Semillas criollas: intercambio estratégico y multiplicación

Instituciones y agricultores familiares preservan este bien común para la agricultura y alimentación de los pueblos.

Por INTA

Criollas. Las semillas son el inicio del ciclo de apropiación de los saberes y la producción autóctona.

Históricamente la conservación de semillas por parte de agricultoras y agricultores, los saberes de cocina, el acceso al agua y las tierras de cultivos fueron considerados reaseguros para la soberanía alimentaria. En pleno siglo XXI, la gestión ciudadana de estos bienes comunes, son reconocidos por formar parte indisoluble de nuestras culturas y son aspectos clave para la sustentabilidad ambiental y la inclusión social.
Según un informe de la Secretaría de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena (SAFCI), las semillas son el primer eslabón de la producción de alimentos y las limitaciones a su libre acceso dificultan el desarrollo de ese tipo de agricultura. Si bien su mejoramiento y circulación por parte de agricultores en todo el mundo ha conducido a una gran diversidad biológica productiva, en los últimos 70 años esa diversidad fue drásticamente reducida por el avance de la agricultura industrial (que privilegia algunos atributos biológicos de los cultivos en función de su comportamiento comercial) y la concentración del mercado semillero (limitado a cada vez menos proveedores y diversidad genética).
En las provincias de Río Negro y Neuquén, las comunidades campesinas, los pueblos originarios y los agricultores familiares vienen seleccionando, conservando e intercambiando semillas criollas y varietales a lo largo de generaciones. Además, es significativo el involucramiento de distintas instituciones en esta tarea.
Hace cincuenta años se desarrolló en INTA Alto Valle un programa de selección, del cual se obtuvieron variedades hortícolas locales que aún se comparten, y desde hace tres décadas se facilita a las familias huerteras el acceso a semillas de una gran diversidad de especies con potencial de multiplicación local desde el Programa ProHuerta, a través de las Agencias de Extensión Rural.

Contar con semillas propias, producirlas, rescatarlas y valorizarlas permite tener más herramientas para decidir qué, cuándo, cómo y para quién producir los alimentos. A esto llamamos soberanía alimentaria y las semillas son el inicio del ciclo.


El INTA comenzó en 2018 a articular con diversos espacios de referencia en estas tareas: Huerta comunitaria La Falda de Cipolletti, agricultores familiares de Picún Leufú, General Roca, Río Colorado y Centenario vinculados a través de las Agencias de Extensión del INTA, y colectivos como Realidad Rural (conformado por agricultores familiares de Contralmirante Cordero), Agroecológico de Viedma (integrado por agricultores, consumidores e instituciones locales) y el espacio “la Brócoli”. También se valoran los aportes del Vivero “Amílcar”, que contribuyó a obtener plantines y difundir variedades entre productores hortícolas locales y del emprendimiento agroecológico Buena Vida, anfitrión de varias jornadas a campo.
En cuanto a las instituciones, se destaca la participación de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional del Comahue, que brinda material genético seleccionado, ha cooperado en gestionar la adquisición colectiva de materiales de otras zonas del país y capacita en el manejo de cultivos. Por su parte, la Facultad de Tecnología de los Alimentos de la misma Universidad se sumó con la creación de recetas por parte de sus estudiantes en base a maíces y hortalizas proporcionadas proporcionados por aquellos espacios.

Soberanía alimentaria. Decidir en comunidad qué, cuando y cómo producir.


La estrategia de trabajo con estos actores y organizaciones se basa en cuatro pilares: el reconocimiento de los referentes regionales en la temática, el respeto de las particularidades e identidades locales, la promoción de la autonomía de los agricultores y sus organizaciones en la gestión de este bien estratégico y la conexión de valiosas experiencias y capacidades locales.
Posiblemente la crisis alimentaria mundial agudizada por el cambio climático y la pandemia esté conduciéndonos a una zona de encrucijada. La creciente necesidad de alimentos y de su distribución equitativa, asociada a una progresiva concientización y al desarrollo de prácticas organizadas sobre modos sustentables y socialmente inclusivos de producir y consumir nos interpelan como conjunto social. En este contexto, la multiplicación y circulación de nuestras semillas criollas tiene un rol clave. Contar con semillas propias, producirlas, rescatarlas y valorizarlas permite tener más herramientas para decidir qué, cuándo, cómo y para quién producir los alimentos. A esto llamamos soberanía alimentaria y las semillas son el inicio del ciclo.

Datos

70 años
El lapso en que la diversidad biológica y productiva de las semillas de ha reducido drásticamente.
2018
El año en que INTA comenzó la articulación con referentes e instituciones de la región.

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