Río Negro Online / opinión
Hay desesperación de votos en la política rionegrina. Tanto como de pan en Africa negra. Y el negocio de buscar sufragios tiene un recurso. Se llama alianza. Instrumento imprescindible para asegurar existencias políticas. Porque sin marchar a elecciones, en el marco de convergencias de esa índole, muchos de los partidos que caracolean en la política provincial, ante las urnas son un suave suspiro. Tan suave que la historia no lo computaría. Por lo demás, la historia dice que muchos de los "chicos" buscan alianzas alentados por intereses personales de sus dirigencias. Porque como bien dice Carlos Alvarez en el tedioso libro que escribió con Joaquín Morales Solá: "Frente a la crisis, los partidos y la política aparecen como el único medio de movilidad social ascendente. Proporcionan, a través de los dirigentes o de punteros, empleos bien remunerados". Para la dirigencia de muchos de los "chicos" -no todos-, la opción es clara: aliarse con un grande implica, si se gana, fuente de ingresos. Un puesto en la administración pública. O una facilidad para esto o aquello. Es el momento en que el interés personal "reemplaza cualquier ideal: se confunde precio con valor", sentencia "Chacho". En Río Negro se anotaron cinco alianzas para buscar la gobernación. Sólo un partido con opción de ser poder no apeló a ese mecanismo para robustecer sus posibilidades: el PJ. A lo sumo conformó un acuerdo con un sector del Partido Provincial Rionegrino. Una fuerza con poder en decadencia. Realidad que torna desaforadamente oportunista a lo que queda de su dirigencia. Porque la conformación de todas estas alianzas tuvo un rasgo común: no se lograron vía el debate de ideas sobre qué hacer con el gobierno si se gana; se plasmaron acordando puestos de trabajo si se concreta es posibilidad. El caso más patético de esta subordinación a necesidades laborales la dio el ARI rionegrino. Desplumado de poder, cayó en las fauces del impetuoso Julio Arriaga, firme candidato a gobernador por el Frente Grande. Y un hombre que no se tensiona éticamente a la hora de construir poder. El Frente Grande hizo una oferta concreta al ARI de espacios en sus listas. ARI quería más. Pero la genética vasca de la que está imbuida la conducción del Frente dijo "no". Magdalena Odarda, la presidenta del ARI, sintió que sus coronarias la abandonaban. Si seguía la resistencia de su partido al "no" del arriaguismo, se le esfumaba la oportunidad de ser legisladora. O sea, Odarda es un claro caso de confusión de precio y valor. ¿De dónde puede obtener Odarda otra oportunidad de llegar a legisladora si no es de la mano del poder concreto de Arriaga? Es presidenta de una fuerza fuertemente ideologizada, al menos a escala nacional. Sin embargo, en todo el debate interno que sacudió al ARI rionegrino para definir qué hacer, jamás se debatieron las diferencias que tienen con el Frente en materia ideológica. Sólo se crispó el verbo buscando cómo ablandar a Arriaga para que entregara lo que Elisa Carrió había ordenado lograr: la primera candidatura a diputado nacional. No lo lograron. Para Arriaga fue un negocio redondo. Sacó de la canasta electoral a un oferente y lo sumó. Y ahora, con la decadencia que sobrelleva aquí el ARI, se diluirá en el Frente. Pero es evidente que la debilidad de principios del ARI rionegrino sólo necesitaba un empujón para aflorar. ¿Qué tiene en común una fuerza liderada por un hombre consustanciado con el ideario de López Murphy y que de llegar a gobernador ha prometido cerrar empresas estatales y organismos, con un partido como el ARI que, según los dictados de Carrió, quiere más gobierno y más Estado? El mismo Movimiento de Acción Rionegrina, afectado de contradicciones elocuentes. Su líder y candidato a gobernador Eduardo Rosso ha elaborado un riguroso proyecto para recortar el gasto en la Legislatura. Ese proyecto apunta a reducir en 370 personas la planta política de ese poder. O sea, de la designada por los legisladores. Es un proyecto sólido y bien fundado. Resistido por gran parte de la corporación legislativa, a la que quita poder. Pero en procura de la gobernación, Rosso tiene un socio con poder en Cipolletti: el Movimiento Popular Patagónico. Pero valga la paradoja: la bancada de este partido está integrada por un solo diputado y 19 asesores. Todo un exceso. Si el MARA quiere ser algo tan diferente como pregona en la política rionegrina, ¿hasta dónde tiene que dejar sin "solución ya" una contradicción de esa naturaleza? Porque aquel exceso también lo debe asumir como problema otro fundador y pivot del MARA: el radical Ricardo Sarandría, intendente de Roca y candidato a vicegobernador. Votó a López Murphy. Y lo hizo por coincidir concretamente con las ideas que pregona el líder de Recrear. ¿Hasta dónde esto no lo obliga a Sarandría a pedirles a sus compañeros de ruta del MARA que den espacio a esas ideas? Porque aquel exceso es una contradicción cultural - ideológica muy fuerte con mucho de lo que pregona el MARA. Y es notable, por caso, cómo incluso el radicalismo -que fue a buscar alianza con Recrear rionegrino pero fue rechazado- procura olvidar el tema. Quieren olvidarlo especialmente aquellos radicales que desde el año anterior incorporaron la biblia de López Murphy. Y dieron fe de su lealtad para con ella. Tras el rechazo se convocaron a silencio. Bloquearon toda posibilidad de que aquello que consideran útil, como inyección de ideas para su partido, siga prosperando en procura de mejores tiempos. Es un bloque involuntario, se sabe. Reacción ante el "no" de Recrear rionegrino. ¿O la ausencia de ideas y de una sistematización de ellas que alentaron la búsqueda de López Murphy desapareció por generación instantánea en el radicalismo rionegrino? Las buenas ideas siempre terminan imponiéndose. "Los "sí" o los "no" de hoy suelen ser una pluma muy delgada en el viento de la historia", dijo un talento de la política: François Mitterrand. Carlos Torrengo ctorrengo@rionegro.com.ar
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