo, en la restauración del emblemático mural del hotel del Comahue.
Nació en San Martín, provincia de Buenos Aires. Es licenciada en Artes Visuales por el I.U.N.A. y egresada de la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón. Su currículum es extenso y su presente confirma su recorrido: en frente suyo, imponente, tiene su última obra: un mural colaborativo.
“Mujeres y Memoria” así decidieron llamarse. El grupo surgió como propuesta de Elisa, en la asamblea feminista y transfeminista que se realizó en Neuquén para organizar acciones para el 8M. Ahí entre las presentes contó su idea: pintar murales en las calles de Neuquén de mujeres que hayan sido víctimas de femicidio o hayan militado por los Derechos Humanos. Su elección no fue menor, Neuquén, según las cifras que publican organizaciones sociales, fue en 2023 la provincia con la tasa de femicidio más alta del país.
15 mujeres se sumaron al proyecto y trazaron un objetivo: pintar 12 murales con mujeres por las calles de Neuquén y con las fotos de esas obras callejeras hacer un calendario para el 2025. “Los murales están principalmente en el oeste”, cuenta Elisa, “porque algunas de las chicas con las que conformamos el grupo son de la comunidad mapuche Newen Mapu, y los primeros murales que hicimos fue en su ruka, en el oeste”. Empezaron en febrero y ya pintaron seis. Hay uno sobre Gdor. Francisco Denis al 700, otro sobre Cerro Bandera al 2000, otro sobre República de Italia al 2000.
“Nuestra idea es que esto sea un museo a cielo abierto homenajeando a mujeres víctimas de femicidios”, cuenta Elisa, “y también a mujeres que son parte de la memoria e identidad colectiva«. Aún no seleccionaron a las 12 mujeres que quieren retratar. Las van eligiendo de a poco. Por ejemplo, en la semana de la memoria inauguraron un mural dedicado a Alicia Pifarré, estudiante de Letras y actriz que fue detenida en la calle Talero en junio de 1976 y que permanece desaparecida. Otro fue dedicado a Noemí Labrune, fundadora de la Asamblea por los Derechos Humanos en Neuquén. Otro a Silvia Cabañares, víctima de femicidio. Y ese tuvo algo especial: se los pidió la propia madre de Silvia en memoria de su hija. Lo mismo sucedió con el que están terminado ahora y que inaugurarán el lunes: la concejala del FIT Unidad, Priscila Ottón Araneda, al enterarse del proyecto les pidió que retraten a Alejandra Zarza. Y ellas, por supuesto, aceptaron.
Priscila recuerda a Alejandra: «por aquellos años cursábamos juntas algunas materias en el IFSD No 12. Cuando sucedió todo fue realmente un horror. Y todo lo que siguió luego, también”. Alejandra Zarza fue víctima de femicidio en 2002. Tenía 25 años y estaba embaraza de ocho meses. Su cuerpo violentado apareció en el barrio Valentina Sur, cerca del acceso a Balsa Las Perlas.
“Nicolás Rinaldi el único condenado como partícipe necesario”, continúa Priscila, “al mejor estilo de un genocida, jamás contó quienes fueron los autores materiales que terminaron con la vida de ella ni que hicieron con su bebé, que también era su hijo».
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«Siempre pensé que Alejandra, además de justicia, se merecía un homenaje en esta ciudad”, dice Priscila, “por eso cuando Elisa me contó del proyecto de murales de mujeres, no dudé en proponerle hacer el de Alejandra”.
Las mujeres concentradas, seleccionan los trozos de cerámicos. Buscan que la forma, coincida con el dibujo trazado. Al costado, a la derecha, el garaje del dueño de la pared: Fabián Alarcón, pero todo el mundo lo conoce como “Fabo”.
Fabián ya venía masticando la idea. Con su pareja lo habían charlado: “una pared vacía no dice nada”, dice Fabián, “hace mucho tiempo que estábamos pensando en que esa pared de casa tenía que decir algo, una intervención de acción poética, por ejemplo, algo”.
“Salíamos de viaje con mi mujer”, cuenta Fabián, “y vimos a las chicas pintar un mural a pocas cuadras de casa y nos gustó”. Fabián se acercó y les preguntó: “¿Quieren hacer una intervención, un mural en la pared de mi garaje?”, “¡Claro!” dijeron las chichas, “pero con una condición, tiene que ser una de las mujeres que tenemos ya pensadas”.
“Las chicas me propusieron retratar a Alejandra Zarza”, sigue Fabián, “y me quedé sorprendido. Justo, hacía poco, había estado hablando de esa chica. Les dije que sí, no lo dudé”.
El rostro de Alejandra Zarza quedará pintado en la pared del garaje de Fabián, la que linda con la calle. Está a unas cinco cuadras de donde vive el padre de Rinladi. “En el barrio”, dice Fabián, “estamos empapados de lo que le pasó a Alejandra Zarza”.
El boceto de los murales los diseña Elisa. Pero, claro, según el terreno, ahí en la superficie de la pared, la idea original puede terminar siendo diferente. Lo mismo sucede con los colores. Depende de las donaciones, de lo que encuentren, de lo que cada una pueda aportar al mural. “Acá todo lo que hacemos”, confirma Elisa, “es a pulmón”.
La pintura la combinan con la técnica del trencadís, que es una suerte de mosaico reciclado con cerámicos rotos. En algunos murales le suman un poco de revoque, cemento directo y en otros aplican el grafiado, técnica con materiales de construcción.
El arte callejero, si se presta atención, si se levanta la cabeza, punza. “El arte público lleva a la reflexión, a pensar”, explica Elisa, “es un documento histórico, que también tiene un fin educativo, pedagógico. Cuando se termina el mural ya es parte de la comunidad, una deja de ser su dueña”.
Fabián encuentra en el mural de su casa una manera de cambiar el sentido común: “hay tantos carteles que nos invitan a votar, a mal conducirnos en la vida que tenemos que empezar a dar mensajes con contenido. Tenemos que tener carteles que ayuden a la memoria, a la vida, a sostener la dignidad”.
Y eso busca Elisa con el grupo de mujeres. Les interesa hablar, decir, a través de los murales. “El arte en las calles”, cierra Elisa, “es un espacio para reflexionar y también es una forma de militancia”.
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