Aniversario de Allen: El boxeo barrial que ofrece contención a chicos

Gervasio Sosa entre a chicos/as de 12 a 20 años en un gimnasio que levantó en su casa. Las clases son gratuitas.

Todas las semanas en el barrio Bifulco de Allen, Gervasio Sosa le da clases de boxeo a chicos de entre 12 y 20 años en el gimnasio que levantó en su casa, en forma gratuita. Toda su vida la ha dedicado al deporte y se esfuerza para que la juventud que no puede pagar pueda encontrar también contención en esta disciplina.

A sus 67 años sigue entrenando y aunque ya no compite como boxeador si lo hace como atleta. Incluso ha recorrido el mundo representando al país. Su primera experiencia con el deporte fue el fútbol cuando tenía 8 años y descubrió que era bueno para el arco. En Allen llegó a jugar en primera en el Club Alto Valle.

A los 19 se metió en el boxeo y llevó los dos deportes de la mano. “Un día unos amigos me llevaron a ver un entrenamiento, en el Club Alto Valle, fui a ver y me gustó. Al entrenador le gustó la condición que tenía y me empezó a entrenar”, contó.

Gervasio estuvo 8 años en la disciplina, “era una época linda para el boxeo en el Alto Valle”, recordó. En esos años recorrió la provincia. En 1973 se realizó la final en Mendoza y viajó junto a la delegación y conoció Nicolino Locche, llamado “el intocable”, el boxeador con mejores habilidades defensivas de todos los tiempos.

Parece que he sembrado bien porque la gente siempre que necesité una mano, me ayudó. No hago boxeo competitivo sino boxeo recreativo, a los chicos les cuento la historia de mi vida».

Gervasio Sosa, boxeador y entrenador.

“Un viernes fui a pelear y jugar al fútbol a Catriel. La gente decía, el arquero que está ahí ¿no es el que peleó esa noche en el polideportivo?”, recordó sonriente.

“Me quedó esa escuela de boxeo, yo venía de El Cuy éramos muchos hermanos y perdí a mi papá cuando tenía dos años, después nos venimos a Allen”, contó.

Una vez que se asentaron en el barrio los vecinos lo ayudaron, “me fui criando en la casa de los vecinos, el deporte me empezó a llevar por un camino y nunca lo solté. Me ha llevado a lugares increíbles, me ha abierto puertas”, reconoció.

Después de la partida de su madre en el año 2002 empezó a reconstruir en la casa un salón. El proyecto era levantar un gimnasio comunitario para que los chicos del barrio tuvieran un espacio de contención.

“Tengo recuerdos de chicos que pasaron por el gimnasio, ahora están casados y me mandan a sus hijos para que los entrene. Eso es el mejor premio que uno puede tener, el solo hecho de trasmitirles que el deporte es tan importante”, expresó emocionado.

Su esposa Olga Benítez trabaja a su lado en el proyecto. “Me acompaña a todos lados, tengo una familia que me apoya”, agradeció orgulloso. Gervasio está jubilado luego de trabajar como obrero metalúrgico.


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