«Que siga existiendo el trueque, que embellece la ciudad de Neuquén»

Escribo en respuesta a la carta aparecida en esta sección el domingo 23 de marzo y titulada «No debemos permitir un solo día más el mercado del trueque», firmada por el señor Juan Tognozzi (DNI 8.293.164).   

Estimado ciudadano que, con su solicitud, muestra un gran interés higiénico por esta ciudad de Neuquén, aduciendo en su pedido que la mayoría de los mercaderes del trueque es extranjera, yo pregunto: ¿y qué hay con eso? El Preámbulo de nuestra Constitución dice: «…promover el bienestar general y asegurar los beneficios de libertad, para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino»; no habla de argentinos únicamente sino de todos los habitantes de la Nación, al igual que el artículo 14. También le convendría leer el artículo 16, donde se habla de la igualdad y de que no existen prerrogativas de sangre, y el artículo 20, donde se hace mención a los derechos de los extranjeros.

Usted está siendo terriblemente xenófobo con sus apreciaciones. Luego manifiesta que «estas prácticas de mercado callejero atentan contra la buenas costumbres y gustos neuquinos», a lo que yo digo: ¿quién es usted para proclamar cuáles son las buenas costumbres o los buenos gustos de los neuquinos? Debo recordarle que la actividad de mercado callejero no solamente es una costumbre de los países limítrofes sino también del tan hermoso continente europeo, de donde seguramente vinieron sus abuelos.

En el trueque se venden mayoritariamente frutas y verduras, más baratas que en los grandes supermercados. Quienes las ofrecen son jujeños, catamarqueños, salteños, etcétera, y también bolivianos, hermanos nuestros que arriendan chacras, que trabajan incansablemente para producir su sustento y lo que comercializan, después de pagar su arrendamiento, y muchas veces viven en condiciones infrahumanas.

La ropa de origen o procedencia dudosa -¿no será la que las grandes marcas hacen, explotando a bolivianos en los talleres clandestinos de Buenos Aires?- no sólo se vende en las ferias sino hasta en los grandes shoppings.

Vuelve a irrumpir con una pregunta sarcástica. ¿Sabe usted que el 90% de esos mercaderes no es neuquino ni argentino, sólo extranjero? Aparece nuevamente, además de su xenofobia, su «provinfobia» -odio a los connacionales no neuquinos, a los que enmarca como «enemigos internos» que amenazan la neuquinidad-.

Sus abuelos se asentaron antes del 1900; habrán trabajado y seguramente fue un tiempo en que no existió la xenofobia pues, si no, no habrían podido asentarse por estos lugares para trabajar, como usted menciona.

Pero, seguramente antes del 1900, como política de Estado les entregaron tierras sin haberlas comprado, luego de la mal llamada «Conquista del Desierto» (habitado); luego de matar y esclavizar a los indios se adueñaron de sus tierras, que repartieron los militares civilizadores sin que pagaran nada, por supuesto.

Otros datos que puedo ofrecerle son que en 1895 el 62% de la población de Neuquén era chilena -y no puede decir que estos extranjeros nada hicieron, puesto que construyeron, junto a sus abuelos seguramente, la patria patagónica-, que antes de la constitución del Estado nación las fronteras no existían, que la frontera es una construcción social y política a conveniencia, casi siempre, de los sectores de poder; que a lo largo de la historia de la humanidad el hombre siempre migró, que es parte de su naturaleza, que es un derecho humano el transitar libremente y asentarse donde existan mejores condiciones de vida y que las fronteras se diluyen entre los habitantes, a lo largo de nuestras zonas fronterizas. Por lo tanto, ¿por qué tanto odio? ¿Allí no existen los extranjeros? ¿Dónde están los ideales de unión latinoamericana de nuestro libertador San Martín?

Los que llegaron hace poco no son una pesada carga a la existencia y desarrollo de esta ciudad. Quizá las reglamentaciones que usted pretende que se respeten son, además de la higiene, la blancura de la piel, evitando todo tipo de cabecitas negras, connacionales o extranjeros, nativos o con cara de indio.

Para que Neuquén crezca en orden, progreso y armonía, echemos a todos los ilegales, limpiemos la ciudad. Usted escribe que de nada sirve el embellecimiento de la ciudad si paralelamente permitimos desfases (¿esos desfases serán los negros con olor a frito, a grasa, tan alejados del buen gusto francés, europeo?)… con sus expresiones está siendo racista y merece ser denunciado en el Inadi.

El mercado callejero, o trueque desvirtuado, no inspira un bizarro ejemplo de cultura sino que muestra realmente la constitución de las diferentes etnias que pueblan y poblaron nuestro territorio desde antaño; es un encuentro multicultural -no sé si llega a ser intercultural, pues con vecinos tan higiénicos como usted, siempre desvalorizando otras culturas, como la de nuestros hermanos latinoamericanos…-.

Que siga existiendo el trueque, que embellece esta ciudad, le da vida, muestra una realidad diversa y por ende enriquecedora, a donde muchos van a comprar -hasta los del acomodado centro-, como alternativa, como sustento de vida de muchas familias de escasos recursos. Realmente no debe desaparecer, creo que se debe ampliar como expresión artística y no sólo comercial.

Por consiguiente, el Sr. intendente no debe atender a su solicitud, pues entonces también será acusado de xenofobia, racismo y discriminación.

A los que coincidan con mis expresiones, ruego que se expidan al respecto.

 

Ana María Alarcón

DNI 13.979.971

anama722@hotmail.com

Neuquén


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