Revelación

ESCENARIO

ADRIÁN PECOLLO adrianpecollo@rionegro.com.ar

Desatinado y perjudicial. Así, impactó el análisis del vicegobernador Peralta en referencia al poder de maniobra del gobernador Weretilneck. Esta incorrección transparentó –de la peor manera– el presente del oficialismo: fuerzas dispersas que mandan y buscan administrar la cosa pública. Mezclados en el justicialismo conviven los funcionarios promovidos por Soria, hoy en la orfandad por su líder desaparecido, y los otros sectores que consolidan al senador Pichetto como garante de la transición. En ese universo extraño, además, pululan referentes individuales. Weretilneck está expuesto a la difícil tarea del equilibrio, el consenso y la compensación entre esas fuerzas para luego ocuparse de la real ejecución de su gobierno. En este cuadro, Peralta habló como dirigente y protector del sorismo. Se asumió como el legatario del extinto jefe. Pero olvidó su mandato institucional. No hubo mesura. El resultado: resquebrajó más la convivencia con Weretilneck y avanzó sobre sus atribuciones. Más allá de eso, el vice hizo público una evidencia. ¿Alguien creía que el gobernador podría cambiar por sí mismo algún ministro? Debería poder, pero hay quienes se empeñan en no permitírselo. Esa limitación comienza a ser patente en órdenes ignoradas por algunos de sus ministros. Otro caso palpable: la designación de un allegado de Weretilneck –como Leandro Gómez– en la presidencia de Horizonte tuvo resistencias, a pesar de que el acto de asunción se concrete el viernes. Peralta no ayudó para nada con sus dichos, pero el origen del problema del oficialismo radica en otra parte.