24 de Marzo | Sara Mansilla atravesó la dictadura desde un gremio: “No pudieron destruirnos, somos un testimonio viviente”

Su generación se animó a poner en discusión el ejercicio de la docencia y la importancia de que nadie se salve solo. Hoy ve los frutos, tras los juicios de “La Escuelita” y reafirma: “Hay esperanza en la solidaridad”.

En el Día de la Memoria, que se conmemora el 24 de marzo, contamos relatos de personas de la Patagonia que sobrevivieron, que huyeron o que tuvieron que elaborar estrategias para seguir vivas durante la última dictadura militar. Hoy te contamos la historia de Sara Mansilla, maestra jubilada y referente gremial de Neuquén:

0 seconds of 3 minutes, 15 secondsVolume 90%
Press shift question mark to access a list of keyboard shortcuts
00:00
03:15
03:15
 

La labor docente se le nota en su voz de narradora de cuentos, en su capacidad para armar archivos y en su necesidad de contextualizar para darse a entender. Y su garra también se le nota, aún con sus casi 81 años, de los cuales lleva 60 apoyando la construcción colectiva en Neuquén, el lugar de sus amores.

Nacida en 1944, desde esa elección de vida, le tocó atravesar tres dictaduras (la de 1955 con la Revolución Libertadora, la de 1966 bajo los gobiernos militares de Onganía, Levingston y Lanusse, período en el que fue detenida con su hijo de pocos meses; y la de 1976, en la que transformó el miedo en coraje, para integrar la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), detrás de la conducción del obispo Jaime de Nevares. “Nada me resbala”, se describió a sí misma, “aunque eso me haga meter en líos”.

Sara guarda un archivo detallado de la cobertura periodística del juicio a los represores que actuaron en la región – Foto: Cecilia Maletti.

Vivir la dictadura desde lo gremial | Origen de una vocación


El gremio, como forma de entender el ejercicio de su profesión y de crecer junto a sus colegas, no fue algo que Sara Garodnik (su apellido de soltera) heredó como tal de su familia, pero sí lo fueron la capacidad de análisis y el interés por lo que ocurría a su alrededor, aspectos que vio en su padre Salomón, siempre informado y atento.

Y Celia Cravchik, su madre, era una de las tantas integrantes de familias judías que había escapado del horror del nazismo en Polonia. Esa inmigrante había llegado sola a Neuquén, donde recuperó la sonrisa, pero donde también compartió con su descendencia el dolor del genocidio y la búsqueda de algún ser querido sobreviviente, ante las decisiones de líderes indiferentes y perversos con el pueblo. “Así que no hacía falta que nadie me contara lo que eran los gobiernos autoritarios”, dijo contundente Sara para la entrevista con Diario RÍO NEGRO.

Celia Cravchik, madre de Sara.
Recuerdo de los años de guardapolvo, en la antigua Neuquén.

Con esas semillas dentro suyo, en 1962 empezó su camino como maestra y la empatía con sus alumnos brotó sola, abocada a la labor con aquellos que convivían con a discapacidad, especializada en sordos e hipoacúsicos. “Todo sobre ellos me interesaba”, dijo Sara dejando a la vista la forma en que vivía su vocación. En alguna entrevista supo decir además que el trato cotidiano con esas familias y sobretodo con las madres de sus estudiantes, la marcarían para siempre, desde las convicciones, el empuje y la esperanza inclaudicable de que algo podía cambiar para mejor.

La vida en asamblea, la vida en solidaridad con las luchas de otros, sería desde ahí una constante en sus días, hasta la actualidad. En asamblea aprendió a leer el contexto, a saber qué puertas golpear, a expresar lo que pensaba y a pedir por otros, aunque muchos se espantaran de verla allí, siendo mujer. Y en asamblea conoció a Ruben, “el delegado Mansilla”, que trabajaba en el Correo y que se volvió su complemento perfecto.

Rubén trabajó toda una vida en el Correo Argentino, donde fue también referente gremial.

“En Neuquén no había mucho para hacer a la noche, así que cuando me invitó a salir yo pensé que iríamos a “El Ciervo” a tomar un café, también estaba la confitería “Zoia”, pero me llevó a una reunión en “La Fraternidad”, el sindicato de los ferroviarios”, contó risueña, describiendo en una anécdota lo que sería el comienzo de un camino compartido de 50 años.

Vivir la dictadura desde lo gremial | En carne propia


Gracias a ese equipo que formaron, el “Mansilla – Garodnik”, cada uno en su sindicato y actividad, Sara encontró el apoyo que necesitaba para ser trabajadora, madre, esposa y militante social. “El Choconazo” (1969) la convocaría junto a sus compañeros, buscando apoyo para los trabajadores en huelga, por las condiciones infrahumanas que les obligaban a soportar en “la Obra del Siglo”, pero también se la vio aportando gestiones para la primera Escuela Especial y el Sindicato de Municipales, cuando empezó a ejercer como asistente social en la ciudad (su segundo título, obtenido en la Universidad Provincial de Neuquén), además de participar en la CGT regional y en los inicios del UDPRON (la Unión de Docentes de la Provincia de Neuquén) en 1970, en un intento por diferenciarse de la instalada tradición de las “burocracias sindicales”, que desde la distancia, dejaban a sus afiliados en soledad o a merced de sus acuerdos.

Sara en Senillosa, juntando apoyo para los trabajadores de la obra de la represa El Chocón.

Todo ese empuje venía a poner en discusión una forma de ver a las docentes también, en un contexto que entre varios autores, explicó Andrea Andújar, investigadora del Conicet, en su trabajo “De maestras y piqueteras. Los cortes de ruta en Neuquén” (1997). Constituían el género mayoritario al frente de las aulas de la provincia, pero desde comienzos de siglo habían sido vistas desde el rol de la abnegación, idóneas por ser mujeres para asumir la enseñanza, que se parecía mucho a la maternidad, pero lejos de su condición de trabajadoras, y por consiguiente, lejos de poder solicitar más derechos laborales, agregó Sara desde su experiencia. En ese cambio de paradigma la encontró el último golpe de estado y el temor a lo que pudiera pasar.

Así sintió la proscripción de los sindicatos y de hecho, en su caso, la pérdida de su fuente de trabajo, como cuando fue dejada cesante en su cargo, siguiendo la normativa que impuso la Junta. También sintió la persecución, cuando empezó a notar que un hombre la seguía, cada vez que salía de su hogar en calle Copahue, pleno barrio Belgrano. Esa situación se repitió hasta que un día se animó a enfrentarlo y el militar, descubierto en su misión, se limitó a asegurarle que si bien tenía orden de espiarla, jamás informaba de sus movimientos, en honor a que había conocido a sus padres, Celia y Salomón.

Esos gestos a Sara también la conmueven, porque nunca quiso que la oscuridad de la dictadura le quitara la capacidad de entenderse con los demás, incluso con los que justificaron la represión y las detenciones con el “algo habrán hecho”. Dentro de esa actitud, con su familia pudo ver también la solidaridad de esos vecinos de cuadra, que los apoyaron cuando no se animaron a huir, como ese hombre que le entregó un sifón de soda y que le dijo que en caso de emergencia, lo arrojara contra la medianera que los unía, para pedir auxilio. “En dos segundos yo vengo a ver cómo están”, le aseguró, a pesar de saber el riesgo que significaba esa exposición.

Archivo Diario Rio Negro.
Recuerdo de la liberación, foto con su hijo en brazos, con el pasó la detención.

Vivir la dictadura desde lo gremial | Nace ATEN


El respaldo que significó la APDH y el obispo De Nevares les permitió seguir apoyándose entre docentes, algo que no podían hacer como gremio, y reunirse en los colegios religiosos, cuando todos los demás espacios estaban prohibidos. Por eso cuando el poder del gobierno militar empezó a decaer, ya a principios de los ‘80, el germen de lo que se convirtió en ATEN (Asociación de Trabajadores de la Educación de Neuquén) cobró vida sin esfuerzo.

Como pudieron, mantuvieron y retomaron el contacto con aquellos que se habían mudado, por miedo, a pueblos más chicos del interior neuquino y recorrieron la Provincia con el ánimo de resurgir. El reencuentro fue motivo de alegría y el comienzo de una etapa de muchos matices, pero que a Sara le confirmó que había elegido bien. “Durante el tiempo que estuve cesanteada conseguí trabajo en una boutique, donde me pagaban tres veces que lo que cobraba como docente”, reconoció. Por eso su jefa no entendía cuando ella, en cuanto pudo, volvió al aula. “No se me pasó ni por un segundo por la cabeza cambiar de vida. Soy maestra”, sostuvo Sara en la charla con este medio días atrás.

La búsqueda en redes sociales permitió encontrar una carta escrita a máquina por ella, el sábado 29 de Octubre de 1983. La docente la redactó la noche anterior a la primera jornada de elecciones, después de años de dictadura. “Mis hijos duermen, no puedo evitarlo: sonrío y lloro en silencio al mismo tiempo: estamos vivos, no pudieron destruirnos (…) somos casi un testimonio viviente, de años y años de angustias, persecuciones y luchas contra una dictadura que se apropió del poder, invocando orden y moral y que sembró el terror, la miseria y la dependencia económica. Quiero gritar: MAÑANA TEMPRANO IRÉ A VOTAR! Más allá de quien gane, será el certificado de defunción para el horror”, dijo. Y cerró: “Luchamos mucho por ese día”, resumiendo años de resistencia, en el último renglón.

«Deseaba mucho ser madre», contó Sara. Recuerdo con sus pequeños, frente a la antigua Legislatura neuquina.
Foto: Cecilia Maletti.

En el Día de la Memoria, que se conmemora el 24 de marzo, contamos relatos de personas de la Patagonia que sobrevivieron, que huyeron o que tuvieron que elaborar estrategias para seguir vivas durante la última dictadura militar. Hoy te contamos la historia de Sara Mansilla, maestra jubilada y referente gremial de Neuquén:

Registrate gratis

Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento

Suscribite desde $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Certificado según norma CWA 17493
Journalism Trust Initiative
Nuestras directrices editoriales
<span>Certificado según norma CWA 17493 <br><strong>Journalism Trust Initiative</strong></span>

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios