Por qué la Iglesia celebra hoy a San Estanislao Kostka: oración y su historia de vida
Murió a los 17 años pero es venerado por su ferviente devoción, su vida de oración y su entrega total a Dios.
San Estanislao de Kostka fue un joven jesuita polaco, venerado como santo en la Iglesia Católica. Nació el 28 de octubre de 1550 en Rostkowo, Polonia, y murió el 15 de agosto de 1568 en Roma, Italia.
Estanislao provenía de una familia noble y recibió una educación religiosa. Desde temprana edad, mostró una profunda devoción y una vida de oración. A los 17 años, decidió unirse a la Compañía de Jesús, a pesar de la oposición de su familia.
Estanislao viajó a Roma para unirse a la orden jesuita, pero en el camino enfermó gravemente. A pesar de su enfermedad, continuó su viaje y llegó a Roma, donde murió poco después, a la edad de 17 años.
San Estanislao es venerado por su ferviente devoción, su vida de oración y su entrega total a Dios. Es considerado un ejemplo de santidad para los jóvenes y para todos los que buscan vivir una vida de virtud y entrega a Dios.
Fue canonizado por el Papa Benedicto XIII en 1726. La festividad de San Estanislao de Kostka se celebra el 15 de agosto en el calendario litúrgico católico. Es considerado el patrón de los jóvenes estudiantes y de Polonia, y es invocado especialmente por aquellos que buscan crecer en la fe y la santidad.
Oración a Estanislao Kostka
Querido Benjamín de la Iglesia, abrasado serafín de la Compañía de Jesús, cuyo sagrado instituto abrazasteis por orden de la misma Reina de los Ángeles, haciendo para ello en traje de peregrino un largo y penoso viaje. Hermoso Estanislao, en cuyos dichosos brazos descansó el niño Dios, trayéndote milagrosamente la salud y recreándote con su dulcísimo presencia. Ángel en carne humana, a quién repetidas veces los Espíritus angélicos dieron milagrosamente el Pan de los Ángeles. Nobilísimo joven, que niño secular contenías con vuestra modestia a la juventud disoluta, y ya novicio de la Compañía arrastrabais a otros con vuestro noble ejemplo a la más sublime perfección. Tu, cuyo pecho abrigaba tanto fuego de amor divino, que no cesó de abrasaron hasta consumiros, haced, amabilísimo santo mío, que prenda en mi corazón un centella de la llama celestial, que consumiendo mi amor propio, purifique mi espíritu de manera que logre después de este destierro , entregar mi alma en los brazos de María Santísima, y reinar con Vos eternamente en el cielo. Amén.
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