Rosas, las reinas entre todas las flores

Desde el vivero “Los Álamos de Rosauer”, de Cipolletti, la experta Laura Rosauer nos brinda consejos respecto a cómo como cuidar nuestros rosales para que mantengan una vida saludable y sana.

Poder disfrutar de la belleza de las flores es uno de los placeres más bonitos que la naturaleza nos regala. Apreciarlas tanto desde lo visual como a través de su aroma es casi un acto sublime. Pero existe una flor en particular que es motivo de inspiración, y así lo demostró la historia dejando un sofisticado sello en su nombre, a través de grandes artistas del pincel y también en obras literarias, poemas y poesías que enamoraron y cautivaron a millones de corazones. Nos referimos a la rosa, la reina entre todas las flores.


En cada pimpollo hay un mundo perfectamente escondido de ilusiones y sentimientos que alguien expresa al regalar. Sus pétalos se abren a la vida paulatinamente, se envuelven entre sí como si se abrazaran cálidamente, mientras su delicado perfume reina en su entorno. Las rosas son las flores más cultivadas en el mundo y de las catalogadas hay más de 30,000 cultivares. Todos los años se crean cientos de nuevas variedades, pero de todas ellas solo se comercializan entre 2,000 y 3,000 variedades.

La rosa es una planta caducifolia perenne (pierde sus hojas estacionalmente), del género Rosa, y es miembro de la familia de las Rosaceae. Se distingue entre todas las plantas más populares y ornamentales. Es de las más requeridas en el mundo del diseño y paisajismo, adornando con su esplendor jardines desde los más simples y pequeños hasta los más famosos del mundo. Este género incluye cientos de especies y miles de variedades, con sus diferentes características.

El tallo de la planta es leñoso y está cubierto de espinas, un mecanismo de defensa propio que la naturaleza le dio. En cuanto a los colores de las flores, además de las clásicas de gama del rosa hasta llegar al rojo, también encontramos variedades de diferentes colores incluyendo el negro, blanco y amarillo.

Las rosas se cultivan principalmente por sus flores. Sin embargo, algunas variedades se cultivan por su madera y se usa en interiores de automóviles. Más allá de la presencia que esta planta brinda en cualquier jardín, sus flores son muy requeridas para arreglos ornamentales, sin olvidar el regalo más emblemático como lo es la flor cortada que se encuentran en las florerías. Tampoco nos olvidemos que los pétalos de sus flores contienen un aceite esencial muy cualitativo, y se utiliza en la industria cosmética. En algunos lugares los utilizan para la producción de dulces y mermeladas.

En Rosauer también se puede observar una plantación de rosas blancas, para sumar variedad.


A lo largo de sus 101 años, Los Álamos de Rosauer ha cultivado rosales antiguos, silvestres y modernos; siendo uno de los locales más conocidos y respetados en el mercado por la calidad de sus rosales. Laura Rosauer nos brinda sus consejos para cuidar de nuestros rosales y disfrutar de estas hermosas flores que inspiran a soñar. En la actualidad solo comercializa rosales modernos, contando con aproximadamente 450 variedades.

“Los rosales modernos son re florecientes”, cuenta Rosauer, “por lo que florecen desde la primavera a mediados de otoño; y existen diferentes tipos: híbridas de té, floribundas, grandifloras, miniaturas, trepadoras, polyanthas, arbustivas, inglesas, rastreras y paisajísticas”. Además, explica que “para tener una buena floración es necesario ir cortando las flores marchitas”. Una de las técnicas consiste en seguir el tallo de la flor seca, hasta encontrar la primera rama con 5 hojas y cortar inmediatamente por encima de ella.

Según Laura, se clasifican en tres grandes grupos: silvestres, antiguas y modernas. Las rosas silvestres son las que se encuentran en la naturaleza; las antiguas fueron obtenidas de las silvestres o naturales, por medio de hibridaciones; y las modernas se denominan así a partir de 1867, cuando por casualidad el productor francés Guillot crea el primer ejemplar híbrido de té, llamado “La France”.

Rosauer comenta que “son plantas que se adaptan muy bien a diferentes climas y suelos, y para poder desarrollarse y florecer necesitan de cuatro elementos esenciales: luz, agua, nutrientes y aire. También la necesidad de tener luz solar directa, como mínimo 4 horas por día y cuanto más mejor, preferentemente si es sol de mañana. De esta manera se elimina el rocío, y con ello el peligro de propagación de enfermedades causadas por la humedad. Los suelos deben ser con buen drenaje y humidificados, de granos gruesos, ya que los finos se aprietan mucho y llevan casi a la falta total de oxígeno hacia las raíces. “El PH recomendado es de 5,8 a 6,2”, agrega.

La rosa amarilla, una variedad inglesa que es muy solicitada.


En cuanto a los requerimientos, la experta asegura que los rosales “necesitan de agua dulce, pero no anegamiento. En período estival necesitan alrededor de 10 litros por planta puesta en su pie, cada dos días. En verano es mejor regar siempre a primera o a última hora del día, y es preferible no mojar las hojas, ni las flores, para evitar la propagación de hongos”.

También necesitan de suelos profundos, con abundante materia orgánica, con macronutrientes básicos como nitrógeno, fósforo y potasio, que son los de mayor consumo; y además dan vigor y abundancia a las hojas, estimulan el desarrollo de las raíces, aumentan la resistencia a enfermedades y plagas y mejoran la expresión de los colores de las flores. Los macronutrientes secundarios como magnesio, calcio y azufre son fundamentales para la fotosíntesis y los micronutrientes como hierro, manganeso, cobre, zinc, boro, molibdeno y cloro -que se consumen en pequeñísimas cantidades-, que son activadores de procesos que tienen lugar en las células.

Laura asegura que “la fertilización es muy importante porque incorpora nutrientes al suelo, mejora su calidad ornamental y favorece su resistencia a enfermedades y plagas. Hay momentos importantes para hacerlo, como lo es luego de producida la primera brotación en primavera, ya que la planta necesita alimentarse para formar su estructura vegetativa y florecer”. En otoño, antes de la caída de las hojas, también es el momento indicado para que la planta pueda elaborar sustancias de reserva para su próxima floración.

“En verano no son necesarios tantos nutrientes, ya que las plantas están como aletargadas por el calor y no hay tanto crecimiento. Los fertilizantes se incorporan al suelo una vez que las plantas comenzaron a desarrollarse, y las enmiendas que incorporan nitrógeno orgánico y mejoran los problemas del suelo tales como falta de aireación, estructura cascotosa o compactación, se incorporan antes de la plantación. Los de uso más común son el estiércol vacuno o equino, las pajas, mantillos, compost y lombri compuesto”, explica Rosauer. También, como parte de sus cuidados esenciales, es muy importante hacer una poda radical en invierno dejando de 4 a 5 ramas, de 10 a 15 centímetros de largo.

Laura Rosauer, en el vivero de la familia.


Los rosales de Rosauer se adaptan a todas las zonas del país, y se destacan porque son vigorosos, sanos y de larga vida. Además, según explica Laura, “poseen abundante floración. Las plantas se obtienen de semilla de rosa silvestre injertadas sobre el cuello del portainjerto, para evitar retoños silvestres, conservar vigor y fuerza en el crecimiento”.

Para llegar hasta su venta, la experta asegura que antes necesitan un proceso de tres años de cultivo en vivero. Un año de siembra en almácigos, otro año de repique para estimular el desarrollo del sistema radicular, base fundamental de una buena planta; y un año de cultivo posterior a la injertada.

“Al realizar un pedido en Los Álamos de Rosauer o en los viveros revendedores de todo el país, no solo puede estar seguro de que está comprando una rosa auténtica, sino que también harán todo lo posible para garantizar que obtenga el mejor rosal y el más adecuado para su jardín”, cierra Laura.


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