Hoy se conmemora a la Virgen de los Dolores: Cuál es la oración para pedirle

Cada 15 de septiembre, la Iglesia Católica conmemora a la Virgen de los Dolores, en una jornada de reflexión por el significado de María, su madre, en la historia de Jesús.

La Iglesia Católica conmemora cada 15 de septiembre a Nuestra Señora de los Dolores, un día después de la fiesta de la Extaltación de la Santa Cruz. Se trata del recuerdo de María, al lado de sus hijos en todo momento, más cuando estos sufren.

Según indica la religión católica, la sucesión de ambas efemérides es una invitación a meditar en torno al misterio del dolor que unió las vidas de Jesús y de María para la rendición de la humanidad. Meditar en los dolores de María ayuda a comprender mejor el sacrificio de Cristo, acercarse a su Santísimo Corazón y dejarse transformar por su amor sacrificial.

Acercarse a María en sus horas más difíciles es la oportunidad para compadecerse de la Virgen y acompañarla, como buenos hijos.

Cuál es el origen de la devoción a la Virgen de los Dolores


La devoción a la Virgen de los Dolores, también popularmente conocida como Virgen de la Amargura, de la Piedad o simplemente como la “Dolorosa», puede remontarse incluso hasta los orígenes de la Iglesia Católica, allí cuando los cristianos recordaban los dolores del Señor, siempre asociados a los de su Madre María, como consta en la Escritura. 

Pero la advocación de Nuestra Señora de los Dolores cobra forma e impulso recién a finales del siglo XI. Décadas después, hacia 1239, en la diócesis de Florencia, los Servitas (Orden de frailes Siervos de María) fueron los primeros en destinar un día especial para conmemorar a la Virgen en su sufrimiento.

El día escogido fue el 15 de septiembre, jornada que quedaría oficializada a inicios del siglo XIX (1814) por el Papa Pío VII, quien le concedió el rango de fiesta. 

Cómo pedirle a la Virgen de los Dolores: Esta es la oración para invocar su nombre


En el día de la Virgen de los Dolores, esta es la oración para invocar su nombre:

Señora y Madre nuestra: tu estabas serena y fuerte junto a la cruz de Jesús. Ofrecías tu Hijo al Padre para la redención del mundo.

Lo perdías, en cierto sentido, porque Él tenía que estar en las cosas del Padre, pero lo ganabas porque se convertía en Redentor del mundo, en el Amigo que da la vida por sus amigos.

María, ¡qué hermoso es escuchar desde la cruz las palabras de Jesús: «Ahí tienes a tu hijo», «ahí tienes a tu Madre».

¡Qué bueno si te recibimos en nuestra casa como Juan! Queremos llevarte siempre a nuestra casa. Nuestra casa es el lugar donde vivimos. Pero nuestra casa es sobre todo el corazón, donde mora la Trinidad Santísima.

Amén.


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