A 1.500 kilómetros de donde nació, una niña encontró refugio en una familia de General Roca

Los destinos de una nena de 11 años y un matrimonio rionegrino y su hijo de 12 años -que se inscribieron en el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos- se unieron.

Si bien los separaban más de 1.500 kilómetros, los unía el mismo deseo de ser familia. Se concretó este martes cuando la jueza de Familia de General Roca, Ángela Sosa, llegó sorpresivamente a la casa y le entregó a la niña el papel que tanto esperaba: la sentencia de adopción plena.

«Es re lindo estar con mi nueva familia. Mi hermano, a veces, es un poco pesadito. Pero todos siempre me dan su apoyo cada vez que necesito algo», reconoció contenta la nena.

Tiene 11 años y nació en otra provincia. Durante la pandemia, el organismo proteccional de la ciudad donde nació ordenó una medida excepcional para ponerla a salvo de situaciones de riesgo en su familia de origen. Pasó un tiempo en un hogar, luego compartió períodos con familias solidarias y finalmente, en enero de 2022, un juzgado de su provincia declaró su “estado de adoptabilidad”.

En tanto en General Roca, un matrimonio y su hijo de 12 años se inscribieron en el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (Ruagfa), participaron de las capacitaciones y simplemente esperaron. El llamado no tardó en llegar porque el juzgado de la otra provincia los encontró en el registro de Río Negro.

La niña recibió, este martes, de la manos de la jueza de Familia la sentencia de adopción plena. Foto: gentileza

«El vínculo con la niña comenzó a forjarse a través de videollamadas hasta que finalmente los roquenses viajaron a conocerla. En septiembre de 2022 la familia obtuvo la guarda con fines adoptivos y el juzgado les permitió venir con ella a Roca», informaron desde el Poder Judicial. Desde entonces, nunca se separaron.

Durante el seguimiento de la guarda, las profesionales del Juzgado de Familia informaron que la convivencia “había presentado dificultades propias de estos procesos”, pero que la familia “había logrado resolverlas con determinación, comunicación y apoyo». De repente, un día la niña comenzó a referirse a «su familia» durante las conversaciones con las profesionales.

“Esta familia cuenta con recursos intelectuales, emocionales y vinculares para ejercer la responsabilidad parental de la niña de forma saludable, dado que satisfacen las necesidades específicas de cuidado y crianza, garantizando el derecho a vivir y desarrollarse en una familia y su formación integral”, manifestó Sosa en la sentencia.

Antes de declarar la compatibilidad adoptiva, la jueza escuchó a la niña que, en todo momento, resaltó el amor y la contención que siente y manifestó su deseo de registrar en su documento el nombre que eligió hace algunos años y el apellido de su familia adoptiva.

“¿Te acordás que te dije que cuando estuviera todo listo iba a venir a tu casa? Acá estoy y te traigo esta resolución, sellada y firmada. Es la adopción plena y el cambio de nombre que estabas esperando”, le dijo la jueza a la niña.

“Estoy un poco nerviosa y con alegría. Me siento feliz», reconoció la niña. «Estaba esperando un montón este momento para cambiar mi nombre -compartió-. Cada vez que me tomaban asistencia en la escuela, me decían por el nombre que no me gustaba. Cada vez que venía una seño nueva, le tenía que contar todo lo que me pasó, entonces me llamaba por el nombre que yo elegí, pero con el mismo apellido. Ahora, por fin, tengo el nombre que quería”.


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