Adiós a Hideki, el productor japonés que sobrevivió a la guerra y a un asalto, pero apostó al Alto Valle
Murió Hideki Sano, un floricultor de 88 años reconocido en Río Negro y Neuquén. Padeció la guerra, el hambre y la inseguridad, pero puso su esfuerzo y su tractor en el trabajo de chacras de la región. Un ejemplo de resiliencia.
Ícono del trabajo, del esfuerzo y el sacrificio en la región; este jueves por la madrugada falleció en Neuquén Hideki Sano, el inmigrante japonés y campesino que llegó a la Argentina en busca de un futuro lejos de la guerra y aprendió el oficio de floricultor junto a su compañera, Miyoko.
La vida de Hideki Sano empezó en 1935, en Shizuoka, ciudad de Japón. Era un niño de campo, un campesino que mamó la tierra y la producción. Superó circunstancias traumáticas desde que tenía uso de razón ya que pasó su infancia trabajando la tierra durante la Segunda Guerra Mundial, donde sobrevivió a dos males, al hambre y a la guerra.
Tenía 88 años y padecía problemas de salud, pero nunca perdía la sonrisa y el humor. La resiliencia era uno de los atributos de este hombre que por donde pasó, dejó amigos y conocidos; cuyo espíritu germina una y otra vez. Toda su vida fue una historia para contar y también para aprender.
Libró mil batallas para cruzar el mundo en barco con su su familia a los 20 años. El destino era América del Sur, tierra prometedora, donde tuvo que aprender el castellano para ganarse la vida junto a su compañera, una inmigrante japonesa como él, a quien conoció a sus 22 años en Argentina.
Se casaron, cosecharon flores y hortalizas en Paraguay, Brasil, luego Buenos Aires y en las provincias del litoral en Argentina. Fueron floricultores de oficio, hasta que en la década del 70 decidieron asentarse junto a su familia en la Patagonia, para emprender un camino con las peras y manzanas.
El primer lugar al que llegaron fue la provincia de Río Negro. Hideki se radicó junto a su esposa y tres hijos entre las chacras de Regina y de Huergo para producir. Se dedicó principalmente a la fruticultura y también a los claveles.
La tragedia que lo marcó durante un asalto en Huergo
Un día, la chacra que tanto le apasionaba, le jugó una mala pasada cuando fue víctima de un violento asalto en Ingeniero Huergo por el cual perdió una mano, producto de haber estado maniatado varios días. Ese hecho fue conocido por todos. Muchos rionegrinos lo conocieron ese día, a él y a su historia.
Poco tiempo después se fue a vivir a Neuquén. Lo que nadie se esperaba era que a pesar de eso, «Don» Sano, como le dicen sus cercanos, siguiera adelante, empezara un nuevo capítulo en su vida.
Hideki perdió la mano izquierda, pero nunca dejó de trabajar, tampoco de sonreir. Cuando todos pensaban que debería quedarse quieto y descansar, volvió a la carga y aún con su discapacidad producto del asalto, le hizo una plaza con juegos a sus nietos en un barrio de Neuquén. También trabajó en las canchas de fútbol de esa ciudad.
A los 79 años, empezó a estudiar en la Escuela Primaria para Adultos 1 (EPA) de Neuquén. Él quería formarse, era un hombre de trabajo manual, pero su costado intelectual no lo dejaba tranquilo. Iba a la escuela en tractor, a todos lados iba en tractor. Era común verlo por las calles de Neuquén, con su herramienta de trabajo y su medio de transporte, poco usual en el asfalto.
Siempre ligado a la colectividad japonesa, “Don” Sano pudo transmitir sus vivencias a sus hijos y dejar un legado invaluable a sus nietos, quienes hoy, jóvenes argentinos nacidos en Neuquén, se interesan por la cultura oriental.
Las manos de Hideki están atadas a la tierra y su espíritu, al trabajo. Siempre desafió al sufrimiento con su accionar. Era imparable; saben bien los suyos a quienes hoy les toca despedirse de quien fue protagonista de una vida que jamás se esfumará.
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