¿Seguir en casa o volver a la oficina?: el dilema y la confrontación
De acuerdo a una encuesta realizada en los Estados Unidos, el 83% de los directores ejecutivos quieren que los empleados regresen a trabajar a tiempo completo, mientras que solo 10% de los trabajadores quiere eso. La gran cuestión pospandemia.
Tracy Moore
The Washington Post
La pandemia finalmente parece estar aflojando su control en Estados Unidos, lo que nos ha empujado de regreso a la vida pública, a las visitas a amigos e incluso a los viajes. Pero, ¿volver a la oficina a tiempo completo?
Según la mayoría de los trabajadores, la respuesta es simple: preferiría no hacerlo.
No todavía. Al menos no todos los días, y quizás hasta nunca. Si algo ha revelado la pandemia es que la antigua forma de trabajar dejaba poco espacio para vivir. Entre nuestra frágil salud mental y un mundo laboral ansioso por encajarnos de nuevo en la oficina, algo tendrá que ceder. La respuesta obvia es un nuevo modelo que permita trabajar en la oficina, un híbrido, o que sea completamente remoto. Sin embargo, la pregunta que queda en el aire es cuántos lugares de trabajo están de acuerdo con esto.
Una encuesta realizada por Best Practice Institute y publicada en Newsweek reveló que cerca de 83% de los directores ejecutivos quieren que los empleados regresen a trabajar a tiempo completo, mientras que solo 10% de los trabajadores quiere eso. Se está gestando un enfrentamiento enorme. “Existe la creencia en nuestra cultura de que hemos demostrado que la mayoría de los trabajos se pueden realizar de forma virtual”, le dijo a Newsweek Melissa Swift, de la consultora Korn Ferry. “Pero esa no es la creencia dentro de los altos cargos de las organizaciones, así que vamos rumbo a una verdadera confrontación”.
Ciertamente, algunas personas están encantadas con la idea de ponerse pantalones largos y volver a unirse al ruido monótono de la oficina. Pero para muchas, volver a trabajar solo para esperar que llegue el fin de semana es la definición de una pesadilla. ¿Quién, concretamente, está ansioso de tener que despertarse más temprano para tener que lidiar con el viaje diario al lugar de trabajo? ¿Quién está entusiasmado por los ejercicios para fomentar el trabajo en equipo, las largas horas y las reuniones de último momento? ¿Quién podría estar emocionado con la idea de compartir resfriados (por no hablar, todavía, del coronavirus), discutir sobre el cuidado de los niños o prometer trabajar hasta tarde porque tuviste la osadía de programar una cita con el médico?
Yo no. He estado trabajando de forma remota durante más de un año, y aunque monitorear la educación virtual de un niño de quinto grado ciertamente ha puesto a prueba mis límites, me ha otorgado una mayor salud mental y conexión familiar que en mi vida anterior. Una parte de mí extraña las reuniones creativas en persona y la camaradería, pero una parte más grande se pregunta: ¿A qué costo?
Ese costo tiene a los trabajadores remotos de todo el país angustiados por el tiempo y el esfuerzo que requerirá volver a cambiar sus rutinas al modo de trabajo rígido, y preocupados ante el hecho de que no puedan oponerse. Personas de diferentes industrias y niveles salariales han expresado los mismos temores, incluyendo administradores legales, analistas, personas que organizan viajes deportivos para universidades, empleados de oficinas corporativas, ingenieros informáticos y aquellos que trabajan en la parte administrativa de la atención médica.
Esto no se trata solo de las horas que ponemos las nalgas en asientos; la confrontación va al corazón de la cultura del trabajo ejecutivo, que para muchas personas es una pérdida tanto de la productividad como de la salud mental.
En el centro de la angustia de los trabajadores se encuentra la noción de que uno debe parecer estar trabajando a toda máquina las 24 horas del día para no dar la impresión de “no estar realmente comprometido”. De todo el bagaje cultural que los estadounidenses podrían esperar deshacerse tras los últimos 14 meses, esto es lo más importante: la expectativa de que el trabajo siempre debe ir en primer lugar, que las responsabilidades personales son meros inconvenientes que deben minimizarse, que tomar vacaciones o licencia por enfermedad —si es que tienes la suerte de tener esas opciones— de alguna manera revela una falta de dedicación profesional. La dramática expansión del trabajo remoto por la pandemia y su humanización consiguiente (¿Tu bebé interrumpió una reunión? ¿Un colega se unió al Zoom desde su automóvil? ¡Es solo otro día normal en la “oficina”!) sugirió la posible llegada de una cultura diferente, una que aceptaba las realidades de la familia, la salud, las discapacidades y más, y que, en esencia, trataba a los trabajadores como adultos capaces de gestionar sus vidas y sus plazos de entrega.
Sin embargo, muchos en los altos cargos parecen estar decididos a mantener el statu quo. Algunos continúan forzando desubicadas y desfasadas reuniones de positividad. Otros han dado la instrucción a todos los empleados de regresar a la oficina en una fecha específica, sin excepciones. Otros han expresado su “preocupación” sobre la “erosión” de la cultura empresarial.
Este mes, en The Washington Post, la directora ejecutiva de Washingtonian Media, Cathy Merrill, escribió que los empleados que no quieren regresar a toda esa camaradería corren el riesgo de ser degradados a la condición de contratistas por horas, si es que acaso logran mantener sus empleos.
El director ejecutivo de WeWork, Sandeep Mathrani, fue más allá cuando le afirmó a The Wall Street Journal que los trabajadores menos comprometidos son fáciles de identificar pues son los que prefieren el trabajo remoto. Sin embargo, eso es lo que se esperaría de un tipo que básicamente alquila espacios para oficinas. Pero si los altos cargos se están enterando de que una gran parte de sus trabajadores quieren salirse de la misma vieja “rueda de hámster”, deberían estar examinando sus propias almas.
Las empresas más astutas ya se están preparando para un retorno limitado o para el trabajo completamente remoto. Saben que la “oficina” nunca volverá a ser la misma, y que una negación rígida a cambiar su cultura les costará sus mejores personas, que los abandonarán para irse con rivales más flexibles.
¿En cuanto al resto? Los empleadores en Estados Unidos tienen una oportunidad única para cambiar favorablemente su cultura, al menos si todavía quieren tener empleados. Por mi bien, y quizás el tuyo, espero que la aprovechen.
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