Por qué la Iglesia celebra hoy a Santo Domingo de Guzmán: su vida y oración

Fue canonizado por su vida dedicada a la predicación del Evangelio y a la lucha contra las herejías. Los detalles.

Santo Domingo de Guzmán fue un sacerdote y fundador de la Orden de los Predicadores, comúnmente conocidos como los dominicos. Nació en Caleruega, España, en 1170 y murió el 6 de agosto de 1221 en Bolonia, Italia.

Domingo de Guzmán fue ordenado sacerdote y se unió a la comunidad catedralicia de Osma. En sus viajes, se dio cuenta de la necesidad de una predicación más efectiva para combatir las herejías de su tiempo, especialmente el catarismo en el sur de Francia. Domingo se dedicó a la predicación y a la educación, buscando la conversión de los herejes mediante la persuasión y el ejemplo de una vida austera.

En 1215, Domingo fundó la Orden de los Predicadores (los dominicos), una orden dedicada a la predicación, la enseñanza y la vida comunitaria. Los dominicos se distinguieron por su devoción a la verdad, la educación teológica y filosófica, y su compromiso con la evangelización.

Santo Domingo es conocido por su ferviente devoción mariana y se le atribuye la popularización del rezo del Rosario. Su vida de santidad, humildad y dedicación a la misión de la Iglesia dejó un legado perdurable en la historia del cristianismo.

Fue canonizado por el Papa Gregorio IX en 1234. La festividad de Santo Domingo de Guzmán se celebra el 8 de agosto en el calendario litúrgico católico, recordando su vida dedicada a la predicación del Evangelio y a la lucha contra las herejías.

Oración a Santo Domingo de Guzmán


¡Oh glorioso patriarca Santo Domingo!, gloria de España, amparo de la fe y fundador de la sagrada orden de los Predicadores. Tu nacimiento fue lleno de prodigios divinos, tu niñez amable, tu vida admirable, tu doctrina más del cielo que de la tierra, con la cual, y con los ejemplos de tus heroicas virtudes e innumerables milagros que el Señor obró por ti, convertiste a la fe católica a innumerables herejes, reformaste las costumbres extraviadas de los fieles, instituiste una orden de varones apostólicos que sustentase la Iglesia que amenazaba ruina, y llevase por la redondez de la tierra la doctrina del Evangelio, resistiese a los enemigos de la fe y fuese sol y luz del mundo.

Yo te ruego y suplico, ¡oh padre santísimo!, que me alcancéis la gracia de aquel Señor que te adornó de tantas y tan grandes gracias y virtudes, para que yo te imite en la pureza de mi alma y cuerpo, y en aquella ardentísima caridad con que tan amablemente llorabas los pecados ajenos y te castigabas por ellos, y quisiste ser vencido por rescatar el hijo de la viuda, y deseaste y procuraste ser mártir por el Señor; y aquella profundísima humildad y menosprecio del mundo, en la penitencia, en la mortificación de mis pasiones, en la oración y devoción a la Santísima Virgen nuestra Señora, que tu en tan sublime grado tuviste, para que siguiendo tus pisadas con tu favor, sea partícipe de tus altos merecimientos y de la corona que tu posees en el cielo.

Amén.


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