Aniceto, el ajedrez y el homenaje de sus nietos de Allen convertido en escultura

El viaje para asistir a un importante concurso artístico tuvo un desenlace mucho más profundo: lograron dejar un sentido regalo en el pueblo natal de su abuelo.

Un alfil, un rey y un caballo brotaron de la madera en una plaza, al sur de la provincia de Santa Fe. Tomaron forma gracias al escultor Leo Avalis y a su hermano Lisandro, que quisieron homenajear con ellos a su abuelo, por el legado que dejó. 

Aniceto Avalís es el nombre de este vecino, promotor destacado de la práctica del ajedrez en el Alto Valle, que nació hace 101 años en Gödeken, un pequeño pueblo de calles numeradas, ubicado cerca de la Ruta 93, a 170 kilómetros de Rosario. Ya en su adolescencia, para poder jugar, había tallado las 32 piezas del juego artesanalmente y con esa misma constancia y paciencia, se encargó de sembrar voluntad en cada una de las actividades que emprendió después. 

De familia piamontesa, había pisado por última vez su tierra natal hace 24 años, en el año 2000. Por eso cuando Leo, su nieto escultor, vio la posibilidad de volver a visitarla de camino a una Bienal Internacional de Escultura que se realizaría en esa región, no la dejó pasar. Premiado en el Concurso, que se realizó en San Jerónimo del Sauce, 300 kilómetros al norte, todas las energías estuvieron puestas en el regreso: pasar por Gödeken, para dejar una ofrenda que represente a Aniceto y a su descendencia, abrazados en esa figura tallada de ajedrez. 

Alfil, caballo y rey, tres generaciones Avalís en una obra.

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La idea no fue improvisada, pero sí hacían falta varios factores para que funcionara: no tenían más que un día para proponerla y llevar manos a la obra. Así que una familia en común que aún les queda en el pueblo, los Gentiletti, les hicieron de nexo para pedir la autorización a la Comuna y conseguir algunos insumos necesarios.

Sin dudarlo, las autoridades les ofrecieron apoyo y libertad de acción, así que en cinco horas de arduo trabajo, quedó listo la escultura, en madera de un antiguo pino seco que se encontraba en el mismo espacio verde. “Es tan antiguo que confío en que mi abuelo también haya disfrutado bajo su sombra”, dijo Leo en diálogo con RÍO NEGRO.

El recuerdo de la pieza de ajedrez tallada por Aniceto en su adolescencia. Lisandro las heredó.

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La labor, sin querer, movilizó a vecinos y vecinas, que veían a estos hermanos al pasar, trabajando en la plaza. La respuesta fue al estilo de las familias del interior argentino: hicieron correr la voz y volvieron con viandas de comida y bebida para que los Avalís recuperaran fuerzas. Otros se acercaron con lo más emotivo, las anécdotas que recordaban sobre Aniceto y más detalles sobre su familia, para seguir nutriendo el orgullo que los patagónicos ya sentían. 

De ojos claros, hijo y nieto de presidentes comunales santafesinos, Aniceto dejó descendencia en Allen gracias a su vínculo con Ilda Elena Olazábal. Llegó con 24 años, en 1947, para luego trabajar en la emblemática fábrica de conservas “Bagliani”, aunque luego tuvo una variada actividad: desde un emprendimiento para la cría de codornices, a una cuadra del Hospital (en Don Bosco y Quesnel), hasta su aporte a la comunidad como integrante del Concejo Municipal en los años ‘60, cuyo sueldo también donaba a la Cooperadora del nosocomio. Desde su participación, ayudó a consolidar el Partido Demócrata Progresista local, con el que llegó al poder la primera intendenta mujer: Irene Tula de Diazzi. 

Aniceto junto a Lisandro, uno de sus nietos.

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Aún así, su huella más recordada es la que asocia su apellido con el juego del tablero cuadriculado y la estrategia, pasión que también compartió con su hermano “Titín” (Lisandro). Aldo Babaglio, presidente del Club Unión Alem Progresista en los años ‘70 y colaborador cercano por mucho tiempo más, lo recordó por su calidad de persona y por su rol con esa disciplina en la institución, con la que ganó el Torneo Patagónico, por equipos, en el año 1963. Aniceto también fue uno de los fundadores del Centro Filatélico de Allen, gracias a su gusto por coleccionar estampillas. Nacido un 15 de abril de 1923, falleció en 2009, a los 86 años. 

Con todo eso en la memoria, Leo y Lisandro hicieron realidad ese regalo para Gödeken, que será emplazado frente al museo «Molina Campos». “El broche de oro sería que alguno de sus hijos haga el mismo viaje para colocar la placa a la obra. Caminamos por sus calles, conocimos las casas donde vivían, todo gracias a la gran familia Gentiletti, César y Norma, que nos dieron de todo y más. Fue un viaje muy emotivo y muy llorado, no sé qué hay detrás de todo, pero estuvimos menos de un día en su pueblo y eso nos bastó para conocer historias, conocer sus lugares y dejarle una obra. Si lo pienso, no sé cómo lo logramos, ¡seguro estarías ahí viejo!”, concluyó Leo, agradecido. 

Las piezas talladas, hace más de 80 años.

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