Este roquense recibió un trasplante y te dice por qué vale la pena donar
José encabezó la lista de emergencia nacional de Cucai casi un mes a principios de éste año. Hace días volvió a reencontrarse con su familia y amigos, ya tiene su bicicleta lista para volver al deporte.
Se abrió la puerta de la habitación. Él miraba una película en la tablet, era su forma de matar el tiempo, ya llevaba 20 días internado en una terapia intermedia de la Fundación Favaloro. Pausó Netflix y escuchó la noticia más esperada: “Ya tenés un corazón”. Lo prepararon y esperó listo toda la noche.
Cuando salió el sol, supo que no era compatible, otro paciente reunía más requisitos para recibirlo. Pero no se desanimó, como si hubiera sabido que no iba a tardar mucho más la llegada del órgano que lo mantenía en emergencia nacional del Cucai hacía casi un mes. Sólo dos días después, también una noche, le informaron que había donante. Era el comienzo de su recuperación.
José Manuel Ruiz (64) -“Chiquito” o “Topo” para sus amigos- es roquense. Casado hace 40 años con Gabriela, cuatro hijos, seis nietos y cuatro biznietos. Un apasionado por el ciclismo, fan de las pruebas combinadas y que también tuvo un pasado de futbolista en el club Tiro Federal.
Un infarto en el 2008, dos stent (endoprótesis vascular) y controles periódicos con su cardiólogo no fueron suficientes para mantener la estabilidad de su corazón que trabajaba exigido. En noviembre del año pasado, su médico le aconsejó avanzar hacia un trasplante.
José no lo dudó. Días después viajó a Buenos Aires, a la Fundación Favaloro. Le hicieron una preevaluación y quedó en lista de espera para trasplante. “Le estudiaron todos los órganos. No fumador y deportista, todo le salió bien. Los médicos nos decían que atribuyen que estaba vivo gracias al deporte, su corazón estaba adaptado a la exigencia”, resaltó Gabriela, quien lo acompañó en todo momento.
Te puede interesar: Donación de órganos: esperó tres años y gracias a un trasplante “volvió a vivir”
El matrimonio intentó quedarse en Roca mientras duraba la espera, pero la falta de garantías de que un avión sanitario pueda llevarlo de urgencia en caso de que aparezca un donante, los obligó a instalarse en la segunda quincena de enero en un departamento en Capital.
Vivían a tres cuadras de la Fundación. Salían a hacer compras y caminaban por ahí cerca, José se sentía bien. Hasta que comenzó con episodios de arritmias. “Se empezó a descompensar, y el 21 de enero terminó en terapia y el 23 pasó a la lista de urgencia nacional de Cucai”, recordó Gabriela.
Días después le colocaron una bomba -conocida como corazón artificial– por insuficiencia cardíaca, lo que lo hizo pasar a la lista de emergencia nacional.
“Mi familia me decía ‘no vengas a Roca sin un corazón nuevo’ y yo estaba muy ansioso. Tenía sentimientos encontrados, pensaba que ese corazón que estaba viniendo para salvarme era de una persona que había terminado su vida”, expresó José.
Antes de las 00 del 20 de febrero supieron que el esperado corazón venía en camino. Una comitiva de Favaloro había viajado al interior del país a una ablación y a él lo prepararon para estar listo ante su inminente regreso. Pasó la noche y al mediodía del miércoles 21 ingresó a quirófano. A las 20 salió el médico cirujano a informar a la familia que el procedimiento había salido bien.
Ver más: Río Negro triplicó la cantidad de ablaciones en este año
Desde ese momento continuó el protocolo de control del órgano, para descartar rechazo. Pasó días en terapia intensiva y progresó a una habitación común hasta el alta. Luego vinieron los controles ambulatorios y el sábado pasado volvió a su casa en el barrio de las 200 viviendas de Roca.
“Ya tengo lista la bici, porque me dieron el alta, tengo el permiso para salir en cuánto mejore el clima”, adelantó José mirando con entusiasmo por la ventana, que por estos días regala en el Valle postales de lluvia.
Sí a la vida
“Cuantas personas se salvarían si todos fuéramos donantes”, aseguró José. Con orgullo contó que muchos de sus amigos se registraron en Cucai luego de compartir su padecimiento.
“Nuestros hijos también son todos donantes, y yo fui una de las dos primeras personas en registrarme en Roca, hace unos 25 años, cuando el Club de Leones trajo la donación”, recordó su esposa.
Es que Gabriela siempre estuvo a favor de la donación, y recuerda el día en que frente a cámaras de canales de la región se celebró un acto en el Club para anunciar la llegada de la campaña de registro de voluntarios.
Comentarios