Alarma por la obesidad infantil: «No es un problema de cuánto comés o comer menos sino de cómo se vive»

La preocupación por la gran cantidad de niños obesos en Bariloche llevó a poner en marcha un estudio que comenzó en 2017 y se mantiene al día de hoy. Los resultados empeoran y la mirada se centra en el estrés, la calidad del sueño y el uso de las pantallas.

La obesidad fue el punto de partida. En 2017 los médicos del hospital Ramón Carrillo de Bariloche detectaron que uno de cada tres niños era obeso o tenía sobrepeso. De inmediato, se lanzó la campaña «Solo por hoy» para promover el consumo de frutas y de agua -y no de gaseosas- en las comidas y la limitación del uso de la televisión o de los videjuegos, entre otros.

Con el paso del tiempo, los investigadores continuaron procesando los datos actualizados y los resultados no son para nada alentadores. La situación tiende a empeorar y es un fuerte reflejo de lo que pasa a nivel nacional.

Este informe comenzó con la mirada puesta en la alimentación y la actividad física, pero poco a poco fue sumando investigadores de diversas áreas que ampliaron el foco al estrés, a la calidad del sueño y al uso de las pantallas.

El análisis también se modificó: un estilo de vida no saludable no solo tiene que ver con no comer bien.

«La idea es concientizar que los abordajes deben ir más allá de la alimentación y la actividad física. La medicina y la educación se basan en datos. Hacemos medicina basada en evidencia. En base a esos datos, uno puede armar programas de prevención«, indicó Lorena Leive, terapista ocupacional y docente de la carrera de Medicina de la Universidad Nacional de Río Negro.

El estudio contempló a más de 400 niños de primer y séptimo grado que completaron un cuestionario, a través del Programa Salud que el gobierno provincial implementa en las escuelas.

Leive explicó que el cuestionario se realizó antes y después de la pandemia de Covid-19. «Hoy estamos mucho peor en obesidad, especialmente por el estrés. Notamos que la situación no solo empeora año tras año sino que además, cuanto más grande es el chico, peor es«, indicó.

Comentó que a nivel mundial se puso en duda el abordaje restrictivo basado en el «comé menos y movete más». Esto no está funcionando en tanto la tasa de obesidad continúa subiendo. «Ahí surge la necesidad de cambiar la mirada. Creemos que lo que no funciona es el estilo de vida que tenemos las familias. Un estilo acelerado y de mucho daño hacia nuestro bienestar. Así surge el estrés, el dormir mal, elegir alimentos poco saludables y el sendentarismo«, planteó Leive.

Mencionó que cuando uno está cansado, elige alimentos de peor calidad. A su vez, la calidad de vida repercute en la noche y se duerme mal «por lo acelerado que estamos». El dormir mal conlleva a problemas para aprender, aumenta el malestar, el hambre, los accidentes y hay una investigación que indica que, incluso, disminuye la predisposición a ayudar al otro.

Según Leive, «de nuestros primeros rastreos a las últimas mediciones, los chicos duermen peor, comen peor y sufren más estrés». «En muchos barrios, hemos detectado que se quedan dormidos en clase. Hablamos de barrios con mucha violencia de noche donde los chicos no tienen la posibilidad de dormir bien. Cuanto más pobreza y vulnerabilidad, hay más estrés. En definitiva, no es un problema de cuánto comés sino cómo vivís«, resumió.

Datos

2%
de los niños y adolescentes eran obesos en 1990, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Ese número creció al 8% en 2022; es decir que uno de cada ocho niños es obeso a nivel mundial.

Un estudio previo a la pandemia reveló que un 92% de los niños usan pantallas antes de dormir. Según los investigadores, esto hace que el sueño sea «fraccionado» y atenta contra la consolidación de los aprendizajes del día.

«La consolidación de la memoria se da por la anoche. Entonces, aprendés menos. Te levantás más cansando. Tenés más hambre y menos predisposición al aprendizaje y la actividad física. Y así se forma un círculo vicioso«, indicó Leive. Djo que «algo tan simple como no usar pantalla dos horas antes de dormir, sería una buena estrategia».

La incidencia del estrés en los niños y en sus cuidadores

La relación entre el nivel de estrés de los niños -y sus cuidadores- con la obesidad fue uno de los puntos del estudio que se lleva a cabo en Bariloche.

Paola D´Adamo, doctora en Ciencias Biológicas e investigadora del Conicet, resaltó que los niños obesos tienen más probabilidad de tener un alto nivel de estrés que los niños no obesos.

«El estrés es una respuesta natural y necesaria del organismo. El tema es cuando se hace crónico porque ahí aparecen los problemas. Es como vivir en estado de alerta permanente», señaló D´Adamo.

Si bien no se conocen las causas, hay distintas hipótesis. «A mayor estrés hay una desregulación a nivel metabólico. El estado de estrés y ansiedad aumenta el picoteo, el comer mal y desordenadamente. Pero también afecta el sueño. Cuando uno duerme mal está con mayor estrés y por otro lado, cuando uno tiene estrés, duerme mal. Es una relación circular«, afirmó.

Mencionó que más allá de la afectación a nivel fisiológico, el estrés produce una inflamación en el sistema inmune. «Hay trastornos a nivel de ansiedad y depresión. Cuando uno está estresado te olvidas de cosas. Y la posibilidad de autoregularse a nivel emocional también está afectada», especificó.

Advirtió que si bien hasta ahora, la nutrición se ha enfocado meramente en los alimentos que ingerimos, es necesario poner la mirada en la nutrición emocional que «contempla cómo nos autopercibimos, la satisfacción con nuestras vidas y nuestros vínculos».

Respecto a los alarmantes datos de obesidad infantil, D´Adamo consideró que «era esperable» y recordó que en pandemia, hubo un alto nivel de estrés, los vínculos resultaron afectados y estar encerrados llevó a comer mucho más. «La mirada no solo debe estar puesta en el alimento y la cantidad de calorías que se ingieren. Hay que evaluar la nutrición emocional«, concluyó.

Más uso de pantallas, más sedentarismo

Los datos sobre el nivel de obesidad infantil revelan que la tendencia avanza drásticamente a nivel mundial.

«Esto hace que, desde las infancias, tengamos problemáticas no solo en la salud física sino también emocional y mental. Son chicos que están creciendo«, sintetizó Betina Butto, licenciada en Nutrición y docente investigadora de la Universidad Nacional de Río Negro.

Insistió en la necesidad de atender «la problemática de fondo que está impactando en el sobrepeso y la obesidad. Por eso, sumamos miradas de diferentes disciplinas. Es conocido que la obesidad es multifactorial, pero esto queda en el discurso».

Planteó «evaluar las recomendaciones para no quedarse cortos». En este sentido, puso como ejemplo el uso excesivo de pantallas que interfiere en la actividad física y genera chicos más sedentarios.

«La idea -concluyó- es trasladar los datos de estudio para tomar conciencia y gestionar espacios de intervenciones a nivel municipal y provincial. La ley de Promoción de Alimentación Saludable, por ejemplo, es nacional, pero Río Negro adhirió. Falta ver cómo implementarla. Tenemos una ordenanza que impide a los supermecados poner golosinas en la línea de cajas a fin de evitar tentar a las familias con cosas azucaradas. Son medidas chicas que tienen impacto», evaluó Butto.


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