Seguridad privada: cómo trabajan 150.000 personas en un sector que factura $25.000 millones al año
Una investigación detalla cómo un verdadero ejército de 150.000 personas, a menudo precarizadas, trabaja para un sector que factura 25.000 millones de pesos al año. La inseguridad es su principal alimento. El Estado intenta regularlo.
SEGURIDAD PRIVADA EN EL PAÍS
La integran 150.000 personas, más del 90% de las cuales son hombres. Y las estimaciones más rigurosas sobre la facturación anual de la actividad hablan de 25.000 millones de pesos. Y en los hechos, en la experiencia cotidiana, en el paisaje que ésta expresa día a día, está omnipresente cual un símbolo que define mucho del presente social de la Argentina. Se trata de la seguridad privada, un servicio cuya génesis se remonta a los 50, pero que de la mano de la profunda y vertiginosa transformación social que signó los 90 se expandió y sigue expandiéndose. En términos cuantitativos y cualitativos.
Un proceso a lo largo del cual la actividad fue diversificando clientela y prestaciones. Y afianzó el grado de institucionalización, consolidando su representatividad corporativa. Todo en un marco donde el Estado comenzó a intervenir vía un sistema de regulaciones. Y el mundo académico comenzó a seguir los pasos de esta actividad a través de investigaciones que están signadas por la permanente superación de la calidad de sus trabajos.
Un reciente trabajo “Seguridad privada. La mercantilización de la vigilancia y la protección en la Argentina contemporánea”, del sociólogo Federico Lorenc Valcarce, es un riguroso pionero en el tratamiento del tema al que define de “hecho social total” (ver recuadro). La que sigue es la entrevista que “Debates” mantuvo con el autor del trabajo.
-La seguridad privada es un mundo que hoy tenemos a diario en el espacio público, desde la desvencijada garita con un hombre entrado en años que cuida dos cuadras, al camión de Prosegur que transporta caudales respaldado por gente armada. O la seguridad en River y etc. etc. Un mundo que, mirado desde su proyección económica, creció mucho en momentos de desocupación galopante. Si tomamos -por caso- la década 1992-2002, tenemos que en ese primer año, la desocupación era del 7%, en 1997 fue del 16 y en el 2002, del 23%. Pero el conjunto de la fuerza laboral del sistema de seguridad privado, vigilancia, pasó de 40.000 en el 92; 60.000 en el 97 y 90.000 en el 2002. Hoy son 150.000, señala Federico Lorenc Valcarce.

Y en su libro, destaca:
• “El significado de la aparición y el desarrollo de la seguridad privada no se limita sólo a los aspectos económicos. Implica también aspectos sociales y culturales. La lógica de la prevención, del miedo al crimen, la compartimentación y el aislamiento de los individuos y grupos son elementos constitutivos de un mundo social cada vez más fragmentado. La generalización de los barrios privados cerrados en los suburbios, que atraen a las capas medias y superiores de la sociedad fuera de la sociedad, da lugar a conflictos y contactos arriesgados entre grupos sociales crecientemente distanciados. La nueva arquitectura de los grandes conjuntos inmobiliarios de las ciudades incluye ahora una piscina, un solarium y un jardín de invierno, al mismo tiempo que cámaras de video, garitas para los vigilantes y cercos perimetrales. Las alarmas proliferan en los locales comerciales y en la casas individuales de los barrios residenciales. Las rejas se generalizan en las viviendas de todos los grupos sociales. El radiotaxi sustituye al taxi independiente de antaño, que se ha convertido en fuente potencial de riesgos. Las calles comerciales entregan parte de su vitalidad a shoppings minuciosamente vigilados que ofrecen a los visitantes un medio tranquilo y protegido”.

Y remata Federico Lorenc Valcarce, director de la carrera de Sociología en la Universidad Nacional de Mar del Plata y doctor en Ciencia Política por la Universidad de París I Panthéon-Sorbonne:
• “He aquí un conjunto de nuevas rutinas de la vida diaria -y de nuevas disposiciones de los objetos en el espacio- que revelan transformaciones del lazo social, así como en los esquemas de percepción y los sistemas de prácticas de ciertos grupos sociales”.
-¿Qué alcance tiene la definición “nuevo proletariado” a la que usted apela para definir el espacio laboral que integra la seguridad privada? La pregunta surge porque de hecho pareciera que en ese espacio conviven, para prestar el servicio, planos sociales muy diferenciados.
-Puede, y me parece que es lo acertado, leerse mi investigación -son diez años de trabajo- como un relato que pivotea en distintas historias de personas, de grupos humanos que en un momento dado convergen para dar forma a este mundo de la seguridad privada. Tenemos el caso -por ejemplo- de la definida incidencia que tienen mandos retirados de las FF. AA y también policiales en la creación de agencias de seguridad privada o en su integración. Desde almirantes y generales a cabos. Todo un espectro. Con capacidades profesionales y disposición de contactos para el desarrollo de sus actividades para venderles servicios a las empresas o al Estado. Pero por debajo de estos planos está el grueso humano, los sectores más amplios que integran las agencias, los que están en la práctica concreta de la vigilancia, la custodia, la seguridad: los trabajadores. Mayormente, al menos esto dice la experiencia que acumulé vía el trabajo de campo que hice, es gente con poca calificación laboral. Es gente de trabajo que en un momento de su vida o bien tuvo una interrupción en su trayectoria laboral o bien tiene que seguir trabajando cuando tiene edad para jubilarse o está incluso jubilado. Es gente que tiene salarios bajos, trabaja en condiciones generalmente muy incómodas y a quienes las agencias o empleadores les exigen mucho en términos de eficacia de su desempeño… A todo este lote yo lo encuadro como “nuevo proletariado”. Y en general, es gente con formación precaria.

-¿La garita, esa garita solitaria en una esquina de un barrio, con un hombre mayor toda la noche mirando para aquí o para allá, en general pertenece a una agencia de seguridad?
-Sí o no. Puede sí ser de una agencia que contrató un barrio en acuerdo de vecinos. Puede surgir también por decisión de los vecinos que compran la garita y el vigilador surge de relaciones de la misma gente con una persona joven, mayor o lo que sea, pero que se puede hacerse cargo de la vigilancia. En realidad, la garita funciona como un elemento más en la seguridad de un barrio, un complemento con la alarma electrónica que hay en los domicilios. La garita alerta sobre algo raro, vigila la calle cuando el vecino ingresa con el auto a su casa.
-¿Cuántos de los 150.000 custodios, vigilantes, etc. están armados?
-Bueno, eso está muy regulado por el Estado. No deben ser más de 3.000 y hacen fundamentalmente al transporte de caudales.
-¿A cuánto se remonta la facturación anual del conjunto de las empresas de seguridad?
-De la documentación que yo manejé, incluidas facturaciones, declaraciones juradas de las empresas, extraigo que se puede fijar en 25.000 millones de pesos anuales. A finales de los 90 se facturaba entre 1.000 y 2.000 millones de pesos, pero en días del uno a uno.
-¿Hay mucho trabajo en negro?
-Sí, especialmente con las horas extras.
-¿Seguirá creciendo esta industria?
-No hay razones para que no sea así. Y tenga en cuenta que no crece sólo porque el Estado nacional se ve desbordado en la prestación de sus servicios de seguridad. Ése es otro tema largo para reflexionar. Crece también por dinámica que adquiere la transformación social aquí y en el mundo entero…
Carlos Torrengo
carlostorrengo@hotmail.com
Carlos Torrengo
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