Hoy se celebra a Cristo Rey: Conocé la especial oración para pedir su gracia

Anualmente, la Iglesia Católica celebra a Cristo el último domingo de noviembre. Conocé el significado de la fecha y cómo pedirle o agradecerle en oración.

El último domingo de noviembre, la Iglesia Católica celebra a la Solemnidad de Cristo, Rey del Universo, festividad también conocida como la de «Cristo Rey», en una especial fecha para conmemorar las últimas solemnidades en el año litúrgico perteneciente al calendario de festividades del rito romano.

La celebración de Cristo Rey, que este año tiene lugar este domingo 26 de noviembre, recuerda la centralidad de Cristo en la creación y la redención, intentando corregir el alejamiento de la fe de la población en general.

Esta festividad clave para la Iglesia Católica tiene lugar hoy por el último domingo del Tiempo Ordinario, antes de que comience el Adviento, siendo una fecha cambiante en los años venideros.

Su ubicación al final del año litúrgico como culminación indica que todo parte de Jesucristo y todo culmina también en él.

Cabe recordar que, según lo señalado por el papa Benedicto XVI el 29 de enero de 2012, la autoridad de Dios se basa en el servicio, la humildad y “el poder del amor de Dios que crea el universo”.

Esta es la oración a Cristo Rey, escrita por Santa Margarita María de Alacoque


Santa Margarita María de Alacoque es considerada vidente del Sagrado Corazón de Jesús y de los misterios de su reinado. Con esta oración, ella anima a acercarse al Corazón crucificado de Cristo sin temor, ofreciéndole las dolencias corporales.

Yo os adoro, ¡oh Jesús, Rey poderoso!,
En este trono de amor y de misericordia. Recibidme por esclavo y siervo vuestro,
y perdonad mis repugnancias y rebeldías al soberano dominio que tenéis sobre mi alma.

¡Ah, Rey benigno!  Acordaos que no podrías ser en efecto misericordioso
si carecieses de vasallos miserables. Alargad, os ruego, vuestra liberal mano
y remediad mi extra indigencia con el precioso tesoro de vuestro santo amor,
que al fin no es otra cosa sino Vos mismo;
despojándome de todo este miserable amor propio y de todos estos pueriles humanos respetos que me tienen como asido y encadenado.

Venid, ¡Soberano Rey mío!,
A romper mis ataduras y a librarme de esta mala servidumbre
y a establecer vuestro imperio en mi corazón.
Quiero reinar en el vuestro por una ardiente caridad con mi prójimo,
no hablando de él sino caritativamente, sufriéndole, excusándole, haciendo y queriendo para él lo que yo quisiera hiciesen conmigo, no permitiendo que mi lengua suelte palabra alguna ofensiva o de resentimiento. Así no habrá cosa que me turbe para que mi Rey halle en mí imperio de paz.

Amén.


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