Quién era Renzo, el médico que murió en la ruta chica cuando iba a atender una urgencia

Otra vez un accidente se cobra una vida. Esta vez, la de un médico ejerciendo su profesión. A seis días del siniestro y medio de todo el dolor, sus allegados lo recuerdan y cuentan su historia: un "pibe" de barrio que llegó a la cima.

Iba a salvar una vida y terminó perdiendo la suya. Un médico comprometido hasta “los huesos”, ese era Renzo Mercado. Traumatólogo nacido y criado en Allen, recibido hace once años en la Universidad Nacional del Comahue, falleció el viernes pasado producto de un brutal accidente en la Ruta 65.

El conocido allense de 35 años, quien trabajaba hace solo cuatro meses en el Hospital López Lima de Roca, murió instantáneamente tras el impacto. El día de los hechos, estaba de guardia. Lo llamaron por una urgencia, tenía que operar a un niño y se fue manejando desde Cipolletti a Roca. Según contaron sus allegados, iba apresurado.

El martes, tres días después su velorio, fue el día del médico. Una efeméride con cruel significado en el Alto Valle, a cuatro días de la despedida del profesional. “La peleó siempre”, contó su amigo Andrés Gómez a Río Negro.

Renzo era un médico “de abajo”, que peleó por recibirse, por su familia y por sus pacientes, incluso los más desposeídos. Odiaba la burocracia y de tanto en tanto se peleaba con el Ipross por las prótesis de sus pacientes.

Así como ese día fatal, era común que Renzo se recorriera el Alto Valle atendiendo pacientes en lo público y lo privado, pasando de un lugar a otro, con mucho esfuerzo. Tenía un especial interés por los adultos mayores, por eso se estaba perfeccionando en cadera. “Estaba en la cúspide de su carrera”, contó su amigo.

Detrás del ambo blanco, estaba “Tucho”, el “Gordo” o “Maicol”, como le decían en el barrio Santa Catalina de Allen donde se crió. Él nunca cambió, contó Andrés, este gran amigo que conoció en el secundario BOD N° 24.

Renzo amaba la cordillera, le gustaba escalar montañas y cerros.

“Era un pibe humilde, que venía de una familia de clase media baja de Allen. El y su hermano se criaron solos con su mamá -que hacía trabajos de limpieza- y su abuela, empleada municipal en el corralón de Allen”, comentó Gómez.

Un día se anotó para estudiar medicina en Cipolletti, el quería ser médico. Rindió el exámen de ingreso y quedó. “En temporada, trabajaba con su hermano en lo que era Cartocor, armaban cajas para la fruta y con ese dinero se pagaban la carrera”. Se sacaba excelentes notas y fue becado, estuvo en una pasantía en Chile y en el Hospital Garrahan después de recibirse.

El título, que finalmente consiguió en diciembre de 2008, no lo hizo más ni menos, le dio herramientas para curar, como decía él. Curaba de la manera convencional, pero también “escuchando” sus pacientes, los abuelos que estaban solos, sin familia o con problemas. Así lo hacía con su abuela también, quien hoy tiene 87 años y está en la silla de ruedas que él mismo le consiguió.

“Como quien diría, cortaron una historia familiar y los dos (él y su hermano) llegaron a ser profesionales con un esfuerzo muy grande”

Andrés Gómez, amigo del medico fallecido

“Si tenía que tomarse una hora atendiendo a un abuelo, se la tomaba”, contó su amigo. Sin dudas su abuela Celedonia, era su preferida. “Todos los sábados se iba a tomar mates y leer el diario con ella a la mañana, le llevaba facturas”. Esta visita no dejaba de ser parte de su abultada rutina. Eso nunca lo postergaba.

Nunca dejó su barrio. El atendía a sus vecinos, sus conocidos, muchas veces sin orden ni obra social. “Logró hacerse un nombre y no solo a base de su profesionalismo, sino por su calidad de persona”, rescató Andrés.

Su fallecimiento fue un golpe en Allen. “La perdida de un profesional de las características de Renzo generó mucho dolor”, contó Florencia, hija de una de sus pacientes de toda la vida.

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Un apasionado de la medicina


Los médicos del servicio de Traumatología del Hospital de Roca no salen de su asombro. Todavía están asimilando la pérdida que dejó Renzo en el área y en la Asociación de Traumatología de Río Negro, de la que era miembro activo.

Era una persona muy querida y estimada por sus colegas, por su carisma, gran compañerismo, su contagio de energía positiva en cada encuentro”, subrayaron los médicos a Río Negro. “Siempre dando una palabra de apoyo, con una excelente predisposición en su actividad laboral”, caracterizaron.

Era más que evidente su amor y pasión por la medicina y la especialidad que había elegido, buscando permanentemente la discusión de sus casos más complejos, ejerciendo su arte con mucha dedicación, responsabilidad y profesionalismo”, concluyeron.

“Nos dejó no solo un gran colega, sino también un amigo y compañero. Queda una huella imborrable donde su persona caminó”

Médicos del servicio de Traumatología del Hospital López Lima
Renzo Mercado y Andrés Gómez, su amigo. (Foto: Gentileza)

Ese era Renzo. Al “Gordo”, como le llamaba su amigo, le gustaba la cordillera y escalar montañas. Quizás porque su vida fue un poco así, escalar un montaña: siempre un reto, un desafío. Pero, sus cercanos dicen, que Renzo siempre llegaba a la cima.


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