Roberto «Tito» Cossa: «El teatro siempre está cerca de la política»

Entrevista al autor de «La Nona»

– Por primera vez un dramaturgo pone en marcha la Feria del Libro…

– Sí, sí. Es un instante, porque lo que importa es la Feria.

– ¿Qué es la Feria del Libro luego en su cuarta década de existencia?

– Un esfuerzo inmenso mirando a la gente. La Feria es, en un momento dado de cada año, una sola librería. Única, efímera… pero seductora.

– ¿Puede reflexionarse también como un cruce de pliegos sociales?

– Sí, claro. Como lo es Tecnópolis, y como lo son infinidad de eventos como «La noche de las librerías», «la noche de los museos»… los términos en que concentra la música a miles de personas. Son lugares a los que se llega por afecto, por compartir, por estar ahí, en ese momento que es trascendente por esto o aquello, y que esto o aquello se guardará para siempre en la interioridad de cada uno… Y si bien uno puede argumentar que todo este proceso está muy concentrado en Buenos Aires y Gran Buenos Aires por razones obvias, es muy intensa la actividad cultural en el interior del país. Se sabe, se nota.

– ¿Qué muestra de sí la Argentina en todo ese proceso?

– Que no sucumbe, que lejos está de ese pensamiento decadentista, pensamiento que se nutre del «todo está mal», «cada vez estamos peor»… Esa mirada que siempre nos niega la posibilidad de futuro, que niega ausencia de compromiso con el país…

– ¿Qué puede hacer el dramaturgo ante ese pensamiento?

– Yo hablo por mí, por mi vida dedicada al teatro. He escrito siempre desde una convicción muy profunda: dejar un mensaje. Nunca busco que la gente deje la sala con sus ideas en ebullición, en sorpresiva mudanza, por una obra mía. Nada de eso. Simplemente me conformo conque la obra los haga pensar, les deje algo de….

– ¿…revoltijo?

– O algo de eso. No busco transformar a la gente en militante de esta o aquella causa. No milito en dirección a captar gente…

– Pero «Tito» Cossa es sinónimo de política, de resistencia a la dictadura. Milita desde un determinado plano ideológico. Es complejo creer que esto es neutro a la hora de escribir, poner en escena una obra.

– Siempre sostengo que militancia, en referencia a política, es un saco que me queda muy grande. No formo parte de organizaciones partidarias. Tengo, sí, pensamiento propio que se nutre de visiones, adhesiones de naturaleza ideológica que me vinculan a la lucha de las mayorías por su dignidad. Soy sensible a toda esa larga e intensa historia. Mi teatro se vincula con realidades sociales, con experiencias.

– ¿Y de ahí no va directo a la política?

– El teatro siempre está cerca o se acerca a la política, pero no en términos de definiciones. No le digo al espectador lo que tiene que hacer y por qué. Por supuesto que, en tanto instalación, una obra de teatro tiene mucho de político, incluso en aquellas obras que parecen renegar de la realidad, que hablan… no sé…

– De los pajaritos…

– Pero sucede que los pajaritos también pueden ser blanco de decisiones políticas que les afectan su vida. Cuando se devasta la naturaleza, toda la naturaleza sufre…Y cuando se defiende a la naturaleza, hay política, ¿no?

– ¿Siente que cuando se dice Roberto «Tito» Cossa, se piensa en resistencia a la dictadura?

– No en términos de sinónimo excluyente de esa resistencia; resistencia -y creo que cabe aclararlo- en el marco de lo posible ante tanta cosa siniestra. Formé parte de gente que procuró que lo siniestro no arrasara con todo atisbo de creación. Actores, escritores, directores, que seguimos haciendo teatro en salas pequeñas, con más o menos metáforas. Nos volaban las salas, las incendiaban… El teatro Payró, el Picadero, donde pusimos en marcha Teatro Abierto y que fue volado una madrugada. Prohibiciones. Amenazas… Pero se resistía. Censura. Siempre digo que la censura es un acto. Pero siempre seguido de otro proceso: el que se abre tras ese acto, el no saber qué más puede suceder con el autor, el actor, el director censurado. Porque la dictadura censuraba, pero luego podían meter preso o asesinar al autor, al actor, al director…

– La censura como una cultura represiva multiforme en sus alcances, aunque -como se señaló en el Juicio a las Juntas- parta de una sola decisión.

– Y la autocensura también.

– ¿Cómo encararla? ¿Encontrando formas, maneras, caminos para decir, para hablar?

– Mi manera fue escribir alejándome de toda idea de no escribir algo que eventualmente pueda enojar al dictador, salir de la idea de que inexorablemente llegará la censura. Así se gana espacio… se marcha.

– Y un día llegó «La Nona». Estuvo al borde la prohibición, ¿no?

– Sí. Molestaba todo de ella: su locuacidad, su descarnado sinceramiento sobre la vida, la realidad. También estuvo en la mira otra obra mía: «El viejo criado», que incluso luego fue premiada.

– El absurdo, como género teatral, ¿también estaba en la mira?

– Por supuesto. Por eso «La Nona» estuvo en la mira, pero sin lugar a dudas, las obras que podríamos definir como realistas, costumbristas, sobre ellas la censura caía y caía.

– ¿Leer teatro pero no ir al teatro, es igualmente ir al teatro?

– Sí, aunque hoy se lee poco teatro. O se leen muy selectivamente determinadas obras, autores. Pero leer teatro es imaginar, colocarse ante la escena, ponerles rostros a los protagonistas, dar forma a lo que se está asumiendo.

– ¿Tiene método para escribir, tiempos, modos, manías, rituales?

– No, no. Menos estas últimas características. Soy muy sencillo para hacer lo que tengo que hacer. No me siento cotidianamente obligado a escribir ni una ni muchas líneas. Escribo cuando siento que las cosas salen, que hay que sacarlas… ese es mi estímulo. Y no me tiro encima del texto, no me gana la ansiedad… Voy, leo, corrijo… vuelvo, sigo.

– ¿Lo paran en la calle para preguntarle por «La Nona»?

– No, a veces quizás. Pero no soy tan conocido físicamente como para que eso suceda habitualmente. Pero «La Nona» siempre está, claro.

CARLOS TOrRENGO

carlostorrengo@hotmail.com