Acompañar: cómo ayudó a mujeres de Neuquén y Río Negro el programa que Javier Milei recortó

Era un aporte económico destinado a quienes sufrieron violencia de género y no tenían trabajo registrado. Las beneficiarias lo usaron para comprar máquinas de coser, sillas de peluquería y útiles para sus hijos.

-¿Está bien de dulce?, ¿le aumento más?

Karen ceba los mates. Su casa está en el Lote 34, donde fueron reubicadas las familias de la extoma Casimiro Gómez. Prende la luz. Tenía el servicio por medidor, pero este año ya no puede pagar la tarifa, así que se enganchó. La salamandra con la que se calefacciona se alimenta con la leña del municipio y los sábados le traen de una iglesia.

En este terreno pelado, con chapas, nylon, maderas y troncos vive en una pieza junto a sus dos hijos de 14 y 5 años. Pudo separar la cocina y el baño. Atrás tiene una pared de ladrillos porque espera algún día levantar una construcción de material. «Una bolsa de cemento te cuesta $12.000, no hay, no alcanza», afirmó.

La joven de 35 años está sentada al borde de la cama de dos plazas, donde está durmiendo el niño más chico. Ella sufrió violencia «física, psicológica, sexual, económica, todo». Tuvo custodia policial. «Él me medía la plata, siempre decía que yo no aportaba», aseguró. Llegó desde Santa Cruz, Bolivia, hace cinco años y en el viaje «perdí mis papeles, perdí mis documentos de estudio, mis documentos de bachiller, perdí todo lo que decía que yo había sido alguien en la vida».

Contó que suexpareja la golpeó una vez. «Yo dije no. Yo tengo que tener algo, porque me ponía a pensar en mis hijos. Mañana, pasado, va a pasar otra vez y yo voy a reaccionar, yo me ponía a pensar esas cosas. Yo muerta, mis hijos solos», remarcó.

Manifestó que una sola vez le pidió plata porque no tenía para comprarles pan.

-Jamás me voy a olvidar que él me dijo: cagate.

Una vecina le avisó a Karen que podía ir a «Derechos Humanos». En realidad terminó en el Programa Acercar Derechos (PAD), y en diciembre de 2022 pudo cobrar el Programa Acompañar, un aporte económico que recibían las mujeres que sufrían violencia de género. Se percibía por seis meses y era equivalente a un salario mínimo, vital y móvil. La condición: que no tuvieran un trabajo registrado.

«Hacía una calor tremenda ese día, no tenía un peso en el bolsillo», recordó Karen. En ese momento el monto era de $60.000 aproximadamente por lo que empezó a hacer comida para vender: pizzas que su hijo mayor repartía en el barrio. Le alcanzó para comprar «el ropero, que lo saqué a crédito, después seguí con mi lavarropa, que tengo un lavarropa paleta, después logré sacarme el tele y así».

Incluso en esos seis meses pudo llevar a los chicos al cine y tener una pelopincho. «La vecina tenía pileta, la otra, y mis hijos mirando de palco», planteó.

Karen se da vuelta:

-Despertá amor, que tenes que ir al jardín.

Mira al mayor:

-Hijito, preparale la leche al niño, por favor.

Un día la llamaron y le comentaron que podía acceder al Banco de Maquinarias, Herramientas y Materiales del exministerio de Desarrollo Social. Así obtuvo una máquina overlock industrial y una multifuncional. Ahora sus ingresos los genera con lo que cose y vende en la feria que se monta todos los sábados frente al hospital Heller. «Me acogieron en esta parte de Argentina como una hija más y para mi eso es mucho», subrayó.

“¡Mirá como me ayudó!, yo no tenía nada, con eso yo agarré un capital”, dijo la joven de 35 años. Foto Matías Subat.

«Nos fuimos con la ropa puesta»


Desde 2021 y hasta noviembre de 2023, en Neuquén, hubo 3.132 ingresos al programa, de acuerdo a los últimos datos publicados por el exministerio de Mujeres, Género y Diversidades. Se cobraron 2.845 porque 287 quedaron pendientes. En Rio Negro lo percibió un número similar: 2.846.

Según la organización Fundar, en promedio, en Argentina una mujer en sus 30 tiene un ingreso 22% menor al de un varón de su misma edad. Para los 50 esa brecha se amplía al 29% y al 40% a los 70 años.

Esta ayuda, acotada en el tiempo y segmentada en la población (entre 18 y 65 años, sin una remuneración formal), estaba destinada a quienes vivían en una situación de vulnerabilidad mayor: por sufrir violencia de género, y porque en su abrumadora mayoría, eran mujeres con hijos que no cobraban cuota alimentaria. Además contaban con el acompañamiento de un equipo técnico psicosocial, para que no quede únicamente en un subsidio.

Esta semana se conoció que el programa fue recortado: se percibirá solo tres meses y con el requisito de la denuncia policial/judicial. La realidad indica que el Acompañar se dio de baja de hecho: en 2024 ninguna mujer recibió el aporte (no hubo nuevas altas) y continuaron cobrándolo quienes venían de 2023.

«Las últimas que entraron al circuito de pago las habíamos ingresado en el mes de julio y primeros días de agosto del año pasado», sostuvo la excoordinadora del PAD de Neuquén, María José Vázquez.

Y agregó: «todavía no nos bajaron ningún lineamiento de si se va a seguir cargando de la misma manera o cómo se va a acreditar la denuncia, nos enteramos por el Boletín Oficial». Mencionó que «seis meses quedaban cortos y entonces articulábamos con provincia para poder gestionarle una ayuda para alquiler».

Enfatizó en que la denuncia no era una obligación porque no todas estaban en condiciones de hacerlo. «Lo recomendábamos para tener las medidas de protección», relató.

Silvana, de 40 años, se escapó de su casa de Zapala con sus cuatro hijos hasta Aluminé. «Nos fuimos con la ropa puesta, el más grande tenía 12 y la más pequeñita dos años y medio», comentó por teléfono.

Con el dinero del Acompañar pudo cumplir un sueño: tener su peluquería. «Me ayudó a equiparme porque yo después de eso pude armar como un salón: dos sillas de peluquería, un ayudante de peluquería (que es el carrito donde se colocan los peines), un secador de pelo, stokearme en tinturas, una máquina de corte, un juego de tijeras», enumeró.

Hizo hincapié: «es muy importantes que estos programas sigan existiendo porque es dificil salir adelante, salir de estas situaciones. Tener la cabeza fría y decir: «no voy a volver aunque me quede en la calle» y a mi me pasó un montón de veces, pero no todas las mujeres pueden llegar a tener la misma fuerza».

De hecho uno de sus hijos hoy trabaja como barbero.

Silvana muestra orgullosa el salón que pudo armar. Foto gentileza,

«Durante todos estos años que viví tanta violencia, yo no podía mirarme a un espejo y una de las primeras sesiones con una psicóloga era mirarse en un espejo y describirte. Por muchos años no pude describirme, no podía ver nada, simplemente miraba al espejo y lloraba, y hoy mi casa está llena de espejos. Te puedo decir fácil: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis espejos», aseguró Silvana.

Para Marcela de «50 y algo», con lentes y gorro de lana blanco, llegar al ministerio fue como un abrazo, después de convivir con dos parejas violentas, una de ellas un policía que la hacía arrodillar y le ponía una pistola en la cabeza, o la arrastraba.

Gracias al Acompañar se las arregló para vender comida, y pudo seguir con su trabajo como empleada de casas particulares, el único con el que el programa era compatible.

En su opinión: «Está la vista lo que está pasando con las mujeres que las matan, que desaparecen entonces para mí que saquen el ministerio de la Mujer, para todas las que estábamos ahí fue como que nos dejaron solas. ¿Yo ahora a quien le cuento si a mi me pasa algo?».


Acompañar en Río Negro: «no sólo es darle dinero a las mujeres y que se arreglen»


«Arrancar de cero cuando tenes pibes y una vida es difícil y muchas veces te encontrás en una calle sin salida. El darte cuenta que podés salir de ahí, que estás acompañada y que hay recursos es un montón. Muchas personas no lo ven y simplemente piensan: ‘Ella está ahí porque quiere. Porque está cómoda´ y no es tan fácil”.

Maru -prefiere no dar a conocer su identidad- trabaja como empleada administrativa en el Acompañar, en Río Negro, desde hace dos años.

La provincia contaba con una coordinadora del programa y dos equipos técnicos (conformados por una abogada, una trabajadora social y una psicóloga) en General Roca y Bariloche. Con el tiempo, sumaron una trabajadora en administración que quedó sola porque los equipos técnicos se desmembraron en el último tiempo.

Durante seis meses, Antonia, una barilochense, accedió a este aporte económico tras sufrir violencia institucional y abuso por parte del Estado. “Había quedado en la calle. En ese momento, se acercaron las compañeras del ministerio (de las Mujeres) y me facilitaron el acceso al programa. Me sirvió un montón porque me había quedado sin nada. Sin un lugar donde vivir. Sin pertenencias. Fue una gran ayuda durante ese tiempo”, consideró.

El programa -agregó esta mujer de 40 años- me ayudó a recuperar mi vida. Después de una situación así, una queda mal física y materialmente por más que esté acompañada. Fue un pilar para ir recuperándome”.

Mencionó que, en muchos casos, las mujeres dependen del salario de la persona que las violenta; por eso resulta fundamental contar con un ingreso. «Ni hablar si tiene hijos. Solo así una se puede ir recuperando. No solo desde lo material sino la estabilidad emocional. Si estás pensando en que tenes que recuperar tu estabilidad mental y, además, comer y tener un techo, son muchas cosas. La ayuda económica es un pilar importante», dijo.

Maru es más que una simple trabajadora del programa. A lo largo de estos dos años, se involucró con gran cantidad de situaciones de vulnerabilidad. Y definió que «va más allá de un refuerzo económico»: «Significaba acompañamiento psicosocial por parte del equipo técnico que hoy ya no existe. Se gestionaban cosas a nivel provincial o municipal, con el área de Género y Diversidad. No sólo es darle dinero a las mujeres y que se arreglen: se hace un acompañamiento, un seguimiento y se evalúa si hay otras demandas».

Con ese dinero, explicó, «muchas mujeres cubrían necesidades», pero además, se intentaba «buscar estrategias para que tengan un sustento y pudieran generar una fuente de ingresos -aunque sea mínima». Puso como ejemplo los emprendimientos propios -o la idea de gestar uno- cuando no se cuentan con herramientas para concretarlos. «Entonces -agregó Maru-, encontrabas en Desarrollo Social esa fusión perfecta para ayudar en determinadas situaciones. A través del Banco de Herramientas, las personas podían acceder a maquinaria. O bien una persona que quería hacer pizzas en su casa y no tenía la cocina en condiciones o no le cerraba el horno. Gestionamos cocinas, batidoras. Era un montón».

También se refirió a los seis meses que duraba el programa: «En ese lapso, una persona no puede proyectar a futuro. Por eso, pedíamos un mínimo de un año. No lo conseguimos nunca. Y esto nuevo es una tomada de pelo. No piensan en las personas. Piensan en ahorrar como si fuera un gasto cuando es una inversión a futuro».

¿Sabés cuántas veces escuché: ‘No sabés lo que me salvaron’. No solo gestiónábamos el programa, buscábamos estrategias para acompañar a las mujeres»

Maru es trabajadora del Acompañar en Río Negro.

Úrsula creó su actual emprendimiento


Úrsula tiene 40 años y es de Roca. Accedió al programa Acompañar en 2022. «Fui víctima de violencia de género», aseguró. Contó con el apoyo, contención y asesoramiento de un abogado, lo cual para ella fue clave. Sin cuota alimentaria por parte del padre de sus hijos durante un año y medio, tuvo que afrontar los gastos de la casa y de los nenes, en soledad.

Para Úrsula, ese «plan» fue como «un despertar», un «empujón súper necesario». Dijo que es cierto que el dinero se hace poco y nunca alcanza, pero logró que tenga un efecto multiplicador al nacer un emprendimiento.

«Yo no sabía que iba a estar tanto tiempo más sin cobrar (por demoras en las acreditaciones), pero invertí en máquinas de coser, telas, cierres, botones y demás cosas necesarias para hacer costura creativa. Puedo decir que mi experiencia fue magnífica, fue integral porque no fue solamente la ayuda económica sino la orientación que era fundamental en ese momento para mí», relató a Diario RIO NEGRO.

Según el último informe de ELA, el 31% de las mujeres en situación de violencia tiene dificultades para cumplir con sus estudios y/o trabajo. Foto Andrés Maripe.

«Yo tenía un objetivo muy claro que era comprar insumos para luego generar algo que vender. Con niños no podía elaborar tortas por los tiempos de la cocción, la pulcritud del lugar donde cocinás, es muy caótico. Así que empecé a coser de cero gracias a la ayuda social del ministerio de las Mujeres», manifestó.

«Fue súper positivo porque en ese momento no salía de mi casa y tenía miedo a todo. El hecho ya de ir al abogado o al juzgado era terrible», contó la mujer. En ese entonces transcurría la pandemia de covid-19.

Hoy en día, su emprendimiento sigue en pie. «Estoy tratando de hacerlo funcionar y posicionarlo correctamente», contó. Por eso acudió a la Oficina de Empleo del Municipio de Roca donde hizo un camino emprendedor. Úrsula fue adquiriendo varias herramientas con nuevos cursos, como uno de manejo de redes sociales dictado en la Universidad Nacional de Río Negro.

Ya hace tres años que me separé y me queda un montón de camino por recorrer, así que en ese momento eso fue uno de los peldaños para subir en la escalera y salir del pozo en el que estaba».

Úrsula continúa con el proyecto que nació del programa.

Ana le compró ropa y útiles a sus hijos


«Me vi sola a cargo de los chicos, de la casa y yo sin trabajo, sin ningún tipo de ingreso», aseguró Ana, una mujer de 45 años de Roca. Salió a buscar trabajo desesperadamente y ver si podía contar con alguna ayuda social ante la situación de emergencia. Llegó al programa Acompañar gracias a la información que le brindaron en Anses.

El padre los abandonó en todo sentido. No sólo eso, sino que la ruptura desencadenó episodios de violencia y una denuncia penal contra el hombre.

«Como el progenitor tenía un trabajo en blanco, me dijeron que no, que no me correspondía», recordó, pero al relatar el trasfondo de violencia de género le dijeron que podía postularse para el programa del ex ministerio.

Se acercó a las oficinas del SAT en Roca donde inició el trámite. «Ellas me contuvieron porque en ese momento estaba muy mal económicamente, anímicamente, estaba totalmente aturdida, no sabía qué más buscar», señaló, abrumada. Cinco meses después pudo empezar a cobrar.

«Fue una ayuda tremenda», dijo. Lo primero que hizo fue comprarle ropa y zapatillas a los nenes y útiles para que pudieran ir a la escuela, porque no tenían nada. Le brindaron módulos alimentarios y asesoramiento legal, que terminó destrabando la causa judicial que ella ya había iniciado.

«Para mí el apoyo fue fundamental porque yo en ese momento no tenía alimentos», remarcó. Luego consiguió trabajo como empleada doméstica por horas, de cuidado de personas mayores y pudo ir progresando.

Fue como un impulso para seguir, para no bajar los brazos, para buscar por todas las maneras posibles equilibrar un poco la situación personal y familiar».

Ana fue una de las beneficiarias.

Julieta y tantas que quedaron en el camino


«Yo estaba atravesando una relación no saludable con el papá de mis hijos», comenzó su relato Julieta, de 36 años, una de las tantas mujeres que solicitó el Programa Acompañar en Roca, pero se quedó sin respuesta.  

Se unió a la asociación civil Quillahua, en busca de ayuda. Allí ella pudo reconocer como violencia lo que estaba atravesando y desnaturalizar situaciones. «Es como que no aceptás que vos vivencias ese tipo de experiencias con tu pareja o el papá de tus hijos. Sufrí manipulación, violencia física, verbal, psicológica, inclusive económica, con lo que es el cuidado y la contención económica que los chicos necesitan», aseguró la joven. 

En Argentina hay en promedio 1 femicidio cada 35 horas, según el Registro de la Corte Suprema. Foto Florencia Salto.

Ante esa situación y sin empleo, decidió postularse al Acompañar del exministerio de Mujeres y Diversidades, justo unos días antes de que lo levanten. Lo tramitó con la ayuda de las abogadas del equipo, pero no logró acceder al cobro. No fue fácil, porque se quedó desamparada justo en medio de una mudanza cuando tuvo que dejar todo para irse de Roca, sin recursos.

«Conozco personas que sí, que han recibido la ayuda, y que fue beneficioso porque las acompañó durante el tiempo que necesitaron», aclaró y agregó: » Creo que es algo súper importante que persista».

Me hubiese ayudado para hoy tener otras herramientas para solventar la situación que estoy atravesando. Estoy sin trabajo actualmente».

Julieta, postulante al programa en 2024, sin respuesta.

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