Ricardo Blanco, arte y diseño en el MNBA Neuquén
Por Oscar Smoljan, director del Museo Nacional de Bellas Artes Neuquén
MUESTRA
Con esta muestra de Ricardo Blanco llega al Museo Nacional de Bellas Artes Neuquén la obra de uno de los máximos exponentes del diseño industrial argentino, cuyas ideas, plasmadas desde siempre en artísticos objetos de uso cotidiano, han recibido el reconocimiento de los más importantes museos y centros de diseño.
Esta colección nos abre las puertas a una de las más apasionantes y fructíferas disciplinas relacionadas con el arte, que en la que Argentina cuenta con una generación de destacados representantes. Arquitecto, presidente de la Academia Nacional de Bellas Artes y docente, Ricardo Blanco ocupa desde hace mucho tiempo un lugar de relevancia y referencia entre ellos.
Innovador desde los años 60, su obra marca uno de los puntos más altos de esta disciplina en la que lo utilitario, propio del objeto de uso, se funde con lo trascendente, condición ineludible del arte.
Sus diversas creaciones, como en el caso de sus célebres sillas, delineadas desde principio a fin en la mente del artista como parte de un plan, cobran nuevo sentido en su paso de la idea a la materia, adquieren infinitud dentro de sus propios límites y abren innumerables interrogantes e interpretaciones sobre la esencia del objeto.
Puestas en una línea de tiempo histórica, sus obras atraviesan los años más convulsionados y creativos del arte argentino, períodos que consolidaron al diseño industrial como otro lenguaje del arte. Un andamiaje sobre el cual el objeto se ensambla, se desarrolla, y en el que es, a un tiempo, herramienta y fundamentalmente significado.
A lo largo de su vida como diseñador, Blanco ha venido transformando la antigua dicotomía entre diseño y arte en una relación que lleva más de medio siglo y en la cual una silla puede servir para sentarse pero a la vez puede transmitir su idea acerca del mundo.
Para Blanco, ese objeto utilitario es también historia. Nos remite a los recuerdos de toda una vida en un doble carácter, de memoria personal -la silla de nuestra casa materna- o colectiva, como el banquillo de algunos tristemente célebres acusados.
Es allí cuando el objeto cobra trascendencia y deja de lado la moda. La moda es pasajera, el arte, imperecedero. La obra de Blanco vive en esta segunda condición en tanto, además de belleza y equilibrio, representa una idea que el artista tiene de aquello que lo rodea. Es objeto y a la vez concepto.
Seguramente después de tomar contacto con estas obras, podamos mirar aquellos objetos que nos circundan con nuevos ojos, descubriendo nuevas posibilidades y lecturas y hasta historias en cada mueble o artefacto que acompaña nuestra vida.
Si efectivamente esto ocurre, la vieja dicotomía entre diseño y arte que Blanco viene zanjando desde hace medio siglo, será sólo una anécdota y nuestra realidad probablemente más rica.
Esta muestra tiene además para nosotros un especial significado. Ricardo Blanco ha jugado un rol importante, en su calidad de presidente de la Academia, al posibilitar la incorporación de obras al patrimonio de este museo; pero a la vez, algunos de sus espléndidos mobiliarios distinguen espacios en ciudades de nuestra provincia, en una conexión entre el gran artista internacional y nuestra región que lo hace todavía más cercano a nuestro corazón.
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