Sartre: el intelectual progresista por antonomasia

La doctora en filosofía, ensayista y docente Esther Díaz  describe la influencia del intelectual progresista en la generación del 60.

Las ideas de Jean Paul Sartre se sostienen más allá de su literatura y su militancia.

“Una señora de la que me acaban de hablar, cuando por nerviosismo deja escapar una palabra vulgar, dice excusándose: creo que me estoy poniendo existencialista.”, cuenta Jean-Paul Sartre en “El existencialismo es un humanismo”. Se está refiriendo a las acusaciones que recibía por su filosofía, desde pesimista a vulgar pasando por varios matices descalificatorios. Pero, al mismo tiempo, pocos filósofos del siglo XX han logrado tanto reconocimiento en vida como él. Eso se paga y -en general- son modas y -como tales- se difuminan pronto. Aunque Sartre, en sus setenta y cinco años de vida, gozó en sus últimos cuarenta años (desde 1940 a 1980) de un prestigio inusitado. Justo y exagerado. Era el intelectual progresista por antonomasia, esos que creían que podían concientizar a los oprimidos.

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