Sin visión cooperativa, ¿cuántos y cómo tendrán futuro?

Roberto Fermín Bertossi*


La crisis de la covid-19 es “la oportunidad” de mancomunarnos hacia una economía menos líquida, más humana; desacelerando el vertiginoso ritmo de consumo actual.


La “resaca” de este verdadero pandemónium vírico, fin del mundo conocido hasta su tremenda y luctuosa emboscada, nos asomará a un mundo completamente distinto, mejor o peor, según vayamos con nuestra admirable capacidad innovadora y creativa humana o reincidamos en sus opuestos, como largamente venimos verificando y soportando, intergeneracional y secularmente.

Lidiar con las consecuencias de la pandemia del coronavirus no podrá prescindir de solidaridad y cooperación en las nuevas relaciones humanas como en los nuevos sistemas de producción y distribución de bienes y servicios, lo cual implicará su reconversión, reconfiguración, resignificación y asimilación; todo ello muy atentos, previniéndonos de recidivas por “tentaciones” autocráticas (que de hecho ya se dan por estos días), autoritarias, nacionalistas, xenófobas y hasta totalitarias; con “excusas pandémicas, hiperboladas”.

Así las cosas, el hoy, el aquí y el ahora nos exigen un nuevo orden mundial con nuevos liderazgos (hoy por hoy se perfila Alemania) para que, mancomunadamente, podamos lograr con apropiada tensegridad y la máxima resiliencia posible un nuevo contrato social, pero ahora no a partir de grandes intereses o vencedores (¿acaso los hay?), sino haciendo foco en la persona, la familia, la cooperación y la solidaridad; madurando fundacional, digital, nacional e internacionalmente, uniones cooperativas entre productores/consumidores y prestadores/usuarios, sin apabullantes intermediarios innecesarios ni lucros insaciables (vg., según hoy traducen tremendos sobreprecios usurarios de barbijos, alcohol en gel, alimentos, medicamentos, etc.); todo ello desde un respeto mutuo, simétrico, en pos de una cultura del encuentro y la satisfacción, sin exclusiones ni congéneres descartados.

Ante el desafío digital sistémico, omnipresente y desigual que viene cambiándolo todo, emergieron nuevas relaciones sociales, sanitarias, educativas, laborales (teletrabajos/homeworking), profesionales, culturales y hasta religiosas, como se verifican por estos días.

En efecto, ante un obligado uso profuso de “las redes” vg., no solo se trabaja, se compra, se vende, se enseña, se aprende o se hace periodismo digitalmente, sino también el ejercicio profesional de medicina, contaduría, psicología, etc.

Indubitablemente, y como nunca, la covid-19 nos aisló físicamente, nos incomunicó personal, familiar, amical y relacionalmente. De tal manera, por estos días nuestra sociabilidad humana debe subordinarse a la conexión vía wifi e internet, digamos, entre confinamientos y confinamientos, no más.

No obstante, esta crisis es “la oportunidad” de mancomunarnos hacia una economía menos líquida, más humana; desacelerando el vertiginoso ritmo de consumo actual para alentar sustentables producciones, industrializaciones y distribuciones satisfactorias para un “buen vivir”, que nos facilite una ecología integral y un cabal desarrollo humano.

Ojalá entonces mancomunidades cooperativas inspiren la justa condivisión entre las naciones y sus instituciones para afrontar la crisis actual de manera solidaria y más fraterna, y así recién poder lograr noble igualdad y responsable libertad, porque -reitero-, sin una visión política y cooperativa de conjunto, ¿cuántos y cómo tendrán futuro?

Un párrafo singular corresponde al postergado compromiso ecológico integral. El nuevo orden global que propongo debe de asignar un rol vital al “cuidado de la casa común”, democratizando y humanizando sin ambages, ciencia, tecnología, robótica, inteligencia artificial, finanzas, empresas, gremios y sindicatos para que cooperen con el nuevo orden mundial, sin prevalecer sobre el interés general.

Es claro que el valor cooperación y solidaridad como levadura de comunidad se validará como decisivo para la cohesión y el buen vivir de los pueblos.

Finalmente, elegir una activa solidaridad mundial no solo será una victoria contra el coronavirus, sino también contra todas las futuras crisis y epidemias que pudieren asolar la humanidad durante este siglo XXI.

Por último, cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer, reitero, sin una visión de conjunto, ¿cuántos y cómo tendrán futuro?

*Investigador del Centro de Investigaciones Jurídicas y Sociales (CIJS ), Facultad de Derecho, Universidad Nacional de Córdoba


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